(En voz alta). Aprovechando los martes sénior de cine (que un amigo llama “el cine de los goteros”), he recalado, un poco a regañadientes (por motivos que no vienen al caso), en Emilia Pérez, el filme de Jacques Audiard que está suscitando opiniones contrapuestas. La mía es por completo favorable y sin restricciones. Todo en ella es un disfrute: las interpretaciones, los temas musicales, la ambientación, el ritmo, la plasticidad, el lenguaje… Incluso —y especialmente— lo disparatado de alguna situación, resuelta con habilidad y brillantez mediante recursos trepidantes y fuerza explosiva. Cine novedoso, aunque incorpora ecos de grandes óperas del género, que raya a gran altura y en el que todo está perfectamente pautado, pero sin corsés (bueno, alguno hay, y de buen tamaño), hasta lograr una obra excelente. Una película que acaso inventa (o da el espaldarazo) a un nuevo género: el narcoculebrón musical. Un gran invento. No se la pierdan.
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