Velázquez: Vista del jardín de la Villa Medici en Roma (La entrada de la gruta, h. 1630. Museo del Prado, Madrid. |
Aguzó el oído intentando captar lo que se decían los caballeros, pero debía de ser una conversación intrascendente y no fue capaz de retener una sola palabra. De modo que siguió tendiendo la delicada prenda sobre el barandal y, al ir a desplegarla por completo, fue cuando percibió el movimiento de uno de los personajes (los llamó así), que ahora parecía mirarla a ella, y la presencia de un tercero al que hasta entonces no había advertido.
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