IIlIlustración de Vince Evans para la promoción de The Matrix Comics Series 1, 1999. |
Revisando viejos papeles pegados en el muro, le llamó la atención, y algo más, una frase escrita con tinta roja:
Le estaba dando una enésima vuelta, cuando saltó el avance del último desastre.
«El mundo —pensó a vuelapluma— se está convirtiendo en una pura correa de transmisión de la desgracia».
Tras anotar esa impresión continuó escribiendo: «Es casi imposible sustraerse al dolor permanente, a las infinitas formas de tragedia que nos cercan por todas partes. No podemos dejar de ser conscientes. Pero tampoco es posible vivir a la intemperie sin descanso».
Había después unas cuantas líneas de signos extraños, a modos de incisiones, de imposible traducción. Luego volvía el texto legible:
«”Dame una salida”, solían gritar los héroes (o víctimas) de “Matrix”, cuando todavía había cabinas telefónicas. Ahora venimos aquí, a esta especie de alma portátil que creemos compartida, y lo contamos. Pensamos en voz alta. Peroramos. Seguimos (¿plural?) sin saber bien (ni mal) por qué. Las palabras al menos nos acunan. Son un mar que nos salva, al menos mientras duran, del vacío».
La página concluía con un gran espacio en blanco.
(LUN, 555)
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