sábado, 6 de noviembre de 2021

LAS COSAS DE NOSTRA (8)

CONFESIONES DE NOSTRA EN UN INUSITADO, EN ÉL, TONO CONFIDENCIAL O PUEDE QUE SÓLO ALGO AUTOCOMPLACIENTE PERO SIN RINGORRANGOS

Hombre de rasgos hindúes mirndo a cámara. Foto de Rawpixel.

Me dijo Nostra, una de las veces que me hizo confidencias, no sé si imaginarias, sobre su vida, y mientras ambos pedaleábamos en uno de nuestros rincones favoritos de los ahora llamados Jardines de Mario Benedetti, que «en los inicios de mi vida laboral yo iba para crítico literario, después de haber cursado algunos años de filología clásica en la Complutense y tras un empleo bastante bien remunerado, no te vayas a creer, en la Editora Nacional, donde me ocupé, entre otras obras, de la revisión ortotipográfica y corrección de estilo de varios títulos de la Biblioteca de la Literatura y el Pensamiento Universales, siempre a las órdenes», seguía diciendo pero bajando la voz y con gesto chismoso, «del Gran Tolondretas», curioso personaje del que otras muchas veces me ha hablado y del que tal vez refiera más cosas otro día.
En una de estas confidencias sobre, digamos, temas relacionados con asuntos literarios o librescos, Nostra me dijo con extrema seriedad algo que, al igual que otras muchas de sus “cosas”, dejé anotada en una de mis libretas y que ahora, en esa tarea incesante de remover papeles en que se ha convertido mi vida, me ha salido al paso. Dice así: «Pese a lo que a menudo parece, las palabras no son de los poetas. Y menos de quienes utilizan la palabra “poeta” con una cierta conciencia de clase, como si sólo el usufructo que ellos hacen del lenguaje pudiera considerase digno y todo lo demás fuera torpeza. Por eso mismo, muchacho, desconfía siempre de quien te palmee la espalda para elogiar algo que te haya oído o leído. Seguramente está condescendiendo, y del escalón de la condescendencia al peldaño de la grosera autocomplaciencia y de ahí al abismo de la irrisión hay muchas posibilidades de llegar de un solo impulso. Porque, ¡ayvalahostia!, quién puede decir impunemente a alguien tú eres esto o tú eres aquello, mira a ver, si no es para tramar cierta influencia sobre él, aparte de la estulta autoridad que quien así habla y palmea se autoconcede como es fama que hacía, y con toda la jeta del mundo, el legendario Rey Pocholo, al que siempre le gustaba marcarse un baile solo, etc., etc., etc…».
Estas últimas abreviaturas, cuando las emplea, Nostra las suele pronunciar insinuando una especie de bailecillo taconeado con los pies, mientras gira las manos en plan rodillo como si estuviera dando cuerda a un gigantesco muñeco imaginario. O algo así. Que no es fácil acotar con palabras su muy peculiar lenguaje corporal, propio de alguien que carece no tanto del sentido del ridículo (que también) como de lo que en alguno viejos tratados ascéticos se denomina “acepción de personas”.
(LUN, 934 ~ Las cosas de Nostra)

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