«Nulla dies sine linea, nulla dies sine linea, nulla dies sine linea...», se repetía como si fuera el mantra del adicto que está siempre en peligro de rozar la sobredosis. «Lo mismo que me mata me da vida», le decía alguien en su interior recurriendo a una antigua línea suya. Las ventajas del drama en gentes. Al fin, lograba salir del estatismo y la repetición pronunciando en voz alta el remate alejandrino del cuento: «Confío / en que la noche oscura resuelva este dilema».
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