Herbert-James Draper: Ariadna, h. 1905. Col. Privada. |
Cuando volvió a abrir los ojos, el mar se había retirado por completo y sobre la playa podían verse los restos de la marea baja: conchas vacías, erizos muertos, trozos de redes, un gran anzuelo cebado y unas sandalias de goma. Echó una ojeada en derredor, luego miró de soslayo hacia el cielo y, tras liberarse de un seco coletazo de aquellas manos torpes y lascivas, se deslizó a brazadas hacia la corriente y regresó a las profundidades.
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