Hablarle a Borges, 21). Es fama que Borges escribió: «Para mí, vivir sin odio es fácil. Pero vivir sin amor creo que es imposible, felizmente imposible para cada uno de nosotros».
Y desde este humilde pero fresco rincón se me ocurre comentarle: «Ay, maestro, no sé qué admirar más en esa confesión cordial, si su radical ingenuidad, tan maravillosa como acaso imposible, o su no bien percibida ironía, en especial por ese plural final que evidencia una confianza en el género humano digna de la mayor incredulidad».
(c) Marcelo Aurelio |
Nada más leerlo, mientras me aproximo a la pantalla en que lo leo, me toma por asalto esta impresión: «O sea, maestro, y si no lo interpreto al bies: que fuera del Unomismo que es cada uno sólo existe algo así como sillones, confortables, pero, a fin de cuentas, prescindibles. Y, claro, uno no puede cifrar su existencia en un mero asiento».
(Hablarle a Borges, 23). Dicen que Borges dijo: «Todo ser humano tiene la obligación de ser feliz, aunque sea por orgullo».
Y tras leerlo y meditarlo e incluso una rápida consulta al diccionario, doy en pensar: «¿Por orgullo? Con todos los respetos, maestro, no se me ocurre un motivo menos relacionado con el estado imprevisible y a menudo tan cicatero y fugaz de la felicidad. Pero si vos lo decís, debe de haber algún sentido de la palabra que se me escapa. ¿Orgullo, acaso, de lector?».
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