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Otto Dix: Calle de Praga, 1920. Galería Estatal de Stuttgart, Alemania. |
—Mire usted, amigo Silvestre, no conozco mejor forma de terminar el año que...
—¿Con las uvas, brindando y eso...?
—El brindis está bien, pero es prescindible.
—Las uvas, en cambio...
—Mucha tradición tienen, pero tampoco pasa nada si se dejan al margen.
—Y, de paso, se evitan indeseables pero posibles accidentes, ¿no es así, amigo Raül?
—Usted lo dice.
—Vaya, y entonces ¿qué nos queda?
—Ya usted lo ha dicho. Fíjese.
—¿Qué es lo que he dicho?
—¿Me toma el pelo?
—Ni por asomo. Dígame usted.
—... y eso.
—Ando mal de memoria últimamente.
—¡Y eso! Usted ha dicho brindis, uvas... y eso.
—Ah, era eso. Ya... pero...
—¡No me irá a decir ahora que no lo ha dicho!
—No, no, sólo que...
—¿Sabe? Yo estoy de acuerdo.
—Ya, ya, pero ¿y eso qué es?
—Ja, ja, quiere hacerme creer que no lo sabe.
—No, no, el caso es que...
—Prefiere que yo se lo diga, ¿no es eso?
—¡Eso es! ¿Qué es eso?
—Bueno, pues... ¡lo único de verdad imprescindible!
—¡Ah, así que era eso!
—¡Feliz año, don Silvestre!
—¡Feliz... eso, don Raül!
...