domingo, 19 de abril de 2020

Voyou*

La imagen puede contener: gato
 Imagen de autor desconocido, tomada de un anuncio de Agrocampo.
Lo ve todas las mañanas en el balcón de enfrente, encaramado en la barandilla con enorme elegancia y manteniendo una posición de equilibro casi inverosímil. Da la impresión de que no siente ningún miedo a caerse, acaso porque sabe que tiene más oportunidades bien guardadas en su naturaleza y que nada en la vida es comparable a la sensación de poder sentir el espacio gravitando alrededor del cuerpo, mientras uno está instalado en la más completa quietud. La otra noche le pareció verlo merodeando por uno de sus sueños indóciles. Aunque tal vez se confundió y aquellos ojos verticales y prietos como un corredor sin salida probablemente fueran los de Voyou, el gato francés con el que compartió unos meses, tal vez algo más de un año, de su vida. En los días de la peste, estas imágenes van y vienen como a su antojo y a veces él tiene la impresión de que se le quedan mirando.
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Voyou era el nombre del gato de mi amiga bordolesa Mireille Tabouy. 
Tenía mucho carácter y una especie de pajarita blanca en el cuello (el gato, claro). 
Curiosamente, durante el tiempo que conviví con él yo leía con gran entusiasmo 
las obras de Rimbaud, al que algunos de sus amigos también llamaron «Le Voyou». 
Coincidencias.

sábado, 18 de abril de 2020

La Cantinela

La imagen puede contener: caballo
«El caballo del sueño», también conocido como «El sueño del caballo», según gustos.
De autor no localizado.
Sabía que la cantinela se llamaba también cantilena y, en el juguetón intercambio de sílabas, iba pasando por él la mañana sin él pasar por nada, como si ya se hubiera instalado en un lugar sin tiempo y en una hora ubicua, ajeno y enajenado, solícito y litigante, díscolo y loco, rumiador verbívoro, y jaranero y jacarandoso y enjabonado, puro ritmillo asido con hilo de seda, y sin más grave tontuna que la elegante huella del salto de unos caballos en el pecho, un sonido venido de lo hondo, de una calle de guijarros, pero sin peso ya de pasos en los peldaños sordos de la memoria, mientras puede inclinarse a imaginar que aún se está deslizando por los reflejos ópalos del alto barandal, y sin más agobio que el dejarse llevar por las presencias, las turgencias, los voceríos acallados y los lienzos al aire de las horas: «Bagatelas, vaga tela, vagas telas... ¡Vaya tela!». Preso, en fin, del runrún de los días de la peste.
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viernes, 17 de abril de 2020

La Batalla

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Caballo de Troya, grabado alemán de 1875.
«Cuando cualquier virus entra en el cuerpo, se activan dos líneas de defensa del sistema inmune. La primera es innata, la tenemos desde que nacemos y consiste principalmente en macrófagos, células devoradoras que se lanzan a ciegas contra cualquier invasor, lo engullen y lo descuartizan. A la vez se activa la segunda línea de defensa, la adaptativa, que es específica para cada patógeno. En este cuerpo de élite están los anticuerpos, proteínas que han recibido un retrato robot del virus: un fragmento de la secuencia de su genoma llamada antígeno. Cuando encuentran ese fragmento, que puede ser una de las proteínas que recubren al virus, se unen a ella y evitan así que la partícula viral contagie a otra célula e inician el proceso para destruirla», eso decía —y literalmente: gracias Nuño Domínguez— la crónica desde el verdadero campo de batalla: nuestros cuerpos. Ya sabíamos que teníamos dentro la guerra de Troya, pero tal vez nunca antes habíamos sido conscientes de hasta qué punto. Fieles a la memoria de nuestra especie y guiados por la fuerza de nuestros sueños, confiemos en que el combate cese pronto y Eneas, con su hijo de la mano y su anciano padre sobre los hombros, pueda emprender el camino hacia los montes.
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jueves, 16 de abril de 2020

Noticias de Ducasse



(En voz alta). Verdaderamente singulares, incluso mágicas, son las noticias que de cuando en cuando me llegan del Universo LautréamontEsta recensión de poseedores (o poseídos) de (por) los ejemplares de la primera edición de Les Chants de Maldoror tiene, además de las inconfundibles emanaciones del alma bibliófila, cierto sentido de lista de conjurados o nómina de principales invitados a una fiesta que, en estos tiempos de la peste, también cobra un sentido especial. Como concluye el minucioso recuento, «dans bien des cas on ne discernera plus vraiment qui, du livre ou de son propriétaire, est véritablement le possédé». Algo que tal vez pueda decirse de todo buen libro, pero que en este caso tiene algo de aviso que se cumple. Que no en vano el propio Conde, al iniciar su canto, pide al lector una cautela extrema para que (y cito de memoria y traduciendo) estas páginas llenas de veneno no disuelvan su alma como el agua el azúcar. Avisados estamos.

Adiós a Luis Sepúlveda


Luís Sepúlveda, en una foto de El Comercio.
Ha fallecido el escritor chileno Luis Sepúlveda, tras semanas de lucha contra el implacable CoVid-19 y pese al esfuerzo de todo un equipo de valientes, tal como recoge esta información de El Comercio. Que la tierra le sea leve. Gracias por las gaviotas de alma felina y los viejos lectores enamoradizos.

El Gorrilla

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Fotografía de Lee Jeffries, de la serie "Los sin techo".
Al Gorrilla, que tuvo una actuación estelar en la novela aquella del otrora Joven Marías, lo volví a ver sin venir a cuento en uno de esos estados larvarios que provoca el confinamiento de los días de la peste. Iba en mi coche a recoger un pedido al Hipercor del Campo de las Naciones, cuando a la altura de la Clínica de la Universidad de Navarra, en su amplio aparcamiento exterior, lo vi haciéndome aspavientos para que dirigiera el vehículo hacia un lugar determinado. Era tanto su poder de convicción gestual que aminoré la marcha hasta frenar y me dispuse a seguir sus instrucciones. La plaza asignada, entre dos grandes coches negros, no era ni amplia ni cómoda, así que me quedé dudando en medio del carril central, intentado valorar las opciones en lo que parecía un parquin en verdad hasta los topes. Luego seguí avanzado lentamente una decena de metros en busca de otro hueco más amplio. Dubitativo, eché una mirada al espejo retrovisor y entonces lo vi. El Gorrilla venía hacia mí, con su habitual cojera, que remediaba con una especie de extraña cachaba, sonriente y desdentado, muy zalamero de gestos y sin duda orgulloso de lucir en su solapa una insignia en la que alcancé a leer: «Estacionamientos LA PARCA». Como el que tiene una súbita revelación o se recupera de un lapso momentáneo, caí en la cuenta de mi error: yo iba a OTRO sitio. No se me había perdido nada allí. Tras maniobrar con brusquedad y eficacia, logré sortear las interminables filas de coches y, en un abrir y cerrar de ojos, enfilé la salida casi derrapando. Por el espejo aún alcancé a ver al Gorrilla levantando los brazos y blandiendo en uno de ellos, a modo de bastón o garrote, un objeto en el que quise reconocer la curvada, amenazadora y tópica forma inconfundible de una guadaña.
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miércoles, 15 de abril de 2020

El Crítico

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Cercando al enemigo.
«A menudo se emplean las palabras con cierta propensión a la hipérbole o incluso a la histeria —dice el Crítico—. Sin embargo, hay otras veces en las que, no por ser ajustados en su exactitud y reiterativos en el uso, ciertas expresiones alcanzan a dar cuenta de lo que se desea decir. Parece como si esos términos no llegaran a cubrir nunca la extensión de lo que el emisor pretende abarcar». Tragó saliva el Crítico y, sin percatarse de mi juego de ojos demandantes de atención, continuó: «Es más, es en experiencias así cuando uno siente que hay una especie de falla entre el pensamiento y el lenguaje, por más que tengamos claro que uno y otro son más bien una y la misma cosa». Iba a argüirle al Crítico algún reparo respecto a esa identificación de dos estancias interrelacionadas, sí, aunque bien distintas, pero sin darme opción a consumir un turno en lo que él llama, muy pomposo y por completo hipócrita, «el ordenado sucederse de las voces» —menudo es el Crítico cuando se trata de asegurar la coherencia interna del discurso—, me puso por completo de su lado al oírle concluir: «Es lo que pasa ahora con la palabra “héroe”, que se nos queda corta, muy corta, para decir lo que en verdad queremos». Qué razón tiene el Crítico. Aunque entender su parla resulte a menudo más enrevesado que descifrar el recibo de la luz.
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martes, 14 de abril de 2020

Los Mantras

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La cama del sueño dentro del sueño. Foto de autoría no localizada.
En el sueño, que se prolongó más allá del primer despertar, la cosa consistía en transitar un camino de retorno a lo habitual mediante un raro entrenamiento basado en memorizar y repetir fragmentos de oraciones, frases y cantinelas consideradas idóneas para hacer que la normalidad se fuera imponiendo de forma paulatina y a través de una adecuada aclimatación. Acabo de contárselo a mi psicoanalista imaginario y, como él, pese a todo, se toma muy en serio su oficio, ha sido muy preciso en su valoración. «Eso —me ha dicho— es un un ejercicio de alquimia verbal en toda regla. Aunque tiene también algo de truco oficial para sacarse de la manga un mecanismo poco costoso de recuperación del principio de realidad». Me ha preguntado después si podía ponerle algún ejemplo del tipo de expresiones empleadas. Le he dicho que sí, por supuesto, pero al ir a recitárselas he caído en la cuenta de que eran todas improperios, blasfemias, exabruptos soeces e incluso alguna marranada, de modo que he procurado mantenerme en silencio, como no podía ser de otra manera. Y él, como fantasma dócil que es, lo ha dado por bueno. Luego he vuelto a dormirme.
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lunes, 13 de abril de 2020

Adagia andante (5)


El poema es una partitura. Se toca con los nervios.
¿De qué sirve un poema? Tal vez tan sólo sea un medio entre dos fines. O un trozo de tierra tatuada antes de dormir (como dijo Molina). ¿Y un impulso concreto para nombrar también lo que no existe?

No hay nada más ajeno al sentimiento que el sentimentalismo, esa suerte de magia corrompida o simulacro vacuo.
¿Y qué decir de la imaginación? No es pura fantasía. Es el arte supremo de tender puentes. Una ingeniería de altos vuelos.
La creencia, toda creencia, es siempre una ficción. Y no hay mayor ficción que la de tener una creencia. Esto no es un mero juego de palabras.
Tampoco era ilusoria la vieja extrañeza de Ducasse cuando consideró hermoso el encuentro, sobre una mesa de disección, entre una máquina de coser y un paraguas. Ducasse no conocía la máquina de escribir. En realidad, él cosía sus textos. Y los ponía a secar sobre pieles curtidas. Los Cantos de su alter ego, el Conde de Lautréamont, alter ego a su vez del inolvidable Maldoror, son las últimas pieles de bisontes colgadas en el interior de los templos en ruinas que retrataron los pintores románticos.
¿Y qué decir de los primeros principios? ¿Qué de los finales postreros? Tal vez los primeros postreros acabaron siendo lo mismo que los principios finales. (Y esto si que es un juego de palabras).
Escribir poesía es rezar. El poema conoce por sí solo el camino de luz al infinito.

La Laguna

Mayonor Mijangos: Laguna de Lemoa, Santa Cruz de Quiché. Guatemala.
© 2013, Imágenes de Guatemala.
Si estaba ahí dónde se fue.
Estaba ahí si se fue dónde.
Ahí se estaba dónde fue si.
Dónde estaba si se fue ahí.
Sé dónde fue si ahí estaba.
Fue si ahí se estaba dónde.
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domingo, 12 de abril de 2020

La Prensa

El rincón de lector de papel prensa. Foto de autor desconocido.
Cuando pudo recuperar la prensa impresa advirtió con asombro que la sección de necrológicas se había adueñado del resto del diario.

sábado, 11 de abril de 2020

El Ángel Exterminador

La imagen puede contener: una persona, mesa e interior
Al final de El ángel exterminador (1962), la película de Luis Buñuel,
un rebaño de pacíficas ovejas acude al lugar del encierro.
Al terminar de romper la hora, según es su costumbre desde hace al menos ciento quince años, don Luis Buñuel ha dejado su tambor colgado en una nube y regresa al Limbo de los Ateos Gracias a Dios para seguir entreteniendo su eternidad con lo que más le gusta desde siempre: imaginar bromas algo crueles, incluso claramente atroces, para someter a sus amigos y conocidos a situaciones extremas y medir así el grado de tolerancia de la humana naturaleza bajo presión y hostigamiento. En los últimos días, el genial surrealista no hace otra cosa que darle vueltas a una vieja idea y distrae sus horas sin tiempo imaginando qué pasaría si, en vez de un grupo de parejas de la alta sociedad, fuera la humanidad entera la que se viera afectada por el extraño enigma del ángel exterminador, de modo tal que todas las gentes del universo mundo quedaran confinadas en sus propias casas durante un tiempo indeterminado. El ojo saltón del cineasta baturro refulge con fuerza en su nicho celeste mientras valora, con una sonrisa ferozmente angelical, las posibles consecuencias de semejante barrabasada. E incluso está pensando en que esa historia, película, fantasmagoría o, quién sabe, crónica veraz de los días de la peste bien podría titularse «El obsceno encanto del coronavirus». Y su espíritu de implacable artista incombustible vuelve a suspirar por enésima vez.
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viernes, 10 de abril de 2020

El Viernes

Humberto Rivas: Montmajour, 1993. Fotografía, gelatina de plata sobre papel.
Cuando el velo del templo se rasgó, allí ya sólo quedaba el silencio. El silencio. El silencio. El silencio. El silencio. El silencio. El silencio...
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jueves, 9 de abril de 2020

En son de Paz (3)

La imagen puede contener: una persona, primer plano
La mirada de Octavio Paz hacia la realidad, tan irreal, del mundo.
Foto del Archivo del autor.
(En son de Paz, 11) »La carne no es triste: es irreal», escribió Paz en un lúcido ensayo sobre Cernuda, en el que, de paso, contesta a Mallarmé, al famoso verso en que el exigente poeta francés se lamentaba de sufrir un invencible tedio corporal y de haber leído todos los libros. Y tiene, me parece, razón Paz: hay algo en el fondo sensible y hasta sensual de nuestra experiencia que no parece de este mundo. Especialmente, en días como estos. Tiempo extraño, cuyo transcurso confinado vuelve irreal la luz que se refleja en el corredor sin fondo de nuestras conciencias, libres como pájaros que sueñan el vuelo y tal vez el mundo.


La imagen puede contener: Mariano Antolín Rato, sentada e interior
 Paz con el espacio y el tiempo a sus espaldas. Foto de autor no identificado,
publicada en la galería recogida por El Heraldo al dar cuenta de
una exposición sobre Paz y la censura de sus obras en España,
celebrada en Alcalá de Henares a finales de 2015.

(En son de Paz, 12). »El artista verdadero es el que dice “no” incluso cuando dice “sí”», escribió Octavio Paz casi al final del «Aviso» puesto como introducción de «Los privilegios de la vista, II», el tomo 7 de sus «Obras completas. Edición del autor», publicadas por Círculo de Lectores entre 1993 y 1997. Dándole vueltas a la frase, como a una margarita ante la que no fuéramos capaces de arrancar ni una hoja, doy en pensar que ese sea acaso el sino y el destino, no sólo del artista verdadero, sino del ser humano con conciencia que se sabe mortal. Hace dos días (31 de marzo 2020) Paz hubiera cumplido 106 años (la misma edad que mi padre, que era algunos meses más joven). El próximo día 19 de abril se cumplirán 22 años de su muerte. El tiempo es un calendario o una rayuela o una rejilla por cuyas avariciosas rendijas sólo alcanzamos a ver —y si acaso— un poco de luz.
La imagen puede contener: una o varias personas
Octavio Paz con sonriente mirada ensimismada.
Foto de autor no localizado, virada al negro.
(En son de Paz, 13). »Prisionero en la fortaleza que inventan los reflejos lunares de la uña del dedo meñique de una niña, un rey agoniza desde hace un millón de segundos. El microscopio de la fantasía descubre criaturas distintas a las de la ciencia pero no menos reales; aunque esas visiones son nuestras, también son de un tercero: alguien las mira (¿se mira?) a través de nuestra mirada», escribe Octavio Paz en el fragmento 20 de «El mono gramático», en el que describe, o más bien glosa, un misterioso cuadro de Richard Dadd, «The fairy-feller’s masterstroke», obra que alguna vez ya ha comparecido en este muro. En el confinamiento, estas minuciosidades cobran un valor inusitado: nos muestran que hay una realidad dentro de la realidad de la que apenas somos conscientes más que cuando miramos como si nos miraran. Y, una vez advertido, salimos pronto de ahí («¡escapa, escapa!», nos grita alguien, ¿quién?) para evitar el despeñadero de la locura y otros vértigos de pura destrucción. No está nada mal para una tarde de jueves santo.

La Saeta


La imagen puede contener: una o varias personas y exterior
Mujer caminando por el bosque nocturno con lámpara.
Foto: ©️  Kirill Ryzhov.
Soñé que a mi espalda había vuelto “el pequeño carcaj” que una vez tuve y, como andaba por una zona apestosa e infestada de todo tipo de criaturas malignas, no tenía más remedio que cargar una y otra vez mi arco y disparar sin pausa en cualquier dirección. Era tanta la fatiga y tan seguidos los sobresaltos, que me desperté varias veces en diferentes parajes, como el que rueda de sueño en sueño, de pesadilla en pesadilla, metido en un interminable túnel del terror. O quizás confinado a bordo del mismo tren donde el poeta vio la sombra y la figura de la mujer con una alcuza en la mano. Por fin pude llegar a una especie de ensenada junto a un gran lago y sobre el que una enorme cascada, como la que contemplé en el parque croata de Plitvice, vertía sin cesar un agua densa y pastosa cuyas gruesas gotas se iban convirtiendo en una lluvia de píxeles semejante a la que puede verse en el comienzo de Matrix, la película. Me había quedado sin flechas pero tampoco parecía haber más enemigos, así que por fin pude descansar en un sueño sin nada, blanco y candeal como el alma de un niño. Acabo de despertarme y ha sido muy grande mi sorpresa al advertir que tengo clavada, justamente bajo la tetilla izquierda, una diminuta saeta dorada junto a una aún más diminuta mancha que tiene todo la pinta de ser una gota seca de sangre🩸.
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miércoles, 8 de abril de 2020

La vida

Sebastião Salgado: “Se dijo que yo hacía estética de la miseria. ¡Y una mierda! Fotografío mi mundo”
Sebastião Salgado fotografiado por Gorka Lejarcegui / El País

Todo ocurrió entre un abrir y un cerrar de ojos.
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martes, 7 de abril de 2020

Resistentes

Un hombre mayor sostiene un 'smartphone'.
Anciano con un smartphone Alex Macro/Getty Images.
(En voz alta). Es sin duda la más lamentable tragedia dentro de la tragedia: la muerte en soledad de muchos miembros de una generación de compatriotas que vivió su infancia en medio del horror y las carencias y a los que el destino cruel reservaba una última batalla atroz. Este artículo del siempre atento y sensible David Trueba les rinde un homenaje cuya continuidad, junto con la gratitud, será la primera tarea que debamos cumplir tan pronto como sea posible. Y al lado del recuerdo a los fallecidos, la inmensa admiración, cariño y ternura que nos merecen tantos ancianos y ancianas que están soportando en soledad y en circunstancias sólo asumibles por verdaderos héroes estos días duros de la peste. No hay palabras para expresar la admiración, gratitud y orgullo que su ejemplo nos producen. La suya es una de las lecciones más importantes de nuestra vida. Y no la vamos a olvidar nunca.

El blanco día

La imagen puede contener: cielo, nubes, árbol, exterior, agua y naturaleza
Amanecer en blanco y negro. Foto libre de derechos tomada de Shutterstock.
No estaba seguro de que fuera real. Pero tampoco tenía ningún motivo para dudar de su presencia. De hecho, se encontraba justamente en ese filo de la conciencia en que el mundo parece a punto de evaporarse, pero algo muy vivo en ella sabe que hay que regresar. El sueño es un ensayo de la muerte. Y el día blanco llegará cualquier día.
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Si digo que no guardaba recuerdo alguno de esta “improvisación”... no es del todo cierto. Esta “levedad” está archivada. Pero cómo cambia el sentido cuando cambia el contexto. La verdad de Machado —sus palabras plagiadas— permanece. Aunque tal vez podría hablar de “intertextualidad”, ese tecnicismo para denominar lo que de siempre ha sido un diálogo con la tradición. Lo curioso es que ayer y hoy me he estado acordando del poema Muerte de Abel Martin”, uno de mis preferidos de Don Antonio, y tal vez el que más me emocione. De hecho el título de la NUL de hoy, escrita anoche y publicada horas antes de recuperar este recuerdo, viene de ahí. Y eso ya no sé muy bien cómo explicármelo. Simplemente, ocurre.


(Homenaje, al borde del plagio)
«Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo»,
dijo Machado por boca
de Abel Martín. Y miraba
las letras de las palabras

reflejadas en los ojos
de un soñador. De repente,
se apagó la luz y todo

vino a ser la melodía
del Gran Cero. Allí la muerte
quiso hacer que sonreía...

Y no sabía.
(Levedades)

lunes, 6 de abril de 2020

Arena (de nuevo)



(Metáforas de arena)
Siempre empiezo a escribir en el desierto.
No es solo la aventura, es la materia
del impulso que estira hacia la luz
la parte más oscura de su peso
para encontrar debajo de la arena
la plata de los sueños escondidos
y la forma segura de olvidarlos.
El viaje es la piel dura del día
y su signo es la búsqueda inhumana
porque nadie
nos puede socorrer ni nadie viene
a decirnos que sí o a reprobarnos.
Las palabras son seres imprecisos,
vibrantes, como dunas movedizas:
su estela es infernal pero tan pura
que puede rescatarnos del abismo
con tan solo iniciarse en nuestra mente.
Siempre dejan un rastro –las palabras–
que no se acaba, solo se abandona
para poder vivir entre las cosas
con palabras capaces de querernos.
El desierto es así. Y no tiene límites.

Para mi nuevo amigo Hamudi Farayi, bajo la luna llena de Esmara.

domingo, 5 de abril de 2020

(Para Clara, a los 30)


La imagen puede contener: una o varias personas y exterior(Al hilo de los días). Nadie esperaba estos tiempos de encierro cuando, hace tan solo unas semanas, hacíamos planes para esta Semana Santa, que se inicia precisamente hoy, una fecha muy especial para alguien muy cercano: mi hija Clara (Ramos Pinto), en este pese a todo claro domingo de Ramos de 2020, cumple 30 años. Parece un juego de palabras y parece —ay— que fue ayer, aquel jueves santo de 1990, cuando hacia las 13,30 de la tarde, en el cercano Hospital de San Francisco de Asís, vio por primera la luz de Madrid —y fue en verdad un día luminoso.


Desde entonces, y con Sagrario a los mandos de la nave, hemos vivido a una velocidad que ahora parece algo irreal toda la experiencia de una vida familiar llena de muy buenos momentos, de muchas alegrías, también de pérdidas y dificultades, de sueños que se cumplen y sueños que se esfuman, de sorpresas no previstas, de imprevistos gozosos... Y, sobre todo, contando siempre con la varita mágica del amor y la complicidad, esa pareja.
Ha querido el destino que esta circunstancia tan especial ocurra en una situación nada fácil. Pero vamos a hacer todo lo posible para que el día nos deje un recuerdo imborrable no precisamente por el encierro y la maldita peste, aunque sea casi imposible perder de vista tanto dolor.
De momento, he echado mano del álbum familiar y me he subido con ella, todavía un bebé, a un columpio-balancín, a ver si nos aireamos un poco. La foto, de julio de 1991, está tomada por Sagrario en el jardín del Pueblo Indalo, una conocida urbanización turística frente a las playas de Mojácar.
¡Felicidades, querida Clara! Esto —lo bueno de la vida, y pese a todo— no ha hecho más que empezar.

El verbinauta

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Aute, en mayo de 2012, fotografiado por Pepe Castro.
Hubiera querido salir a la calle como un crío a jugar con la nieve. Pero no era posible. Ya no había nieve. Ni calle. Así que me he venido hasta aquí, huyendo de los días de la peste, para dejar, al aire de su vuelo y como ofrenda, unas pocas palabras de su gusto. Pistas brotadas de su inolvidable instinto para poner buena ternura y verdad en la belleza: Rito, Espuma, Babel, Sarcófago, Amor y Muerte, Albanta, Alma, Fuga, Nudo, Templo (sólo ese nombre), Slowly (sólo ese ritmo), Alevosía, Aire/Invisible, Alas y Balas, Humo y Azar, Intemperie... Esta tarde vi ascender por sobre el cielo de los confinados el resplandor inconfundible del verbinauta. Y musité, a modo de plegaria, los ecos de una declinación: Aute, tú, ti, te, contigo.
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sábado, 4 de abril de 2020

La congoja retráctil

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
El árbol de las manos. Foto tomada de Dreamsteam.
¿De quién era la mano que lo agarraba por dentro hasta casi cortar la difusión del aire por su caja torácica? Sabía que no era el efecto mental de la peste. Tampoco de la amenaza en la parte más próxima. Ni siquiera del miedo. Era ella, la vieja conocida. La siempre ausente. La extraña enemiga íntima que nunca tuvo un nombre capaz de darle un rostro. «¡Anda ya, japuta, mala puñalá te lleves y así nos dejes en paz!». Era una forma, entre graciosa y desesperada, de combatirla. También inútil. Sobre todo, inútil. Decidió llamarla «la congoja retráctil». A ver si así.
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viernes, 3 de abril de 2020

Balcones

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Patio, balcones, cristaleras. Foto ©️ Pavel Dzelianko.
(En aquellos días aciagos no faltaban los besugos. Bien oiréis lo que decían estos dos sin disimulo:)
—¿Y qué, compadre, cómo se lo trajina?
—¿Lo cualo?
—Ja, ja. Veo que ni encerrado pierde el sentido del humor.
—Ah, es por eso. Lo voy pasando.
—Usted tampoco era de mucha calle que digamos,
—¡Y usted qué sabe!
—Hombre, desde acá lo veo a menudo.
—Ya veo, se pasa la vida en el balcón.
—No sólo. También subo a la azotea.
—A esa no la conozco.
—Y como, además, anda usted siempre vestido con esa ropa de camuflaje, no se me despinta.
—Ya. Pero resulta que sólo me la pongo ahora. Para los ejercicios de resistencia.
—Lleva usted resistiendo toda la vida. No sea modesto,
—Pues en eso no seré yo el que le quite la razón, mire.
—Ah, aprovecho para felicitarle por sus hallazgos.
—¿?
—Y también para decirle que respeto su disciplina...
—¿Mi disciplina?
—Sí, sí...
—¡Pues ya verá cuando le enseñe el cilicio!
—¡Pero cómo es usted!
—Lo digo sin retranca.
—¡Ya, ya!
—Sí, hombre, créame. Que con esto de la reclusión todo el mundo parece haberse olvidado de algo...
—¿Y qué es ello?
—Que estamos en cuaresma.
—Eso es verdad.
—Y hoy es viernes. Viernes de cuaresma.
—Ah, si es por eso... ¡le vendo una bula!
—Y para que quiero yo...
—¿.... una bula vendada?
—¡Se las sabe todas!
—¡Usted sí que sabe!
(Y de balcón a balcón, poco después de las ocho, cada día se saludan como dos viejos... repollos).

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jueves, 2 de abril de 2020

El Conjuro

La imagen puede contener: texto
Alfabeto en grafiti. Libre de atribución.
Andaba por las horas del día confinado no sólo por las paredes de su casa sino también por las sombras de palabras que se iban dibujando sobre los muros, en las mesas y armarios, en los estantes y los lomos de los libros —como tejuelos ominosos—, en la cama, incluso en el gran espejo en el que cada vez se le hacía más difícil reconocerse. De modo que no tuvo más remedio que anotarlas, una a una y en estricto orden alfabético, por ver si así, atrapadas por la luz de la pantalla como polillas voladoras, podía al fin librarse de ellas y de su angustia: Brote, Cápsida, Dolor, Epidemia, Fiebre, Fómite, Incidencia, Inmunidad, Morbilidad, Mortalidad, Números, Pandemia, Portador, Prevalencia, Reservorio, Vector, Virión, Virulencia, Virus... Al final, separada por un renglón de seguridad y en letras versales, escribió la última palabra: VIDA. Y pulsó “Enter”.
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miércoles, 1 de abril de 2020

Rebeldía de la edad madura


(En voz alta). La conciencia y rebeldía del poema de Dylan Thomas que, no por nada —ahora lo comprendemos—, nos venía rondando tanto últimamente. En la voz de Anthony Hopkins. Una plegaria, hermosa, consoladora, valiente..., cuando nos cercan las sombras. Y también una forma de tomar impulso. «Rage, rage...»

Caronte

La imagen puede contener: nubes, cielo, océano, exterior, agua y naturaleza
Eric Martín Contreras: La barca de Caronte, 2008.
Caronte, el barquero de la Estigia, está perplejo. Por más que lee y relee el Edicto de Medidas Especiales (EME) para los días de la peste, no encuentra que su tarea esté incluida entre las consideradas de urgencia o primera necesidad. Con la que está cayendo y con el mes que se inicia —justo aquel en que el poeta, a la vista del Puente de Londres, dijo que «nunca hubiera creído que la muerte pudiera llevarse a tantos»—, en un estado así, ¿quién se atrevía a prescindir tan ostensiblemente de sus servicios? ¿Sería olvido? ¿Tal vez ofensa? ¿Acaso una variante, algo absurda pero no impensable, de la falta de lecturas del legislador? «Pues, no sé —se decía el Barquero mientras colgaba de nuevo el remo en el zaguán de su confinamiento—, pero como empiecen a cargarse los mitos, ni siquiera va a ser posible morirse de verdad». Y, muy apesadumbrado y algo más macilento, se iba a la cama.
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martes, 31 de marzo de 2020

Los intocables

La imagen puede contener: 5 personas, sombrero
Eliot Ness y sus muchachos. Protagonistas de Los Intocables (The Untouchables),
serie televisiva de 119 episodios, que se emitió entre octubre de 1959 y mayo de 1963, en la cadena ABC.
Y algún tiempo después en TVE.
Conocimos primero a aquellos agentes que, a las órdenes de Eliot Ness, combatían el crimen organizado, en tiempos de la «ley seca», y llenaban de aventuras trepidantes y elegantes sombreros el blanco y negro de nuestras televisiones. Supimos después de la existencia de una casta de parias en la India —también en otros países—, formada por los excluidos no sólo de las jerarquías sociales sino de la propia condición humana. Descubrimos asimismo bajo ese rubro la historia de dos hombres unidos por su peculiar y diferente, aunque complementaria, forma de estar apartados del mundo. Y tal vez, en alguna ocasión, utilizamos el nombre para referirnos a los situados, por motivos de dinero, influencia o poder, en esferas privilegiadas donde la ley no alcanza ni se purgan los crímenes. Lo que probablemente nunca imaginamos es que llegaría un día en que los realmente Intocables seríamos nosotros.
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lunes, 30 de marzo de 2020

El letrero

La imagen puede contener: una persona, exterior
Noria en un parque de atracciones de Tailandia.
Foto libre de derechos tomada de Dreamstime.
Ya ningún despertar era igual otro. Pero el de ese lunes fue especialmente extraño. En el final del sueño había ido caminando por una senda tenebrosa, mucho, si bien al fondo, muy al fondo, podía verse una luz. Su sorpresa fue grande —aún le dura— cuando, al abrir los ojos, en medio de la habitación pudo leer, refulgente, palindrómico, tal vez amenazador, el gran letrero: 
«A COBAYAS, AY, ABOCA». 
Le sigue dando vueltas.
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domingo, 29 de marzo de 2020

Alain Touraine, a los 95

El sociólogo francés Alain Touraine en París en 2015.
Alain Touraine, en París en 2015.
(En voz alta). A sus 95 años, desde la primera línea de la población de riesgo, el sociólogo Alain Touraine, al que estudiamos y leímos con pasión en un tiempo que ya nos parece leyenda, reflexiona con extraordinaria lucidez sobre lo que está pasando. Una entrevista con respuestas lúcidas, empáticas, discutibles, pero que son sobre todo un ejemplo para no dejar de pensar.

El hermano

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Hermanos caminando. Imagen: Kat Barnes / Stockimo / Alamy Foto de stock.
Entre la oleada de sensaciones que lo invadían, algunas nuevas y difíciles de encajar, otras firmes y antiguas como claves de bóveda, había una que sobresalía por sobre las demás hasta establecerse como línea de fuerza sin la cual él sabía que su vida no hubiera sido la misma y ni vida siquiera. Era el puerto seguro de una mano que, siendo niño y ya no tanto, le transmitió la confianza del sentimiento a cambio de nada, la lealtad de la fraternidad manada de la misma fuente y la firmeza de quien sabemos que está ahí siempre y para todo. Ahora, en las horas difíciles de la peste, sabía que a través de esa misma mano, extendida como un arco de luz en la noche, él podía enviarle al hermano doliente un poco del inmenso caudal de afecto recibido y convertirlo en una fuerza capaz de vencer a las sombras, para volver de nuevo juntos al camino por donde él siempre ha ido con el apoyo de una mano en la suya.
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sábado, 28 de marzo de 2020

Branquias

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La belleza del fondo del mar.
Soñé que estábamos atrapados en la isla del fin del mundo y todo mi afán consistía en encontrar una vasta pradera de posidonias donde poder sumergirme contigo. Ahora, al despertar, me pregunto por qué del fin del mundo. Y por qué posidonias.
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viernes, 27 de marzo de 2020

El Orador

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«Las paredes oyen». Ilustración tomada de la web de Enrique Dans.
Pasaba por el salón camino de la terraza, en mi enésimo paseo en bucle, cuando del otro lado del tabique me llegó el sonido de una voz muy bien modulada que enseguida me atrapó por su poder de convicción. Como tenía el móvil en el bolsillo, lo saqué, lo puse en modo de grabación y aquí queda lo que se registró. Me he limitado a puntuar el texto, tal vez —lo aviso— un poco largo para los usos de estas NUL, pero no me he atrevido a extractarlo para que no se pierdan el tono, el fraseo ni la cantinela. Como, además, en los días de la peste el tiempo se ha transformado en una materia extraña —¿una gran barra de hielo compacto que se va derritiendo gota a gota?—, incluso puede considerase un especie de servicio público a favor del IMPRESCINDIBLE QUEDARSE EN CASA el ofrecer completa la transcripción. Aquí va: «La cuestión —dice con convicción el Orador— estriba en saber sobre qué bases se puede reflotar un sistema que, en un porcentaje muy elevado, no es ya necesariamente productivo ni siquiera “real”, sino “consumitivo” y cada vez más “virtual”, basado en relaciones cuyo significado más importante es ya sólo la cantidad de veces que se producen, los clic en cada celda o casilla. Producir lo suficiente para comer lo necesario, que ha sido el dilema mayor de buena parte de la historia humana, es ya una frontera superada hace tiempo: el problema es la distribución y el equilibrio de las fuerzas e intereses en liza para que el sistema no colapse. [...] Tal vez alguien esté maquinando —y es la hipótesis más terrible— con la idea de que a la humanidad le iría mejor si se suprimieran hasta dos o tres mil millones de sujetos de golpe; e incluso si se prescindiera por completo de la natalidad. Pero, hasta en esa terrible maquinación (Hitler, Stalin, Mao y algunos otros sátrapas la pusieron en marcha), lo complicado es cómo cambiar instintos y hábitos ancestrales sin producir un insoportable dolor que, por otro lado, pueda alentar y dar cauce a rebeliones fuera de control. Tal vez por eso hace tiempo que funcionan a tope los sistemas de anestesia social, cuyo conducto de suministro masivo son las redes de ocio sin fin y la sociedad de parque temático siempre abierto hacia la que nos dirigimos, si es que no estamos ya plenamente instalados en ella. Y, después, están las variables incontrolables o difícilmente predecibles, de las cuales la más importante es la evolución de los fenómenos geográfico-meteorológicos que conocemos como “cambio climático”, sin duda el mayor problema al que se enfrenta no tanto el planeta, que gira ajeno a esas “menudencias”, como la vida que tiene en él su asiento y en particular la noosfera, la parte consciente. Así las cosas, ¿vamos hacia un novísimo New New Dial, similar al que relanzó a USA, y en parte al mundo, tras la Gran Depresión? Puede. No me extrañaría nada que una de las medidas acordadas, cuando la situación crítica comience a remitir, fuera una General Distribución Estatal y Comunitaria (GDEC) de “PIENSO PARA COBAYAS”, con la condición de seguir pedaleando en la rueda del sistema y a cambio de una restricción acordada de cualesquiera otras veleidades. Esto suponiendo que no quede todo en manos del “PUTO AZAR” (sic) y que, literalmente, se nos venga encima una catarata de palos de ciego nacidos del desconcierto generalizado de una clase política integrada por sujetos entre los que no son precisamente minoría aquellos acerca de los cuales no es peregrino pensar que la médula espinal no conecta con el cerebro. O, que si lo hace, es sólo de forma intermitente, a golpe de tuits, tics y toc. Sea cual sea el escenario, la reivindicación que debe abrirse paso es obvia: QUE NOS PAGUEN POR LOS DATOS, queremos ser reconocidos como sujetos de derechos en el funcionamiento del sistema y cobrar dignamente por ello. He dicho». Fin de la transcripción. Cuando acabó el discurso, yo ya estaba contemplando desde el mirador de la terraza la calle casi vacía y triste, y en mi cabeza no dejaba de martillear aquella frase que me pareció una auténtica revelación: «pienso para cobayas, pienso para cobayas». Es terrible pensarlo, pero tal vez en breve estemos luchando solamente por eso.
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jueves, 26 de marzo de 2020

Un reto a la especie



(Visiones en voz alta). La visión antropológica, o incluso biológica (la perspectiva de la especie), quizás esté siendo la gran ausente en el abordaje de esta pandemia global (y sirva la redundancia). Lo ha puesto de relieve Eudald Carbonell, uno de los "padres" de Atapuerca e Iñaki Gabilondo lo repica y cuenta con sus habituales habilidad y credibilidad.

La romana

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Vieja romana, tipo de peso o báscula muy apropiada para el uso ambulante.
Foto 
©️ Isabel San Martín Beltrán. Tomada de Pinterest.
En los días de la peste, todo cobraba otro significado, más directo o acuciante, y había que elegir las palabras, una a una, con mimo, con conciencia, y ponerlas en la balanza pública con cuidado para que su peso no excediera ni se quedara corto en el común sentir y en la única causa que se había vuelto imprescindible en el viejo negocio de la vida.
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miércoles, 25 de marzo de 2020

A favor del regreso del conocimiento


(En voz alta). Lúcida reflexión de Muñoz Molina sobre el “estado mental”, privado y público, y las fallas graves que la pandemia ha puesto de relieve. Esa denuncia del narcisismo y bobaliconería galopantes que el escritor explica con precisión aún puede ampliarse más, pues tampoco el mundo de la “alta cultura” (o así) queda al margen de ciertos comportamientos pendejos y que vienen a ser el “chip resonante” de la extraña criatura casi inerte pero letal que es la causante de este tiempo enfermo. Digno de atención.

El Augur

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«Hombre asomado a la ventana», foto libre de derechos, de autor desconocido.
Tomada de Fotosearch Silver. Editada.
Como llegó el día y no cesaba el confinamiento, fue en busca del Augur, no porque creyera en sus embelecos sino por puro folklore.
—¿Qué es lo que desea?
—No sé, un servicio rápido. Y que no implique ningún sacrificio animal.
—En ese caso, mire en el menú 5: Tarot, Runas, Manos, I Ching o el Libro de las Suertes.
—Todo muy visto y bastante latoso. ¿No tiene algo más sencillo?
—¿Qué tal unas tabas en tirada doble cruzada?
—¡Quite, quite, los huesos traen mal fario!
—¿Le van bien unos posos? Tengo por acá un café turco de gran calidad.
—No, el café m’altera mucho pero mucho mucho.
—Pues no sé qué otra cosa ofrecerle. ¿La carta más alta, baraja española?
—¡No sea usted vulgar hombre!
—Tal vez una moneda al aire y cara o cruz.
—¿Y usted se llama augur? Me parece que es usted un caradura,
—Caballero, que sea usted un bicho raro no le da derecho a dudar de mi profesionalidad. ¡No se conforma con nada!
—¿Sabe qué le digo?
—Si habla, quizás...
—¿Y no podríamos jugarnos la adivinación a los chinos?
—¿A los chinos? ¡Pero usted está loco! O quiere buscarme la ruina. ¡A los chinos! Con la que está cayendo... ¡Quite, quite!
—Entonces...
—Mire, vaya usted en busca de otro augur que en realidad yo soy un zapatero de Astorga y sólo hago esto en mis ratos libres para sacarme unas perrillas.
—¡Ah, truhán, al fin lo he desenmascarado! ¡Pensé que no iba a confesar nunca!
—¡Corten! Toma buena.
En el patio de luces resonó la voz del vecino del cuarto, otro confinado más, al que le habíamos dado el papel de director. Y por esa tarde concluimos el ensayo del rodaje de la obra de teatro que pensamos filmar tan pronto como nos libremos del encierro y de la peste. Además, ya había llegado la hora de aplaudir.

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martes, 24 de marzo de 2020

Adiós a Paco Torres

El actor, músico y comediante Paco Torres.
(Al hilo de los días). Ha fallecido el actor, músico y “pícaro ambulante” Paco Torres, también conocido como «Añasco (el) de Talavera», un artista de muchos registros, gran conocedor y divulgador del teatro popular al estilo de los corrales de comedias y los usos dramáticos propios del Siglo de Oro. Tras conocerlo en su pueblo natal, Los Navalmorales, hacia 1973, con ocasión de unos premios literarios, recuerdo haberlo visto actuar alguna vez en Talavera. Y hace unos años, en una librería teatral del Barrio de las Letras, tuve la suerte de encontrarme con un libro con textos teatrales, “jácaras” y pregones suyos llenos de humor e intención. Ha sido otra víctima de esta maldita enfermedad. Que la tierra le sea leve.

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El poeta (2)

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Foto de autor no localizado. Publicada bajo Creative Commons Zero. Tomada de pxfuel.
Ya sólo pedía poder soñar un poema en la hora de vísperas, cuando van cayendo las sombras y el ánimo se encoge y todo se va volviendo oscuro y se hace terrible la espera de la luz.
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lunes, 23 de marzo de 2020

Atrapados en Talavera


(Visiones en voz alta). Una situación tan extraordinaria como la que vivimos está llena de experiencias inesperadas. ¿Cómo será vivir el confinamiento en una autocaravana? Este excelente reportaje en realidad no cuenta eso, aunque su final aún no ha terminado. Es un paseo lleno de gracia y hermosas imágenes y comentarios por mi ciudad natal, Talavera de la Reina. Tiene un aire muy atractivo de reportaje turístico de calidad. E invita a recorrer algunos de los más destacados rincones de una urbe hermosa y viva. Aunque, como todos, atrapada en una pesadilla. Como talaverano (talabricense), vaya mi gratitud hacia Charo y Carlos por el amor compartido. Tal vez un día, seguramente por la noche, nos cruzaremos en sus calles, al fin libres y retornados a la normalidad. Mientras tanto, este largo paseo es un gran consuelo. Que nadie se lo pierda.

Sangre mental


El enunciado y tu cuerpo: he aquí todo
cuanto hace falta para darle cantata
de creencia a este extraño fenómeno
—pero es cuanto tenemos— de la vida.
Alienta y piensa cada día un poco,
lentamente y con conciencia clara,
en tu respiración. Y luego deja que
las palabras corran por tus venas.