lunes, 14 de enero de 2019

Juan Cueto

Juan Cueto (1942-2019)
Ha fallecido Juan Cueto, escritor, comunicador, hombre de una enorme curiosidad creativa, apoyada en una muy sólida cultura humanística, y provisto de un especial instinto para detectar el signo de los tiempos. Cueto, que en su momento fue o pudo ser discípulo predilecto de Gustavo Bueno, abandonó las aburridas promesas de una brillante carrera académica y se dedicó toda su vida a indagar en «la modernidad y sus postrimerías», en el modo sutil —o no tanto— con que las circunstancias y los fenómenos de todo tipo van delineando «lo que nos pasa y lo que se nos viene encima», siempre desde una muy atenta mirada a los prodigiosos cambios en los medios de comunicación, cuyo naturaleza y capacidad de impacto supo valorar como casi nadie entre nosotros. Y un par de “temporadas” antes.

En los años ochenta y primeros noventa tuve la suerte de tratarlo de cerca, como editor de dos de sus libros y como crítico teatral de Los Cuadernos del Norte, tarea que él me encomendó generosamente. La creación y dirección de esa revista, que en su momento fue todo un modelo de activismo cultural inteligente, y su labor profesional en la puesta en marcha de la televisión privada “de calidad”, fueron logros objetivos de una capacidad de trabajo que, en el campo de la obra propia, tendía a dispersarse en múltiples y fragmentarios frentes, y en una enorme variedad de ideas brillantes, de metáforas audaces, de teorías felices que acaso estaban reclamando una síntesis sistemática y libresca, aunque la dispersión y el bullicio intempestivo eran parte esencial de su modo de ser y quizás el fundamento de su inmensa capacidad de seducción.

Aunque sabía de su enfermedad, me ha entristecido hasta las lágrimas su pérdida. Sé que con él abandonan definitivamente este lado de la realidad mis sueños juveniles, algunos de los cuales aún deambulaban desde hace años como fantasmas por los corredores del tiempo y la memoria. 

Gracias, amigo, nunca olvidaré aquellas increíbles, infinitas, charlas de “trabajo” a media mañana, la incesante búsqueda de “otra vuelta de tuerca” y del último síntoma social que pudiese visualizar lo intuido, ni las divertidas, casi mágicas, horas de Compostela. Fue un honor, maestro. Buen viaje.

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