(En voz alta). El artículo en el que Manuel Ansede da cuenta de la primera secuenciación completa del genoma de un ser humano, incluyendo las “frases” redundantes que hasta ahora se consideraban poco menos que basura, aunque pueden contener algún tesoro, tiene toda la apariencia de un comentario de texto; en concreto de un poema, y con mayor precisión, de unos versos bien conocidos (tal vez los que más) de Machado, don Antonio. El hallazgo, como explica el artículo, al parecer abre incalculables posibilidades para la comprensión genética de los humanos y permite vislumbrar insospechados caminos de actuación biomédica y terapéutica en un futuro inmediato. Cuando algo parecido se logre en relación con el cerebro y su funcionamiento es posible que el salto evolutivo de nuestra especie sea en verdad incomparable. Quien viviera para verlo. Y disfrutarlo, claro. Aunque, quién sabe: quizás intuirlo, imaginarlo con la sólida información puesta a nuestro alcance sea ya una forma de vivirlo. Lo innegable es que, mientras por un lado estamos sumidos en una desconcertante crisis múltiple de dimensiones casi inéditas, por otro nos asomamos, no sin vértigo pero con inmensa pasión, a unas fronteras del conocimiento que no dejan de asombrarnos. Tiempos, además de crudos y difíciles, también raros, insólitos, y llenos de expectativas y esperanzas.
(En voz alta 2). Otra aproximación a la noticia científica del día. Aquí la metáfora de fondo es la del puzle, y las conclusiones, si no distintas, sí se abordan desde una perspectiva diferente, más “conservadora”. En todo caso, el alfabeto de la vida está en el centro de la actualidad. Y aún falta por determinar con claridad el peso de las secuencias palindrómicas. Como para no estar alerta.
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