(Cinemagias, 🎞16). Caótica Ana (2007), pese a su manifiesta irregularidad, las redundancias narrativas y algunos despistes argumentales, es una de la películas del «último» Julio Médem que me han dejado mejor sabor de boca y mayor disfrute visual. Concebida como un homenaje a su hermana fallecida y, prolongado esa clave, como una exaltación del papel de la mujer a lo largo de la historia, es una obra llena de secuencias poderosas y coloristas, alguna realmente terrible y otras de gran belleza.
Uno de sus momentos más logrados, con un peso central en la historia, es este baile entre la protagonista, Ana (Manuela Vallés), una joven pintora extremadamente sensible y con un gran poder onírico, y su padre, Klaus (Matthias Habich), viejo hippie asentado en Ibiza al que le han diagnosticado una enfermedad mortal. Ana, que desde hace algunos meses vive en Madrid, en una comuna de artistas, vuelve a la isla para despedirse de él.
La escena queda enmarcada –y exaltada– por la voz de un Antonio Vega, aún con buen aspecto, que interpreta la canción a través de la cual Enrique Urquijo (de Los Secretos), inspirándose en una conocida balada, contó casi proféticamente su triste final. Se configuran así unas imágenes de las que, además de por su propia fuerza, emana un aura envolvente de belleza trágica. Y de verdad.
(Primera publicación en Facebook, 07.07.2017)
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