domingo, 2 de agosto de 2020

Sostiene Vargas Llosa




(Al filo de los días). Curioso a la par que interesante y hasta impertinente el artículo dominical de Mario Vargas Llosa. Qué razón tiene en su reivindicación del papel guiador y cancerbero de la gran crítica en el terreno literario, sin duda una de las más lamentables pérdidas impulsada por la banalización difundida por las redes sociales y su incesante reiteración de parabienes (u odios) recíprocos, pulsiones por completo ajenas al sosiego, atención e imparcialidad que requiere la tarea de opinar críticamente, además, claro está, de saber de lo que se habla. Es tal vez una de las más lamentables confusiones que, en buena medida, ha sido fomentada por la facilidad de los medios líquidos y el vaciado permanente de información sin formación. Vargas lo glosa con buenos ejemplos y cita nombres imprescindibles. Sin embargo, se diría que hacia el final de su artículo se le va un poco el oremus y termina nada menos que culpando al teatro y a la poesía de ser géneros «más plegables a la adaptación al medio, al conformismo y la resignación», mientras que la novela sería el último reducto de la lucidez. Curiosa opinión. Parece como si el Nobel peruano-español hubiera aprovechado las últimas líneas de su Piedra de toque para vengarse, taimada y tardíamente, de las reticencias de Borges frente a la “gran novela”, sobre la que no logró arrancarle, pese a su insistencia, un explícito reconocimiento. No hay que descartar, con todo, que la luz de agosto —a veces una espuerta de cal viva— vuelva más relevantes estas cosas.

Cobá y las ruinas del tiempo



«Los viejos dioses perdidos en el bosque» 
Ilustración ©️ Javier Serrano, 2020.

El camino de Cancún a Cobá no es para andado, aunque todo en esta vida viene a ser según y cómo, y algunos se han ido hasta Comala, que está más allá del más allá, para ver si encontraban a un pariente. Aquella vez estábamos de vacaciones en el Caribe mexicano y seducidos por las muchas bellezas de la península del Yucatán, cuando alguien nos habló de la antigua ciudad maya de Cobá, emplazada a sólo un par de horas en auto de nuestro hotel en Cancún. No lo pensamos mucho y, junto con otra pareja de turistas españoles, decidimos contratar un taxi para que nos llevara hasta las puertas del yacimiento.

El viaje transcurrió por carreteras principales y atajos laberínticos, y fue pródigo en palabras y complicidades. A menudo no es difícil encontrarle al mexicano la vena sentimental de la «madre patria», aunque incluso bajo esa fascinación, a poco que se presente la oportunidad, no dejen de recordarle a uno que, como dijo alguien, «aquello allá será lo mejor del mundo, pero las muestras que acá nos remiten son bien chingadas». Pero no hubo caso. Zacarías se portó de maravilla y fue un perfecto anfitrión.
Y de Cobá, ¿que decir? No voy a convertir mi relato en una guía de viaje, de modo que lo dejaré todo cifrado en poco más que el nombre y una visión. El primero ya está dicho, si bien convendría precisar que las ruinas de lo que fuera una importante urbe maya se encuentran en el estado de Quintana Roo. Hacia la segunda nos llevó el sendero de poco más de dos kilómetros que recorrimos desde la entrada del yacimiento hasta los diversos puntos donde se alzan los principales restos monumentales: sendos templos piramidales, numerosas estelas, altares y la estructura bien visible del Juego de Pelota.
Eran años en los que aún era posible ascender por las irregulares escaleras de las ruinas, y así lo hicimos en el caso de la llamada Pirámide de la Iglesia, una especie de mastaba de fuerte pendiente por la que trepamos hasta alcanzar la plataforma superior. Desde ella se imponía la extendida visión de las restos emergentes de diferentes construcciones de la antigua ciudad completamente devorados por la selva. He recordado a menudo esa interminable planicie verde punteada de puntos grisáceos, en especial durante los años, hasta diciembre de 2012, en que tanto se habló de la profecía maya del fin del mundo. Aquella superstición arrancaba de una estela encontrada en estas ruinas y, aunque es evidente que no se ha cumplido, tal vez haya algo que se nos escapa en los cómputos del tiempo. Y más cuando corren días en los que no es fácil estar seguro de casi nada, ni siquiera de en qué dirección se mueve la corriente general de la vida y, mucho menos, en qué sentido giran las manecillas del reloj.
(Las Caminatas, XIV)


sábado, 1 de agosto de 2020

Trikiklos (27)

Cecilia era

—y su voz sigue siendo—

una luz cierta.


***
Esta madrugada del 2 de agosto se cumplen 44 años de la muerte en accidente de circulación de Cecilia, una cantante muy especial a la que su temprana desaparición, unida a su inolvidable arte, transformó en un mito. El vídeo muestra uno de sus recitales. La Wikipedia relata así su trágico final: «El 2 de agosto de 1976, sobre las 5:40 horas de la madrugada, Cecilia falleció en un accidente de tráfico en la carretera C-620 (hoy renombrada como N-525), en el casco urbano de Colinas de Trasmonte, población del partido judicial de Benavente (Zamora). Regresaba tras un concierto celebrado esa misma noche en la Sala Nova Olimpia de Vigo (Pontevedra), y su automóvil, un Seat 124 LS matrícula M-2342-AX, se estrelló con la parte posterior de un carro tirado por bueyes , que circulaba sin luces, en un tramo de carretera que discurría por vía urbana pero en el que no había alumbrado público. También se apuntó como causa un cierto exceso de velocidad, pues estaba citada para unas grabaciones en Madrid a las 10 de la mañana y habían salido de Vigo sobre las 3 de la madrugada. En el momento del accidente iba dormida en el coche y murió de forma instantánea. La acompañaban sus tres músicos, dos de los cuales se salvaron con diversas heridas (como también el matrimonio de labradores que conducía el carro), pero desgraciadamente "Cegasa" (el batería), Carlos de la Iglesia, también murió en el acto. Por entonces se encontraba en el momento más glorioso de su carrera musical. Su fallecimiento dejó desolado a todo el país, pues la cantante poseía un carisma insólito y una popularidad sobresaliente. Tenía 27 años. Está enterrada en el Cementerio de La Almudena».

jueves, 30 de julio de 2020

En la muerte del diestro Raúl Sánchez

Raúl Sánchez, en plena faena.

 (Al filo de los días). Me entero, por un muro de FB de Talavera de la Reina, de la muerte del torero Raúl Sánchez, talaverano nacido en San Román de los Montes en 1940. Hace mucho que no sigo el mundo de los toros, de hecho nunca he sido aficionado, salvo de aquella manera algo deportiva (futbolera, más bien) de estar al tanto de los escalafones y los recuentos que tuve en mis años jóvenes, o por la devoción guardada a “héroes” de mi infancia como Antonio Ordóñez, Curro Romero, Antoñete o, muy en especial, Gabriel de la Casa, entre algunos otros nombres que aún me provocan cierta ilusión de haber llegado alguna vez a comprender, o al menos a sospechar, las muy hondas vibraciones de un arte que hoy me resulta inasumible.

A Raúl Sánchez lo vi torear una vez en La Caprichosa (así se llama el coso de Talavera, célebre porque en él «el torito Bailaor a José le dio la muerte») y varias tardes más por televisión. Alguna vez incluso lo pude saludar en la sobremesa de algún restaurante local, en compañía de mi suegro, que era gran aficionado y lo tenía en muy alta estima. Al contemplar hoy esta foto, que no sé si corresponde —pero podría— a una de sus grandes faenas en Madrid, he ido en busca de las palabras que en su día le dedicó Joaquín Vidal, gran maestro de la crónica taurina, heredero valioso de un género hermosísimo, y escritor a cuya capacidad metafórica y gracia sintáctica le debo mis postreros disfrutes taurinos. Y muy probablemente la escasa comprensión —si es que alguna tengo— de esa música, callada o vocinglera (que de todo hay), que los entendidos dicen que se escucha en el revoleo de los lienzos y, más aún, en la distancia que va de los ojos del diestro al bulto de la fiera, o viceversa. Que el toreo, por definición y estética, es arte de ida y vuelta, no sólo al ruedo; también —y muy particularmente— como sentimiento trágico del vivir.
En la crónica de Vidal hay un retrato elocuente de las características del diestro talaverano y de su peculiar honradez. Una página muy hermosa. Descanse en paz el gran torero. Supongo que su busto en el paseo de la Virgen de los Jardines del Prado talaverano estará rodeado de flores. Sumo con gran respeto y admiración las mías.

miércoles, 29 de julio de 2020

Trikiklos (25)

 



No sólo es música:
el tiempo canta.

Trikiklos (24)


Aquel verano,
en el jukebox* del barrio
el Let it be.
Sonaba como
algo nuevo y distinto:
otra emoción.
Cierta sorpresa,
la letra traducida
(«no es para tanto»).
En inglés, magia
—Let it be, Let it be...—
inacabable.
Y el trabalenguas
del Whisper words of wisdom
y Let it be.

*jukebox, gramola o pianola, más conocida como “máquina de discos”; recuerdo especialmente una que hubo en unos billares rodeada de flippers, futbolines y mesas de billar.

martes, 28 de julio de 2020

Trikiklos (23)



Lemas de entonces:
del «Contamos contigo»
al «... señor Conde».
(Los suspensivos:
valen por: «Cuando un monte
se quema...», digo).
¿Qué queda intacto?
Pues, más que nada, el fuego,
año tras año.


lunes, 27 de julio de 2020

Trikiklos (22)

Amigo, acuérdate
de aquella Antología
Lindas respuestas
que parecían chistes
pero eran ciertas.
Son un legado:
ningún informe PISA
va a mejorarlo.
Qué bien describen
el gusto por lo absurdo
y la burricie.
Hoy, sin embargo,
serían impensables:
¡ya todo es plagio!

Alteraciones


La poesía nos da todo cuanto nos falta
—decirlo así y no borrar la frase.

La poesía nos da todo cuando no falta
—sentir que cabe el mundo en un resquicio.

La poesía nos da todo cuando nos habla
—esa ficción de seres inmortales.

La poesía nos da todo cuando hace falta
—el poder de las madres y su sagrado nombre.

La poesía nos da todo cuando nos salva
—a su amparo se sueltan los nudos de la muerte.

La poesía no da todo con casi nada
—el día es como un lienzo que espera un sol de nieve.

sábado, 25 de julio de 2020

Trikiklos (20)

 


«Santo adalid,
patrón de las Españas,
amigo del Señor...»

El viejo himno
aún suena en mi memoria
y... «¡Boanerges!»

Viejas leyendas:
Santiago Matamoros,
Capitán Trueno.

Démosle pábulo,
sin que el patrón se ofenda,
al dibujado.



jueves, 23 de julio de 2020

Trikiklos (18)

El actor Manuel Galiana. Foto de Ana Jiménez.

El terror puro
fue Manuel Galiana:
«La zarpa». ¡Tétrica!

El gran Narciso
Ibáñez Serrador,
su director.

Y eran «Historias
para no dormir», para
estremecerse.

También fue allí
donde muchos supimos
de E. A. Poe.

miércoles, 22 de julio de 2020

El profesor Adrados, un clásico

Lectura del discurso de ingreso de Francisco Rodríguez Adrados, el 28 de abril de 1991. Fototeca de la RAE.
El profesor Adradaos, en una imagen de la fototeca de la RAE
(En voz alta). Morir a los 98 años, que es lo que acaba de ocurrirle al gran filólogo y académico Francisco Rodríguez Adrados, no debería computar como muerte sino como tránsito, sobre todo si se produce tras una vida tan plena y cuajada de hitos memorables. Los que aún alcanzamos a estudiar en nuestra adolescencia y juventud algo de griego, en aquel bachillerato de entonces acaso más denso e intenso que muchos posgrados actuales, nos hemos ido tropezando con su nombre —y con su saga— repetidas veces. Y siempre para bien. Hasta el punto de que ya forma parte de una especie de Partenón de las humanidades donde hay otras ‘cariátides’ con los rótulos de Tovar, Galiano, Pabón, Alarcos, García Yebra o el propio Emilio Lledó, tal vez ya el único superviviente de la "balsa" de la antigua sabiduría. Uno de los más destacados continuadores de esa tradición, el profesor Carlos García Gual, dice al final de la necrológica del que fue su maestro que «todos somos irrepetibles, pero don Francisco más que nadie». Irrepetible, inolvidable e insuperable, me atrevería a apostillar... si no fuera porque la memoria de largo alcance es una especie en peligro de extinción y la superación va a ser muy difícil de medir cuando ya no existan parangones. Ni acaso capacidad de comprensión para hipérboles como la que oí (¿o soñé?) esta mañana muy de mañana en la radio: «Ha muerto Homero a punto de cumplir un siglo de vida». Larga vida a la sabiduría.

Aquí pueden escucharse todas las conferencias que el profesor Adrados pronunció en la Fundación Juan March. Cortesía: J. A. Montano.

Trikiklos (17)

Una intervención televisiva de Alfonso Sánchez. Más detalles aquí.
Y nunca nadie
nos contó el cine como
Alfonso Sánchez.

martes, 21 de julio de 2020

Trikiklos (16)


Crítica y crónica:

boda de cine y gafas.
Humor sereno.

(¿Y no hay de fondo

una leve parodia*
de Alfonso Sánchez?)

Ay, esa jerga

y su hallazgo supremo:
«Tu ojo es bóvedo».


Lámpara para

darle al ingenio genio:
vigila Gila.

*El comentario se refiere al monólogo enlazado en «boda de cine».

Secretos de Creta

«El Minotauro saliendo de las aguas bajo el sol de Festos»
©️Javier Serrano, 2020

A la playa de Matala (o Mátala, según otras transcripciones), en el centro sur de la isla de Creta, llegamos tras una mañana intensa y solitaria entre las ruinas del palacio de Festos. En días precedentes habíamos empleado algunas horas en la búsqueda, finalmente fallida, del laberinto de Gortys, en la región donde se supone que reinó Minos y donde Teseo se agarró como pudo al hilo de Ariadna, lo que finalmente no le evitaría tener que convertirse en tal vez el primer diestro con nombre propio de la historia.

También teníamos aún muy vivas las impresiones de la gran y empinada caminata hacia la cueva donde nació Zeus (Dikteon Andron), tanto en nuestros sentidos como, muy particularmente, en nuestras piernas. Había sido aquella una ruta asombrosa, con un guía nativo de ya cierta edad que, a lomos de una mula, nos indicaba el sendero y a cada poco profería incomprensibles gritos, casi alaridos, tal vez sólo de ánimo, aunque en las dificultades del ascenso nos sonaban como jaculatorias de un viejo ritual. No cesaron hasta que nos dejó a la entrada de una cueva de medianas proporciones, con sus estalactitas y su estalagmitas, y sin ninguna huella reconocible, más allá de esas formaciones cristalinas, de la divinidad.
Posiblemente intercambiamos estas o parecidas impresiones al alcanzar las arenas de Matala, tras la cual se extendía el mar en todo su pelágico esplendor. Tras un rápido baño, subimos a las cavernas habitables del farallón, de las que ya teníamos alguna noticia, y leímos las historias del naufragio del rey Menelao, mientras comprobábamos que, en efecto, allí estaban las huellas de las comunas hippies de los años sesenta —Dylan y Joan Báez, entre ellos— e incluso descubrimos algún grafiti adornado con flores de sal. Al atardecer, también nos pareció ver a Minos, fundido con su toro —tal vez lo estuvo siempre—, saliendo de las aguas. Puede que sólo fuera un turista de testa poderosa. Es bien sabido que el sol poniente vuelve confusos los cuerpos y las formas.
De allí, o de las tiendas de Heraklion, nos trajimos, entre otros recuerdos, la estatuilla de las diosa de las serpientes y la medalla del disco de Festos que desde entonces cuelga de mi cuello. Ahora dicen que el disco, aún indescifrado, probablemente sea una falsificación. Pero, a estas alturas, ¿hay algo que esté libre de una sospecha así? Las cosas nunca son lo que parecen. Nosotros puede que tampoco.

(Las Caminatas, XIII)

lunes, 20 de julio de 2020

Vuelo libre

Nada es sólo porque sí
ni aun el mero azar siquiera.
Cada gesto arranca máscaras
y el paisaje nos expresa
de un modo visible y cierto:
somos espectros de luz
capturados en la escena
de los días sucesivos
y el alma que nos habita
por adentro es una huella
de los sueños que vivimos
entre palabras. La niebla
también es real. Reales
son los cuerpos. Y es la tierra
—doble madre, herida doble—
el filo de una tormenta:
la sangre, el pulso, la noche
que extiende su nada extensa.

En el volver de las horas,
que vuelan como cometas
entre ráfagas de viento,
se nos va la vida. Incierta
vuelve a ser la luz. Hay sombras
caminando con cadenas
a los pies. El vuelo libre
se nos transforma en la ciencia
de la alegría... y se esconde
al fondo de la caverna.
Y las imágenes mustias,
disecadas, casi muertas,
que nos salen al encuentro
nos traban, y deshacerlas
no es tarea fácil. Nadie
tiene cabal la certeza
de estar vivo: la constancia
es solamente una prueba
del hábito de existir
para que nadie lo sepa.
(Levedades)

Trikiklos (15)

¿Y qué se fizo
de Guillermo Sautier
(¡ay!) Casaseca?

domingo, 19 de julio de 2020

Adiós a Juan Marsé

Juan Marsé, en una imagen del 2017.


(En voz alta). Adiós a Juan Marsé. A ver quién nos cuenta ahora las “aventis”. Buen vuelo y gracias.

Trikiklos (14)

Spinoza superstar
LUSTRACIÓN DE CÉSAR SEBASTIÁN / FOTOGRAFÍA DE LINO ESCURÍS. El País
«Y la tristeza,
qué hacer con la tristeza»
(Ramón Andrés).

La frase brilla
en medio de este texto
sobre Spinoza.

Los días mueven
—pájaros disecados—
alas inútiles.

Si ya el mar sé,
no hacía falta decirlo
una otra vez.

(Lectura y Homenaje)

sábado, 18 de julio de 2020

Trikiklos (13)

Franco, Mola vociferante y otros golpistas del 18 de julio de 1936.

también fue sábado.

¿Y dónde estaba
el ángel de la patria?
De maniobras.

Después se quiso
convertirlo en un premio:
la paga extra.

¿Queda muy lejos?
Conviene no olvidarlo.
No vaya a ser...

viernes, 17 de julio de 2020

Arrabal

(Tiempo contado). 17 julio, viernes. 13:40. El “impasse” grave del verano. En esta situación, y en plena canícula, el tiempo amenaza con solidificarse y asfixiarnos como si hubiéramos caído dentro de un bloque de hormigón. Menos mal que está el aire acondicionado...
No sé por qué —aunque tampoco sería difícil de explicar— me he acordado de un poema de Fernando Arrabal que fue, en su momento (primeros ochenta), toda una revelación. Y como las verdaderas “iluminaciones”, su halo aún dura. Lo copio en francés. Es de fácil comprensión.
 J’ai une bulle d’air. Je la sens très bien. Quand je suis triste, elle se fait plus lourde et parfois, quand je pleure, on dirait une goutte de mercure. La bulle d’air se promène de mon cerveau à mon cœur et de mon cœur à mon cerveau».
Enseguida he podido localizar el libro, pese a que hace al menos treinta años que no había vuelto a verlo. El entrañable y valioso rigor del orden alfabético. ¿Que sería de nosotros sin el orden alfabético?

Trikiklos (12)




Y parecía

que todo era más dulce

dicho en francés.

miércoles, 15 de julio de 2020

Homenaje a los muertos

Pebetero de homenaje a las víctimas del Covid19.

(En voz alta... y, de nuevo, “en son de Paz”). He podido saber que en el acto de homenaje a las víctimas del covid-19, que se celebrará el próximo jueves 16 por la mañana, en el Patio de la Armería del Palacio Real, el actor José Sacristán leerá un poema de Octavio Paz. Se trata de «Silencio», un texto de juventud del escritor mexicano (de 1944, es decir, de hacia sus 30 años) pero que, como suele ocurrir en la escritura de todos los grandes poetas, ya contiene algunos de los asuntos y enfoques fundamentales de su obra; en este caso, la especial valoración del “silencio significativo”, no tanto en el sentido algo tópico del “sonido del silencio” como en el de vacío y suspensión, de no interferencia, que precede y sucede a la palabra, al estilo de aquella máxima de Valente —que el propio Paz hubiera firmado— de que «un poema no existe si no se oye, antes que su palabra, su silencio».
No sé a quién se debe la elección de este poema para este acto, pero en mi opinión el acierto es pleno. Tanto por lo que expresamente sus versos dicen —palabras emotivas para contener el dolor y acaso la rabia— como por lo que entre sus líneas podemos intuir y sentir. Pocas cosas son capaces de llegar tan hondo y tan adentro como las palabras de los poetas: ellos saben decir mejor que nadie la verdad de lo que nos pasa y acaso la substancia de lo que pasa en realidad. He aquí el poema:

Silencio

Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.
                                                    Octavio PAZ

[«Condición de nube», 1944, recogido en Libertad bajo palabra (1935-1957), 1960; y en Obra poética I: 1935-1970, vol. 11 de las primitiva edición de Obras Completas. Edición del autor. Círculo de Lectores, Barcelona, 1996].

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

Trikiklo (10)


Humo en el cielo
detrás de las colinas:
palabra apache.

martes, 14 de julio de 2020

Trikiklos (8-9)




Viejo milagro
del espacio infinito:

el Seat 600.

(Tal vez por eso
el “hágase” del Fiat

trocose en Seat).

lunes, 13 de julio de 2020

Chispas



Si bien se mira,
el juego es uno solo:
la luz, la sombra.
Aunque a veces varía
y te asombra la luz.

No hay más remedio
que vivir en el filo
de la navaja.
Y no olvidarse luego
de la piedra angular.

Escucho a veces
el silbido vibrante
de un viejo oficio.
Y una ráfaga alegre
cruza mi corazón.


(Levedades)

Trikiklos (7)

La subida y el descenso del puerto pirenaico será siempre recordada en España por la desafortunada caída que privó al corredor manchego de ganar el Tour de Francia de 1971.
Añadir leyenda
En la memoria
aún me duele la sangre
de Luis Ocaña.


(El lunes 12 de julio de 1971 —hace sólo 49 añitos y un día— el ciclista conquense sufrió una terrible caída en el descenso del Col de Menté, cuando era un firme candidato a ganar la prueba frente al insaciable «Caníbal» Mercks. Lo conseguiría dos años después).

sábado, 11 de julio de 2020

Juan González Álvaro, un temprano adiós

La imagen puede contener: una persona
Añadir leyenda
(Al filo de los días). Me acabo de enterar de la muerte del editor Juan González Álvaro. Trabajé a menudo con él, especialmente durante la época en que remozó por completo la editorial Espasa, dentro del grupo Planeta. Y aunque no puedo decir que fuéramos amigos, sí tuvimos una muy buena y fluida relación, y compartimos algunas charlas y ocasiones muy divertidas (en las fiestas de Santillana, por ejemplo), además de trabajar duro en algunos de los proyectos de reinvención del fondo de Espasa para adaptarlo a los nuevos tiempos y mercados. Probablemente haya sido el editor más “brillante” de mi generación (desde luego, uno de los que concitaba mayor disputa por sus servicios) y era un gran conversador. Ha sido una sorpresa muy triste toparme con esta necrológica. Buen viaje, colega.

Trikiklos (5)


Hace hoy diez años

—ayer como quien... sueña—:
del gol de Iniesta.

viernes, 10 de julio de 2020

miércoles, 8 de julio de 2020

«Perdidos»..., diez años después



(Al filo de los días). Por una columna de Sergio del Molino acabó de enterarme que ya se han cumplido ¡diez años! de la extraña madrugada en que Perdidos, la entonces no sé si mítica o sólo mefítica serie de televisión, llegó a su increíble fin celestialmente chapucero. ¡Diez años! Mientras me sobrepongo al susto temporal y trato de reordenar algún recuerdo no inventado (me ayuda a ello esta crónica de aquí mismo), caigo en la cuenta —aunque ahí estaba ya la intuición— de que los verdaderamente “perdidos” éramos los espectadores. Tal vez el río siga siendo una salida.

Trikiklos (2)

Programa de La Clave, con José Luis Balbín, su director.

Tertulia, humo,

música de suspense,
Balbín... ¡La Clave!





martes, 7 de julio de 2020

Trikiklo (1)

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Fraga en Palomares, 7 de marzo de 1966.

A Fraga, en bragas
no era fácil pillarlo,
pero en calzones...



Sobre el suceso de la bomba de Palomares,
es muy interesante este reportaje de la revista Esquire