(Visiones y audiciones en voz alta). Al final, uno está preso de unas pocas melodías. Que van y vuelven, siempre las mismas, siempre distintas. Y a las que se suman otras, que dialogan con ellas. O imágenes (arte en movimiento) que les dan un nuevo significado acaso ya intuido. Así me ocurre con este tema imperecedero de Pink Floyd, ilustrado, conjugado, con unas imágenes que recorren referencias muy visibles: desde Kubrick a Mondrian, de Chirico a Motherwell, de Escher al arte fractal, sin olvidar las ingenuidades medievalizantes, ciertas "boludeces" (por lo redondeado) de Dalí, entre otras muchas (Dante visto por Doré), algunas tal vez demasiado obvias, otras crípticas, pero todas finalmente bien armonizadas en un fragmento (algo más de 13 minutejos de nada) que parece —es— un universo en sí mismo. Soberbia fusión de sonidos e imágenes. ¿Quién se acuerda de aquella cuestión, que fue muy polémica a mediados y finales de los setenta, de si el rock sinfónico era equiparable a la música clásica? Surgía el otro día el tema en un encuentro con Miguel Ríos, en elpaís+, y la respuesta era obvia: la música es música. Y punto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario