jueves, 7 de marzo de 2019

La ciencia olvidada

Última versión de «El Ajedrecista», 1920. Museo Torres Quevedo, Madrid.
(Lecturas en voz alta). El estado de postración (y la palabra es exacta) de la ciencia española y su continuo desprecio y olvido en los presupuestos estatales son ya un tópico. Pero habrá que seguir denunciándolo. El olvido de figuras señeras en sus campos como Cajal, Torres Quevedo, Peral, Cabrera, e incluso más recientes como Ochoa o Grande Covián, además de pertinaz y obsceno, es doloroso. Y más cuando en los tiempos actuales, y merced paradójicamente a los avances que esas y otras mentes cercanas hicieron posible, no sería muy costoso remediar tan indecente situación. Si es que a alguien le preocupa. La lectura de este interesante reportaje pone de nuevo el dedo en una llaga que amenaza con convertirse —tal vez ya lo sea— en una realidad ulcerosa de imposible curación.

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