martes, 10 de julio de 2018

Hablarle a Borges (4)


(Hablarle a Borges, 16). Dicen que Borges dijo: «Quizá sea deber de la poesía mantener el lenguaje, una invención tan imperfecta y tan bella al mismo tiempo». 
Valorando la justeza de la frase y lo oportuno de sus adjetivos, se me ocurre decir: «Deber y acaso también puro ejercicio de supervivencia, maestro: aunque la poesía no se agote en el lenguaje, sabe que sin él difícilmente perdurará».

(Hablarle a Borges, 17). Al parecer Borges un día escribió: «Vanamente busqué alimento en sombras y en errores». 
Y al leerlo, otro día, pero de noche, se me ocurrió apostillarle: «No cabe descartar, maestro, que sea esa dieta la causa tanto del asombro como del tránsito por la senda equivocada: la vana mente».

(Hablarle a Borges, 18). Dicen que Borges dijo: «Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón».

«Y, por tanto, también —se me ocurre apostillarle—, la última palabra».

(Hablarle a Borges, 19). Dicen que Borges dijo: «El significado no es importante: lo que importa es cierta música, cierta manera de decir las cosas». 

Y se me ocurre comentar: «Bien visto, maestro, y explicado con la melodía justa. Y es que, en el fondo, la forma conforma el fondo para que no se desfonde ni se quede solo en mero mero juego de palabras».

Hablarle a Borges, 20). Dicen que Borges dijo: «Entre el alba y la noche está la historia universal».
Y se me ocurre apostillarle: «De ahí sin duda, perspicaz maestro, lo muy problemático de los cambios de hora que trastocan la duración de albas y ocasos: cuando restan, son sumideros que nos roban el tiempo; y si añaden, burbujas que lo inflan vanamente».

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