Antonio Berni: El equipo de fútbol o Campeones de barrio, 1954. Colección particular.
El fútBOL es una paráBOLa, una pasión diaBÓLica, un arreBOL venido directamente del televisor a tus mejillas, a veces —según veo— el peligro continuo de sufrir una emBOLia, también un asunto de BOLudos, BOLingas o meramente BOLos, si bien en ocasiones puede convertirse en un tréBOL de cuatro hojas, el óBOLo que te salva del tedio del final de la tarde, quizás un BOLso lleno de sorpresas, de BOLetos de tómBOLa que vocea y reparte la suerte en días feriados, dictando con ello, tal vez, una momentánea y urgente dizque aBOLición de malas vibras, aunque el diáBOLo a menudo se tuerce y en su bamBOLeo cae en lo sembrado y crea gran BOLlicio, todo por la exaltación planetaria de una BOLa, sin descartar el minucioso emBOLado que supone, con su BOLsa sonante, su siembra a BOLeo de intereses ceBOLlinos, o incluso su metaBOLismo colérico frente al que no logra imponerse la pasión de un gran símBOLo, por más que en ocasiones se manifieste con un toque medio BOLchevique, aunque más a menudo semeja un BOLero con vocación de tango, sin descartar alguna forma imprevisible de que te den BOLeta, o te pase por encima un BÓLido de sensaciones vidriosas, casi una variante bastarda del encaje de BOLillos, en algo que siempre siempre siempre es una hipérBOLe: la paráBOLa (ya se dijo) de la BOLita que no cesa de rodar, ese hipnotismo o pura fascinación de lo que va y vuelve.
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