martes, 10 de julio de 2018
577 millones
(Lecturas en voz alta). Puestos a presumir de algo ”idemtitario” (sic), ¿por qué no hacerlo de una lengua que crece y se expande de forma no sólo imparable sino también democrática, apoyada en la razón objetiva de la demografía? Que el español sea el principal recurso vital que tenemos quienes lo tenemos como primera lengua (en estrecha camaradería a veces con otra u otras) y, con toda probabilidad, el resorte económico más poderoso sobre el que fundar el desarrollo y la sostenibilidad de nuestros pueblos, ambas dos realidades deberían ser a estas alturas “verdades de perogrullo” y acicates diarios para el optimismo. Pero aún no es así. Ni de lejos. En parte, por la complejidad del asunto de las autopercepciones. En parte, y aún más, por la pertinaz supervivencia de determinados complejos. Mientras se abren caminos esas evidencias, qué alegría produce saber que alguien de Chihuahua puede entenderse sin problemas con alguien de Zamora. Y que dentro de nada habremos duplicado con creces la cifra aquella, que nos parecía algo exagerada, de los «300 millones».
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