lunes, 20 de julio de 2020

Vuelo libre

Nada es sólo porque sí
ni aun el mero azar siquiera.
Cada gesto arranca máscaras
y el paisaje nos expresa
de un modo visible y cierto:
somos espectros de luz
capturados en la escena
de los días sucesivos
y el alma que nos habita
por adentro es una huella
de los sueños que vivimos
entre palabras. La niebla
también es real. Reales
son los cuerpos. Y es la tierra
—doble madre, herida doble—
el filo de una tormenta:
la sangre, el pulso, la noche
que extiende su nada extensa.

En el volver de las horas,
que vuelan como cometas
entre ráfagas de viento,
se nos va la vida. Incierta
vuelve a ser la luz. Hay sombras
caminando con cadenas
a los pies. El vuelo libre
se nos transforma en la ciencia
de la alegría... y se esconde
al fondo de la caverna.
Y las imágenes mustias,
disecadas, casi muertas,
que nos salen al encuentro
nos traban, y deshacerlas
no es tarea fácil. Nadie
tiene cabal la certeza
de estar vivo: la constancia
es solamente una prueba
del hábito de existir
para que nadie lo sepa.
(Levedades)

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