«La mano de Irulegi», objeto de bronce fechado en el siglo I a.C. En ella figuran, al parecer, las más antiguas palabras conocidas escritas en lengua vascónica. |
Tesela 1. Hay que hacer siempre un esfuerzo de comprensión. Pero no hasta el punto de que la comprensión ponga en peligro la costumbre de respirar. (Ecos).
Tesela 2. Se trata de una película ¿menor? nacida del genio confabulado de los hermanos Cohen, en un homenaje, no exento de sátira, al mundo de Hollywood tramado con una mezcla de humor a lo Monty Python y cierta nostalgia ácida propia del «Crepúsculo de los dioses» (‘Sunset Boulevard’ o ‘Sic transit Gloria Swanson’…). «¡Ave, Cæsar!» —que ese es su título— es, sobre todo, un tributo al gran espectáculo del cine, a los tiempos duros de la caza de brujas y el poderoso despliegue de los grandes estudios, tal vez incluso un premonitorio réquiem por la desaparición del cine tal como lo hemos conocido hasta ahora. Junto a un argumento muy bien tramado con algunos giros espléndidos y diálogos de una gran viveza, los puntos fuertes del filme son los continuos homenajes a muchas de las grandes películas de diversos géneros —desde el peplum al western o las historias de ambiente mafiosos pasando por los grandes musicales y, muy especialmente, las singulares coreografías acuáticas de Esther Williams— y la interpretación, en clave más que satírica burlesca, de lo que fueron los esfuerzos de algunos intelectuales, comunistas y compañeros de viaje, por convertir el cine en una herramienta de lucha social, aquel movimiento que sería desbaratado (en parte) por la caza de brujas del macartismo. Hay momentos de extraordinaria hilaridad (“los verdaderos sospechosos siempre son los extras”) y todo tiene la elegancia, calidad y solvencia del cine de los Cohen. Muy recomendable.
Tesela 3. EL DESTINO DE LA LITERATURA VISTO DESDE EL ACANTILADO (XIII, 185-212). La casa muerta y su luminosa correspondencia (Hesse-Zweig) es una vuelta a la leyenda de Circe y el pavo real tal como se cuenta en la literatura del barroco en Francia. Cuando Kafka vino hacia mí… los hermanos Rajk, un drama familiar europeo, estaban tratando de entender qué tenían en común el santo bebedor y los recuerdos de Joseph Roth; o, por decirlo de otro modo, qué fue de aquella Leonor de Aquitania a la que, en secreto, había dirigido Jaime Gil de Biedma cartas y artículos hasta convertir el sueño de la América de una planta en el fragor de mi siglo unido a las confesiones de un intelectual europeo. El poder de la simetría, un viaje por los patrones de la naturaleza, implica una verdadera catarsis sobre el poder curativo de la naturaleza y el arte, en absoluto ajeno al esplendor y gloria de la Internacional Papanatas, según queda plasmado en una nueva enciclopedia urdida en memoria de Charles Maurras, con el caos y el orden y la obra poética de autores de libros y aventuras, además de las observaciones y recuerdos de un editor, seguidos de la correspondencia con Franz Kafka. Todo eso está presente en “Una Primavera de café”, un libro de lecturas vienesas que muestran, bajo el señuelo del ‘no sufrir compañía’, escritos místicos sobre el silencio. La no confesada intención de desplegar las últimas cartas (1532-1535) de un bárbaro en el jardín vuelve a interrumpir la lectura de la “Chanson de Roland” y de las cartas a Sophie Volland, con su itinerario París-Nueva York-París y el viaje al mundo de las artes y de las imágenes. Y es que el verdadero secreto de Mani son sus viajes por el sur del Peloponeso, una mezcla de solidaridad y soledad que, desde París, con sus crónicas y ensayos 1893-1897, realmente hicieron posible el espíritu de Praga.
Tesela 4. (Al filo de los días). Me pilló la concesión del Cervantes a Joan Margarit Consarnau (14.11.2019) leyéndolo no sólo a él, su propia obra, sino a él como traductor, ese oficio de agente doble que, en el caso de los buenos poetas, es un muy privilegiado mirador para calibrar el alcance de ciertas cualidades. Y, además, no cualquier traducción: la del libro “Stag’s Leap”, «El salto del ciervo», de la estadounidense Sharon Olds (San Francisco, California, 1942), poemario que fue galardonado con el premio Pulitzer de 2013. Y que por muchos y complementarios motivos bien puede ser considerada una obra poética especial. Apareció en Igitur, en 2018, en traducción que, junto al poeta, firmó también Eduard Lezcano Margarit. En medio de su fragor cotidiano y valiente, es preciso avanzar por su calendario vital de intensidad, lucidez y dolor, asombrado y tratando de seguir la recta vía. Y su lectura, la cercanía a una verdad tan honda como la que emerge de este libro, fue un motivo de gran agradecimiento al “misericordioso” poeta ganador del Cervantes.
Teselas 5 y 6. La pregunta del testigo sigue siendo pertinente: ¿Y cómo se sabe cuándo es demasiado tarde?
Tesela 7. Otro ciprés. «Yo nací en Ávila... —comienza la novela. Y tras un largo rodeo concluye—: y por encima aún me quedaba Dios». (Serie «Cap&cua», homenaje a Miguel Delibes).
Tesela 8. (Hablarle a Borges, 93). Dicen que Borges dijo o escribió: «Tu materia es el tiempo, el incesante tiempo. Eres cada solitario instante». Y a renglón seguido, como si aún resonara su voz, me oigo decir (no sé si fatuo o sólo osado): «... y la vaga ilusión de que algo dura».
Tesela 9. Fin. La mano de Irulegi... ¿otra mano maradoniana de Dios? Habrá que verlo. (Ver imagen).
Y tesela 10. Mosaico es todo lo que hacía Moisés. Pues eso.
(LUN, 564)
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