(Al hilo de los días). El triunfo de la @ o arroba, su liderazgo entre los signos más usados de nuestro tiempo, ejemplifica el ascenso hacia el éxito rotundo de lo que parecía marginal. Como si se hiciera verdad aquella hermosa metáfora del salmista: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular». Un ejemplo fértil de lo que cabría entender por justicia poética.
Creo que ha contribuido también a ello, por un lado, la estética material del grafismo, impulsada por el poder hipnótico del giro en espiral como representación del movimiento (tal vez un esquema del mundo interior del átomo, pero también del “baile” de las constelaciones). Y por otro, el no menor poder simbólico de su concreción gráfica: no es difícil ver en la arroba una representación esquemática de esa “tela de araña” que es la Red (Net), y no sería raro que algún precedente de ella, a modo de balbuceo rupestre, se encontrara entre las pinturas parietales de nuestros ancestros.
Desde un punto de vista cabalístico, es también relevante que el trazado en espiral del signo funda en un solo carácter el “alfa y omega”, señalando su condición de resumen (principio y fin) del “relato” esencial. Mucho en tan poco.
Curiosamente, si se parte de su significado inicial como abreviatura de unidad de medida, hay que concluir que, en realidad, no ha variado su destino: ahora, en cierto modo, mide el peso de la comunicación en nuestro mundo.
Aquí se habla de todo ello.
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