Llegados a este punto en el campo de minas del lenguaje, era inevitable que mi compadre Julio recitara, apenas entorpecido por su suave frenillo, la habitual secuencia de calambures que tanto nos hacía disfrutar a los viejos ludópatas verbívoros:
«y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura»*
...
*Los versos pertenecen al poema «Nocturno en el que nada se oye»,
del mexicano Xavier Villaurrutia (1903-1950).
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