Jan Miense Molenaer: El oído (de la serie Los sentidos), 1637, Mauritshuis, La Haya. |
—¡Vaale! ¡Dale!
—El urogallo es un ave que embiste.
—El camaleón ruge en su lecho.
—La marmota bota entre las olas.
—El leopardo se tiñe la melena.
—El canguro ladra seguro.
—La salamandra come almendras.
—El erizo se pone peluquín.
—La nutria no tiene patria.
—La elefanta bebe mirinda
—El camello oye.
—La lagartija en su bodega.
—El saltamontes, qué exagerao..., tan hiperbólico.
Y siguen, dispuestos a acabar con todo el repertorio y con nuestra paciencia. De modo que ¡chitón!
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1 comentario:
La capacidad de sugerencia del lenguaje es lo que tiene: es libérrima. El Capuletti del principio, sin prescindir de la evocación de sus muy nobles orígenes, es sobre todo una traducción de “Capullo” (tontorrón) en italiano macarrónico. Mi panda se asociaba a tu pulgar (sin duda peregrinamente) y tirando hacia la clara opción de banda (pandilla) del término. Los demás juegos son más bien obvios, aunque como nunca se sabe, y ya que me has dado pie, me extenderé no tanto en suministrar claves (que no es eso) como en señalar puntos de partida, pues el sentido real es siempre el que da quien lee e interpreta:
—El urogallo es un ave que embiste (como “uro” o toro ancestral)
—El camaleón ruge en su lecho. (Obvio)
—La marmota bota entre las olas. De “motu” proprio.
—El leopardo se tiñe la melena. Leo es pardo.
—El canguro ladra seguro. Obvia.
—La salamandra come almendras. Mandorla.
—El erizo se pone peluquín. Por su cabellera punki pero, sobre todo, por sus rizos.
—La nutria no tiene patria. Fónica.
—La elefanta bebe mirinda. Marcas de bebidas (puede que para nuevas generaciones sea incomprensible, pero suena bien).
—El camello oye. Martes y 13, en concreto Millán: “ello, oye”
—La lagartija en su bodega. Lagar.
—El saltamontes, qué exagerao..., tan hiperbólico. Literal,
Y así hasta hasta agotar la escala zoológica.
Supongo que estos dos colegas (el otro no tiene nombre, pero tendrá que llamarse algo así como Fetuchini) volverán a las andadas. Mis excusas por la “prolijidad”.
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