EL DESTINO DE LA LITERATURA
VISTO DESDE EL ACANTILADO
(XVIII, 312-337)
EL DESTINO DE LA LITERATURA
VISTO DESDE EL ACANTILADO
(XVIII, 312-337)
(Dados en forma de sextina*)
(Selección)
A Garita de Herbeira, en los acantilados de Vixía de Herbeira, en la costa gallega. |
Carmen Laffón: La sal. Salinas de Bonanza, Sanlúcar de Barrameda. Relieve, 2017-2020. |
La viajera descendió de su máquina justo cuando, en medio de la blancura circundante, se divisaban dos motas de un color indefinido pero que enseguida le pusieron en la cabeza ya apenas perceptible el rastro del paisaje en que tantas veces se había disuelto, aunque ahora comprendía que todas ellas, esas previas ocasiones, no habían sido más que un ensayo para la auténtica, definitiva, insoslayable transformación. «La sed de sal aviva la sed de sal», cruzó por su cabeza como una ráfaga venida de un mundo desconocido y, lentamente, como si fuera un sueño dentro de un sueño, comenzó a escucharse la música de la consumación. Alguien le dijo al oído que ese era el verdadero destino de su mente. Y ella asintió sin restricciones a todas las sorpresas del pasar.
CONFESIONES DE NOSTRA EN UN INUSITADO, EN ÉL, TONO CONFIDENCIAL O PUEDE QUE SÓLO ALGO AUTOCOMPLACIENTE PERO SIN RINGORRANGOS
(Resonancias). Aprovecho el recuerdo de FB para recomendar vivamente un tan breve como luminoso texto de Juan Mayorga: Silencio (Ediciones La uÑa RoTa, 2019). Es su discurso de entrada en la Academia de la Lengua y, aunque enfocado como un repaso y reflexión sobre el peso y significado del silencio en el teatro, tanto en la escritura dramática como en la representación, en realidad es una poética de amplio vuelo y muy aguda percepción. El librito se acompaña de otro discurso, también de tema teatral (Razón del teatro), en este caso pronunciado en 2016 en la toma de posesión de su plaza como miembro de número de la Real Academia de Doctores de España (RADE).
Competían en el amanecer de aquel día tres imágenes o recuerdos o señuelos venidos cada uno de su propio espejo o fuente o alcancía: el cubo helado suspendido en lo alto del pozo, la campana de la iglesia de la aldea tocando en mitad de la noche de niebla del mismo día en que le contaron la leyenda de la santa compaña, y el frío atrapado en los surcos de las plantas de remolacha que había que entresacar en aquellos campos del premostratense Monasterio de Santa María de La Vid, cabe el Duero, allá por el frío invierno de 1969 y 70. Los tres rescoldos o tizones o penachos estaban dispuestos sobre la mesa del desayuno, a modo de naipes, y su mano temblaba al tener que elegir uno y sólo uno para reconstruirse en la historia de su vida. ¿Acertaría? Zinaida Serebriakova: Castillo de naipes (Карточный домик), 1919.
Museo Estatal Ruso de San Petersburgo.
EL DESTINO DE LA LITERATURA
VISTO DESDE EL ACANTILADO
(XI, 143-164)
Dbujo de Tossey para una cubierta. |