(Al filo de los días). Se me pasó comentar que ayer Valle-Inclán hubiera cumplido la fantástica edad de 154 años, poco más que una primera juventud para un espíritu tan atemporal como el suyo, de condición “acrónica”, por no decir eterna. El Brujo, que comparte con él más de un rasgo, ha caminado con frecuencia en su cercanía y ahora anda metido de lleno en su mundo. Aquí improvisa un retrato cautivador, lleno de sintonías reveladoras.
Por mi parte, al vuelo, he lanzado en son de homenaje esta estela:
Don Ramón de las barbas de Chivo
y también levantisco marqués,
ser de estirpe inhumana, si acaso
hubiera que darle al ingenio
una justa manera de verlo
que no fuera manida o sobada.
Con su voz aún nos llega la fuerza
del instinto, la luz que penetra
hasta el fondo del alma animal
y allí nos susurra el secreto
de las aguas profundas y el vuelo
de las sombras feroces que cruzan,
oh presagio puro, cada atardecer.
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