Goya: No hubo remedio, grabado número 24 de “Los Caprichos”, 1797-1799. Museo del Prado. |
Desde niño le habían enseñado a no hacer caso de los sueños aciagos ni a tomar en vano el nombre del dios, ea, pero le resultaba muy difícil, muy difícil, no ver en la unión de aquel símbolo tumbado del infinito con la mención del versículo final una segura garantía —“de libro”, se dijo— de que lo indeseable podía hacerse realidad en cualquier momento; y, más aún, de que la confusión de lenguas y el trastocamiento de símbolos ya habían hecho su trabajo tan a conciencia, que no había más remedio que confiar en el albur de la Chiripa como una nueva encarnación del redondo seguro azar. Y eso hizo. Qué remedio. Otro no lo hubo. Al fin y al cabo, aquello era la Monda, el cortejo se hallaba preparado y el presagio estaba a punto de llegar a la Meta. O sea que.
(LUN, 772 ~ Al pie de Goya)
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