(1)
¿Qué sabemos en verdad 
de la nieve?
El alto don del cielo
cae sobre nosotros
y la belleza vuelve 
a pintar las ventanas 
como en los viejos cuadros
y en los primeros sueños.
La nieve es el maná, 
el alma de las nubes, 
la flor blanca
de la vieja conciencia,
la mano poderosa
que acaricia 
el lecho de la vida,
la leche que los dioses 
cansados de su nada
nos envían en prenda
de nuestra devoción.
La nieve es siempre
el último capítulo:
las letras aún legibles
de una cantiga  
tan vieja como el tiempo 
disuelta en notas leves
que se posan
sobre el fulgor
del mar.
(2)
Pero tiene la nieve
también 
un alma negra,
la garra sucia 
de la desolación,
el hielo traicionero 
que deshila
las íntimas
telillas 
del alma 
y los cauces 
de la sangre,
la traición 
que no sabe
contra qué 
se levanta 
su bandera 
de muerte
blanca 
y rota.
(3)
Hay una luz
que mira cabizbaja 
el campo blanco,
ningún pájaro viene
a ver qué pasa
ahora 
cuando el frío, 
tu corazón es esta
palpitación, el eco
que oyes
cuando pisas
en el sonido opaco
y te hundes
en tu respiración.
(4)
No se puede 
repetir esta mano
que ofrece 
el fruto cierto
que precede a la muerte.
Las palabras que
lo dicen imitan 
a las palabras
que lo ignoran.
Y en ese cruce
extraño
de caminos
sólo es verdad
la sed, la blanca
boca en la
que sacias
lo que más 
deseas: un vuelo
sin rencores,
y la sombra 
salvaje de 
una ráfaga
de misericordia.
(5)
He leído en las calles
cubiertas por la nieve
la sombra y el silencio 
de los seres abstractos,
un rebaño de aves 
aleteando en círculos 
sobre el trigo quemado 
y las fuentes de humo.
Son sólo una leyenda.
Su invención es la causa
del dolor que no cesa.
Y no hay manera humana 
de saber si sus ojos
habrán de perseguirnos
más allá de la muerte.
(6)
La nieve escapa
de su definición.
Forma parte del mundo 
abstracto
de los monstruos.
Estuvo ahí fuera 
para que la invocáramos.
Ahora se muere
sucia y decrépita.
Vendrán a rescatarla.
Siempre vuelven.
(7)
Sobre la línea rota del
horizonte,
mientras tus músculos
se deshilachan,
vuelve a nevar.
(8)
Por todas partes veo
ojos vacíos.
Hace días 
que solo 
golpeo en el espejo
del otro lado.
Pensé que había
venido aquí
a contemplar
la nieve.
Pero
no
es
eso.
Un humo
turbio
asciende
en espiral.
Busco
una
mano
ahora 
que mis manos 
son de corcho.
Signos,
síntomas.
Callad
el miedo
porque ya no sirve.
Cantad 
lo que sepáis.
Llega la hora.
(9)
La nieve
es un prodigio:
luz
y terror.
(10)
Desde el fondo
de este brocal
te llamo
Nieve, ven, nieve.
(Tampoco
Conviene 
Ser incauto).
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