Caravaggio: Santa Catalina de Alejandría (retrato de la cortesana Fillide Melandroni), h. 1598-1599. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. |
La luz de la tragedia lo subraya todo y puede que, cuando ilumina los recuerdos, desfigure alguna secuencia o trastoque los planos. En cambio, la luz de la alegría es pura y transparente: se consume allí mismo donde cae y siempre muestra, en la memoria, las cosas como fueron.
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