sábado, 25 de enero de 2020

Billisqueira

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Francisco de Goya: Las viejas o El tiempo, 1810-1812.
Palais des Beaux-Arts, Lille.
Lo más adecuado es que la última máscara de la temporada lleve el nombre de aquella figura o personaje o acaso sólo resonancia que a ella le provocaba una mezcla de risa y enojo, puede que incluso el inicio de un verdadero enfado, casi siempre resuelto en aspavientos:
—¿E cómo podes ser tan mala persoa pra chamar a túa mai cuise nome de felo? ¡Dios me valia! ¡Tolo, mais que tolo!
Y había entonces en sus ojos, tan expresivos y teatrales, la misma luz generosa que aún veo en el espejo. Se acabó el Carnaval.
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In illo tempore (mutatis mutandis)

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Codex Manesse, f. 64r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Dietmar von Ast. 
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Mis tiempos de buhonero fueron breves pero intensos. Duraron sólo doce o trece días y tuvieron como principal escenario la plaza del Fontán, en Vetusta. Allí vi también por vez primera al Ciego de Lugones declamando sus viñetas sobre el crimen de Peñaranda. Y a Aurielín el Mañuecu, que venía a ser como el cherife de todo aquello y siempre andaba haciendo bromas carballonas. Pero de lo que más me acuerdo es del día aquel en que se me rompió, en la fuente del mercado de abastos, la botella taponada y de aquella mi huida, absurda pero movida por el miedo a la segura bronca, por calles desconocidas hasta las afueras de la urbe. La escandalera. Fue ese además el día del encuentro, allí en Santa María, en las faldas del Naranco, con el famoso Cuélebre y su lengua de fuego, un monstruo que desde entonces mismo —y esa es la intensidad a la que me refería antes— no ha dejado de aparecérseme en sueños y disparates, si bien desde hace años sólo lo hace ya en forma de dibujo animado y de trazo desmadejado algo risible. Como se ve, nadie está libre de la degradación.
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viernes, 24 de enero de 2020

Los andurriales

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Calle de Álvarez Gato, en el centro de Madrid. Foto de @anam_marcos
El papel que me encontré por aquellos andurriales decía así: «... acabada la noche, y con una firme e inveterada devoción de fondo por el don del esperpento, espejo eterno de todas las deformaciones y taras hispánicas, nos fuimos al Callejón del Gato en busca de lo que ya ni queda de don Ramón y ni su nombre ampara a estas alturas de las murmuraciones. Y con todo y con eso, sin lamentarnos no más de lo necesario, tampoco menos, pero con plena aquiescencia a cuanto la certeza de iterar nos depare, el martes enterraremos la sordina y todo volverá a ser ruido y furia».
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Iuvenes dum sumus

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Codex Manesse, f. 71v. Hacia 1305-1313. Página de Herr Kristan von Hamle.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Eran días alegres aunque no siempre fueran luminosos y teníamos por delante tanto tiempo que lo demás importaba poco, nada en realidad. En realidad, ignorábamos las terribles certezas y cuando llegábamos al ubi sunt veíamos más la elegancia retórica de la pregunta que su grave contenido. Por eso lo más curioso ahora, en las raras ocasiones en que volvemos a entonar el himno, es que somos conscientes de que en la práctica todo ha ocurrido casi sin darnos cuenta. Estamos vivos de milagro.
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jueves, 23 de enero de 2020

Carpe risum

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Codex Manesse, f. 255r. Hacia 1305-1313. Página de Von Trostberg.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.

¿Qué sería de nosotros sin los episodios chuscos de la historia? A estas alturas, con lo graves que son y lo en serio que van los azares (incluidas sus raras concordias), aún tiene más valor el instinto bizarro que nos lleva a buscarle el famoso trespiés al felino, venga o no a cuento, y una gota de miel al vinagre de esponja en la cruz. Al fin y al cabo, y si bien se le mira el visaje al fiambre que espera, no podemos hacer otra cosa más útil —no, no, no podemos— que ensayar una huida de gestos calmados ante el último ataque de asombro. Estamos —¡todavía!— vivos de milagro.
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miércoles, 22 de enero de 2020

Hic sunt ossa

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Codex Manesse, f. 423v. Hacia 1305-1313. Página de Der Kanzler.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Amábamos tanto la música, que era frecuente que cada uno llevara consigo una libretita para apuntar las letras de las canciones que solíamos cantar en las interminables filas escolares o en las caminatas de los días de campo, y tal vez por eso, aquí en el cementerio, aún recordamos las viejas costumbres, e incluso hay noches de niebla en las que salimos de nuestro reposo en la sombra y, después de entonar alguna vieja danza (macabra, por supuesto), nos ponemos a jugar al mus. Sólo hizo falta morirse para comprobar que nuestro destino estaba escrito en una canción.
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martes, 21 de enero de 2020

Tintinnabulum

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Codex Manesse, f. 75v. Hacia 1305-1313. Página de Herr Heinrich von der Mure.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
«Como era el más joven de la comunidad, aquel curso me correspondió la función de campanero. Fueron tiempos difíciles. Había que levantarse media hora antes que nadie y recorrer los gélidos pasillos del coloso de granito yendo camareta por camareta, celda por celda, puerta por puerta, haciendo sonar un gran esquilón, como de rebaño, y comprobando mediante los diálogos oportunos que todos los hermanos, profesos o no, y sus reverencias quedaban alertados y despiertos para que pudieran acudir puntualmente a los primeros oficios y cada uno al suyo. Fue precisamente en una de esas horas antes del alba cuando descubrí el cuerpo sin vida del hermano ecónomo, en muy extrañas circunstancias, aunque no sé si, como se dijo después, con la lengua ennegrecida. El caso es que no había pasado ni medio día cuando ya estaba allí, como llamado por un ángel, el muy renombrado fray Guillermo... De Baskerville, claro. Que a Ockam aún no habíamos llegado en las clases de historia de la filosofïa impartidas por nuestro profesor, el muy leído padre Unguis, y en consecuencia no estábamos en condiciones de aplicar sus métodos deductivos y mucho menos los principios de la famosa navaja. A decir verdad, ahora que ha pasado tanto tiempo y seguramente no quede vivo ya nadie a quien le importe, puedo confesar que fui yo mismo el que...» Lamentablemente, aquí se interrumpe el manuscrito, justo junto a una gran mancha carmín que ocupa casi media página y que, mientras la observo, me trae a la memoria algún verso escolar.
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lunes, 20 de enero de 2020

Adagia Andante

(homenaje a Wallace Stevens)
(1)
El poema es un ring.
Si suena la campana,
deja de golpear:
es hora de oración.
El poema es un hermoso palomar
en medio de los campos anegados.
El poema es un río: en su corriente
viven y mueren las criaturas
de tu imaginación.
El poema carece de propósitos:
él es su propio silo y la cosecha.
Los gusanos de seda son poetas.
Y se vuelven poemas (díselo
al que quiera imitarlos).
El poema ya está condecorado.
Si buscas que lo premien lo destruyes.
El poema es un campo de batalla.
El poema, si lo catas, sabe a tierra.
Es absolutamente comestible.
Cada poema tiene su lugar.
Por él pasa la vida.
El poema no pide nada más.
Por el poema
puedes meter tus manos
en el fuego.
El poema es lo mejor que va a pasarte:
no lo dejes pasar,
no lo detengas.
La fiebre del poema no se cura.
Tampoco la epidemia de la nieve.
El poema está vivo. O no es poema.
Puros poemas para crear a Dios
Y decirle adiós luego.
El poema es la vida. O está muerto.
El poema es de todos. Y de nadie.
Solo exige conciencia de presente.
Poema, exactitud: mecánica celeste.
Un poema es (claro está) un meteoro.
Poemas al ocaso: redundancias.
El día es sólo noche transparente.
No hay palabras que escapen del poema:
en su centro, un imán las vuelve átomos
en fusión nuclear. Pura energía.
El poema es un alto en el camino.



Miles gloriosus

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Codex Manesse, f. 26r. Hacia 1305-1313. Página de Graf Friedrich von Leiningen.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Aquel gracioso dibujillo del legionario romano botarate y fanfarrón con que el método de latín de 2º de bachillerato ilustraba la expresión miles gloriosus se me ha aparecido muchas veces a lo largo del camino (in itinere, como quien dice), encarnado en personajes con los que, más allá de su proverbial bravuconería, a menudo he conseguido hacer buenas migas. Y hasta amistad. Al fin y al cabo, el que esté libre de culpa... que devuelva el casco.
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domingo, 19 de enero de 2020

Los felices Goya

Cocinando un Goya.
La trigésimo cuarta edición de los Premios Goya, que tendrá lugar el próximo sábado 25 de enero, va a ser notable por diversas razones. La primera porque volverá a celebrarse fuera de Madrid: tras la buena experiencia sevillana de la pasada edición, la muy cinematográfica ciudad de Málaga, y en concreto su Palacio de los Deportes, será el escenario de este año. La segunda, muy acorde con la ubicación elegida, porque se rendirá homenaje a Marisol, decisión justa de toda justicia y cargada además de un gran significado por lo que supone de reconocimiento de una figura que podemos considerar más allá del bien y el mal, y cuya sola mención está cargada de nostalgias, reminiscencias y, también, de un elogio tácito a una forma admirable de saber retirarse. Y la tercera, y ya dentro de lo estrictamente competitivo, porque el nivel de las obras en disputa es más alto que nunca, con cuatro o cinco, incluso seis filmes que bien pueden considerarse obras de gran calidad y capaz casi cada una  de ellas de ser la protagonista del palmarés. De hecho, lo razonable sería que la competición se saldase con un amplio reparto de distinciones, para de ese modo reconocer lo que ha sido una cosecha cinematográfica en verdad excepcional, a mi juicio una de las mejores de la historia de los premios.

Como cada año desde hace una década, en La Posada lanzamos al aire nuestra apuesta, más que nada como excusa para enhebrar algunas impresiones sobre el cine español visto en la temporada. Aunque cada vez sea más difícil ver cine en el cine. De hecho, he decidido fechar en la visión de El Irlandés, acontecida el  jueves 15 de noviembre de 2019, en los cines Verdi, el día de mi despedida de la ceremonia del cine a la vieja usanza, aunque seguiré asistiendo a las salas mientras el cuerpo y el bolsillo aguanten. Y sin más, al lío.

☻ Goya de honor: Pepa Flores, MarisolUn reconocimiento justo, necesario, reconfortante. Como escribí en mi muro de Facebook, no conozco a nadie de mi generación que, de una u otra forma, no estuviera enamorado —o enamorada: dicho sea sin tapujos— de Marisol. En mi caso, confieso que considero cómo uno de los hitos de mi infancia el haber completado el álbum de cromos de «Marisol rumbo a río», de modo que quizás no hagan falta mayores pruebas de mi devoción por la actriz. Parece que ella no recogerá en persona el galardón, aunque yo no pierdo la esperanza. 

Mejor película: Dolor y gloria. La decisión más difícil. No hay más remedio que actuar por descarte entre las cinco nominadas. Dejaré de lado en primer lugar Lo que arde (O que arde), por menos conocida y publicitada; de hecho aún no he logrado verla, aunque espero poder hacerlo en breve gracias a esa magnífica iniciativa de la Sala Berlanga, que entre enero y febrero programa las principales películas que compiten en los premios. Descartaré después Intemperie, el excepcional western de Benito Zambrano inspirado de la novela de igual título de Jesús Carrasco, muy elogiada y valorada en su momento (aunque reconozco que me costó trabajo entrar en ella: como novela me pareció demasiado abstracta y, desde luego, las comparaciones con Delibes y Comarc McCarthy las juzgo muy forzadas). La película es muy notable, y ocupará un lugar destacado entre las escasos títulos de nuestra filmografía que pueden encuadrarse en este género. En algún  momento, sobre todo por similitudes genéricas, me recordó a Blackthorn (2011), aquella historia dura y hermosa de Mateo Gil rodada en un saladar. Entre el trío restante, no es nada fácil decidirse: aunque muy distintas, son tres filmes redondos, de modo que, considerando que la historia de la La trinchera infinita puede resultar más conocida y que Mientras dure la guerra va a obtener otros varios reconocimientos, me decanto por Dolor y gloria, el valiente ejercicio autobiográfico de Pedro Almodóvar, que también compite en los Oscar.

Mejor dirección: Alejandro Amenábar por Mientras dure la guerra. Otra decisión peliaguda. Tanto Almodóvar como Aitor Arregi, Jon Garaño y José Mari Goneaga, el trío director de La trinchera infinita, podrían alzarse con el premio. Pero me decanto por Amenábar porque en su retorno a la gran pantalla ha tenido que lidiar con las personalidades de dos grandes actores y ha sabido salir airoso del envite, además de deja su impronta tanto en la muy inteligente forma de contar la historia como en la recreación de escenas que están muy presentes en la historiografía hispana.  
  
Mejor actriz protagonista: Belén Cuesta, por La trinchera infinita. Tras destacar por sus notables dotes cómicas en títulos como La llamada o en la serie de Paquita Salas, la actriz sevillano-malagueña ha dejado en esta película una interpretación excelente, con el mérito añadido de hacerlo dándole la réplica a un actor tan sobresaliente y ubicuo como Antonio de la Torre. Creo que es una de las bazas más seguras, por méritos propios y porque la que podría ser su principal rival, Penélope Cruz, por su madre joven de Dolor y gloria, tiene en su contra lo escueto de su papel. Sería una gran sorpresa que se impusieran Marta Nieto, por La madre, y más aún la debutante Greta Fernández, por La hija de un ladrón.

Mejor actor protagonista: Antonio Banderas por Dolor y gloria. Me decanto por el actor malagueño porque intuyo que va a tirar de su candidatura su relevancia internacional; aunque bien pensado, eso mismo podría influir para que el gran Karra Elejalde, que borda su Unamuno, se lleve el Goya.

Mejor dirección novel: Aritz Moreno, por Ventajas de viajar en tren. Con posibilidades también para Belén Funes por La hija de un ladrón.  Son brindis al sol: No tengo suficiente criterio para decidir en esta categoría, ya que sólo he visto una de la películas finalistas, Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó, que tal vez pudiera dar la sorpresa.

Mejor guion original: Pedro Almodóvar por Dolor y gloria. A mi entender, se impondrá la fuerza confesional de este filme, aunque la recreación histórica de Amenábar tiene mucho mérito y el trío vasco de La trinchera infinita ha logrado graduar con mano maestra el dramatismo de un enterramiento en vida (la peripecia de un "topo") que no era nada fácil de contar.

Mejor guion adaptado:  Benito Zambrano, Daniel Remón y Pablo Remón por su adaptación de Intemperie, la celebrada novela de Jesús Carrasco, de la que consiguen extraer con mano maestra tanto el clima emocional como los aspectos ambientales, al tiempo que acentúan los perfiles trágicos de la historia. Alguna posibilidad para Buñuel en el laberinto de las tortugas, que consigue que una novela gráfica se convierta en una muy interesante filme de animación, del que destaca sobremanera la muy creíble incorporación del personaje de Luis Buñuel.

Mejor actriz de reparto: Julieta Serrano, por Dolor y gloria. Apuesto por la veteranía, aunque Natalia de Molina por Adiós tiene también posibilidades.

Mejor actor de reparto: Asier Etxeandía, por Dolor y gloria. En dura competencia con su compañero de reparto Leonardo Sbaraglia y con opciones para Luis Callejo, que hace un duro durísimo de mucho mérito en Intemperie. Dicho lo cual, qué notable el Millán-Astray al que da vida el gran Eduard Fernández en Mientras dure la guerra.

Mejor actriz revelación: Bendicta Sánchez, por Lo que arde (O que arde). Confieso que he cambiado mi voto tras escuchar esta mañana una entrevista en la radio con esta anciana gallega, que además ha aumentado mis deseos de ver la película en el cine, tarea que exige un notable fidelidad y total disponibilidad de tiempo, además de un poco de suerte. De todos modos, mantendré una opción para la que había dio mi primera apuesta: Ainhoa Santamaría, por Mientras dure la guerra. 

Mejor actor revelación: Santi Prego, por Mientras dure la guerra. Su Franco es realmente destacable. Viéndolo, en algunos momentos me recordó cierta gestualidad cercana a la del director de la película, Amenábar. Cuál no sería mi sorpresa cuando después le oí decir a alguien que el mejor imitador de Franco era el propio Amenábar. Me pareció también destacado el debut de Nacho Sánchez en Diecisiete.

Y en el resto de categorías...

Mejor música original: Alejandro Amenábar, por Mientras dure la guerra. Tendrá como duro rival al multipremiado Alberto Iglesias, con Dolor y gloria. Pero el trabajo de Amenábar es de una gran finura y merece el premio.
Mejor canción original: Intemperie de Javier Ruibal, interpretada por Sílvia Pérez Cruz en la película homónima. Aprovecho para subrayar el impactante y hermosísimo arranque de este filme, en buena medida gracias al peso que tienen en él los compases de Gallo rojo, la conocida canción de Chicho Sánchez Ferlosio que Sílvia PC interpreta como nadie.  
Mejor dirección de producción: Carla Pérez de Albéniz, por Mientras dure la guerra.
Mejor dirección de fotografía: Mario Herce, por Lo que arde (O que arde).
Mejor montaje: Teresa Font, por Dolor y gloria.
Mejor maquillaje y/o peluquería: Karmele Soler y Olga Cruz, por Ventajas de viajar en tren.
Mejor dirección artística: Juan Pedro de Gaspar, por Mientras dure la guerra.
Mejor diseño de vestuario: Alberto Valcárcel, por Paradise hills.
Mejores efectos especiales: Mario Campoy e Iñaki Madariaga, por El hoyo (The Platform).
Mejor sonido: el equipo de La trinchera infinita.
Mejor película de animación: Klaus, con posibilidades para Buñuel en el laberinto de las tortugas.
Mejor película documental: Auterretrato, 
Mejor película iberoamericana: la argentina La odisea de los giles, que cuenta con un destacado trabajo de los Darín, padre e hijo.
Mejor película europea: Los miserables, de Ladj Ly.
Mejor corto de ficción: El nadador, de Pablo Barce.
Mejor corto documental: El sueño europeo: Serbia.
Mejor corto de animación: Madrid 2120.

 Aciertos ☻Aproximaciones


Resultado de imagen de Goyas

Libre te quiero


(Oído en voz alta). Cualquier momento es bueno para escuchar este himno de libertad que a muchos nos acompaña desde la más tierna juventud. Y a cuyas luminosas palabras y a su ritmo alegre y saltarín nos encomendamos casi como un mantra y una manta con la que cubrir ciertas desnudeces. Cuando algunos pretenden llevar el concepto de propiedad privada hasta el límite de su propia medida de las cosas, sin excluir la zafia mezquindad y el miedo como motor de la vida, es oportuno reflexionar y cantar en voz alta.
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Melancolía & incertidumbre

Ayer era melancolía, hoy depresión
Cubierta del libro.
(Al hilo de los días). La melancolía en tiempos de incertidumbre: he aquí un libro que se impone desde su propio y hermoso título y al que, como señala este artículo, conviene prestar atención. Y ello tanto por el análisis y diagnóstico de los “males” de nuestro mundo, contemplados en términos de depresión social, como por las salidas prácticas que propone, la principal una especie de revolución cotidiana que nos devuelva el valor del tiempo consciente y restaure la relación verdaderamente amorosa con el mundo, más allá de las compulsiones favorecidas por nuestros modos actuales de hiperconexión. Hay que seguir el rastro de esta discípula de Hannah Arendt porque tiene el don de la lucidez.
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Terror Oris

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Codex Manesse, f. 311r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Hawart.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Era muy niño cuando descubrí el terror. O su posibilidad. Primero fue a través de los cuentos crudos que me contó la señora Anselma, durante unas semanas que estuve sin salir de casa aquejado de unas fiebres. Eran relatos en los que aquella viejecita, una narradora extraordinaria, no se ahorraba detalles crueles en las más terribles escenas de maldad pura, aunque era muy sabia a la hora de graduar los efectos y, si bien a veces se aproximaba a territorios muy oscuros, siempre lograba restablecer el equilibrio y desembocar en espacios de calma. Sobre la segunda etapa de mi aprendizaje no puedo decir mucho, salvo que sigo en ella.
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sábado, 18 de enero de 2020

El día de Dante... y otros

Dante fotografiado por Sandro Boticelli, hacia 1495.
Biblioteca y Fundación Martin Bodmer, Cologny (Suiza). 
(Al hilo de los días). Una buena nueva: Dante tendrá su fecha en el calendario, el 25 de marzo. Aunque, no nos engañemos, la fecha ya tenía de por sí suficiente pedigrí. Ahora ya sólo falte que la declaren patrimonio temporal de la humanidad. Y que dure mucho. Una gran alegría.

Amor tussique non celatur

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 Codex Manesse, f. 311r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Alram von Gresten.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
En pleno invierno, tal vez no fuera la mejor idea ponerse a comparar el amor con la tos, pues cabía la posibilidad de que alguien lo tomara por un corazón demasiado sensible, incluso tornadizo, y siempre presto a pillar un resfriado.
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viernes, 17 de enero de 2020

Leyendo a Millás

Un hombre se baña junto a una muñeca a la que considera su pareja.
Hombre y muñeca en el baño. Foto Behrouz Mehri, AFP/El País.
(Lecturas en voz alta). Leyendo a Millás, rara es la ocasión en que no siento un resistible deseo de compartir sus columnas. Pero se queda en deseo. Hay días, sin embargo, como el de hoy en que la pieza exige comunicación. Diría que de gozo (artístico, sin duda), aunque las escenas de Millás muy a menudo duelen. No se la pierdan. Dudo mucho que hoy se les vaya a cruzar algo con más valor.

Beatus ille

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Codex Manesse, f. 323r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Geltar.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
La vez aquella en que visité la finca de La Flecha, a orillas del Tormes, ví allí las ruinas de una casa cuyas paredes estaban llenas de pintadas obscenas. «Aquí me la mené siete beces», decía la más llamativa, entre dibujos de penes y vulvas. «Esto es un chumino», rezaba otra bajo el dibujo de una especie de óvalo moteado de puntitos, supongo que para que no quedaran dudas. Y, cosa curiosa, había también una especie de caricatura de un señor calvo con grandes gafas bajo el cual se leía con letras de tebeo: «Aquí cagó Carioco». Impresionado por aquellas muestras de rotunda humanidad, reconozco que me costó trabajo adivinar en el hermoso paisaje fluvial circundante las trazas o los trazos de «la escondida senda». No he vuelto desde entonces.
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jueves, 16 de enero de 2020

In somnia

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Codex Manesse, f. 323r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Reinmar von Zweter. 
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Aprendí a cruzar las fronteras del sueño y a sortear los espacios turbulentos del otro lado. Logré recorrer el subterráneo del gran cubo y fui capaz de trepar por las altas paredes cubiertas de hiedra. E incluso conseguí vencer el miedo del salto al vacío hasta convertirlo casi en una rutina. Pero esta noche no sé qué hacer con el insomnio. Ganas me dan de subastarlo. Y que se lo quede el mejor impostor.
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miércoles, 15 de enero de 2020

Super flumina

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Codex Manesse, f. 319r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Niune.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Hace tiempo que decidí fiarlo todo a la sensualidad y su fundamental instinto imaginario. La vida no es más que un río de palabras.
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martes, 14 de enero de 2020

Consumo cultural


¿Los hogares españoles gastan en cultura?(Al hilo de los días). Son interesantes los datos de este estudio sobre «consumo cultural» del que se hace eco el blog de Cedro. De él se deduce que cada hogar español gasta en consumo de bienes culturales (libros y prensa, cine, teatro, música...) una media de 1,87 € al día, el equivalente a lo que cuestan dos barras de pan de gama media. Los datos estadísticos siempre tienen en su contra, y por definición, el necesario peso y desenfoque de las generalizaciones. Pero son, a su modo, balizas en el terreno de la realidad y conviene tenerlos presentes para hacer pie en nuestras lucubraciones sobre lo humano y lo divino.

Ora et labora

Codex Manesse, f. 362r. Hacia 1305-1313.
Página de Rudolf der Schreiber. Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Fueron aquellos años de intensos estudios, de aprendizaje de un lenguaje nuevo, de horas y horas en el scriptorium iluminando códices, de cantos litúrgicos al ritmo de las horas y de no pocas jornadas vertidas en los campos helados de la estepa entregado a arduas tareas agrícolas, y todo ello sin dejar de escrutar ni un solo día el punto aquel del horizonte por donde sabría que habría de llegar la señal que indicara el momento oportuno para decir adiós a todo aquello.
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lunes, 13 de enero de 2020

Linteo cumple años

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(Al hilo de los días). Por estas fechas, la editorial Linteo, con sede en la ciudad de Orense, cumple 20 años. Recuerdo bien la agradable sorpresa de su nacimiento, con un inolvidable libro-homenaje a Eduardo Blanco Amor (O fillo da florista, hoy ya una joya bibliográfica) y las grandes expectativas con que su fundador y director Manuel Ramos Méndez (amigo, además de muy querido primo-hermano) se lanzaba a navegar por el dificultoso mar de la edición, con las ideas muy claras y el entusiasmo intacto. Pasadas esas dos décadas, el balance es muy satisfactorio. Este reportaje de El Faro de Vigo lo cuenta con detalle, de modo que no repetiré información.
Aunque sí me parece de justicia llamar la atención sobre la que, a mi juicio, ha sido la principal contribución de Linteo en estos años: su muy valiosa colección de poesía, un repertorio insustituible en el que se dan cita, además de las ediciones de inéditos y obras fundamentales de JRJ, algunas traducciones ya canónicas —o en camino de serlo— de poetas como Anne Sexton, Robert Frost, Salvatore Quasimodo, Stefan George, Edward Thomas o Wilfred Owen, entre otros. A lo que hay que añadir títulos muy destacados de autores como Valéry, Heine, Yeats, Hölderlin, Adonis, Miguel Torga o Herta Müller. O el tan difícil como imprescindible Saint-John Perse, cuyo Vuelos, en cuidada traducción de Enrique Moreno Castillo, acaba de aterrizar en la serie. Sin olvidar la recuperación de libros fundamentales de la poesía gallega, como Barco sin luces, de Luis Pimentel, o la obra completa de Luz Pozo Garza. Y el teatro de Millán Picouto.
El buen olfato y los conocimientos literarios de Manuel Ramos —catedrático de literatura él mismo— y la atinada dirección del poeta Antonio Colinas se han traducido en más de medio centenar de títulos que, en su conjunto, suponen uno de los más valiosos empeños de alta divulgación poética acometidos entre nosotros en años recientes. Y que, además, ha sido llevado a cabo con una exigencia editorial y un cuidado dignos de todo elogio. Que no decaiga.

Posdata.
Leyendo el muy ameno y documentado El infinito en un junco, de Irene Vallejo, encuentro esta cita de la gran Sophia de Mello Breyner, que viene muy al pelo (al hilo de lino o linteum) de Linteo: «Pertenezco a la estirpe de aquellos que recorren el laberinto sin perder nunca el hilo de lino de las palabras». Dicho queda.

Carmina festorum

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Codex Manesse, f. 399r. Hacia 1305-1313.
Página de Meister Heinrich Frauenlob. Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Hubo, en nuestra niñez y juventud, incluso cuando ya se insinuaba la madura edad, muy diversos tipos de fiestas, reuniones, cuchipandas, conciliábulos y saraos, y de casi todos ellos sacamos experiencias de bulla compartida, un montón de anécdotas mil veces narradas, no pocas boludeces y alguna herida acaso todavía inconfesable o incomprensible (aunque al final también eso se cura). Sin embargo, de todo cuanto soy capaz de evocar de esas y otras parecidas ocasiones, nada puede compararse, ni por asomo, a la claridad de los lugares donde me transporta la música.
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domingo, 12 de enero de 2020

Manuel Muñoz Moreno, in memóriam

La imagen puede contener: Manuel Muñoz Moreno, primer plano
Fotografía de Manuel Moreno tomada de la revista Oretania**.
Tristeza enorme. En la madrugada del viernes pasado, por una nota de Alfonso González Calero en su boletín, me enteré de la muerte (ocurrida el 6 de enero) del periodista y poeta Manuel Muñoz Moreno, un amigo de juventud de imborrable recuerdo. Con esa necrológica y el posterior comentario que Manuel Juliá publicó en su muro de FB, donde daba cuenta de su valiente y serena forma de despedirse, volvieron en bandada algunas escenas de aquellos años (finales de los setenta y primeros ochenta), las noches por los Cuatro Caminos, las interminables conversaciones ambulantes, el afán por encontrar la forma de dar cauce a tantas inquietudes. Y también los empeños compartidos en torno a La Troje (la primitiva, con formato de revista: sólo salió un número), que se fraguó en las proximidades de La Voz del Tajo». En este periódico, y en la cercanía de José Antonio Casado, primer director profesional del nuevo lanzamiento de lo que había sido La Voz de Talavera, Manolo hizo unos meses de prácticas y se vinculó durante un tiempo con la ciudad, y allí conoció a Begoña, que sería su mujer.
Manolo era un espíritu libre y apasionado. Y un conversador exigente. No se conformaba con cualquier razonamiento, exigía matices y contrastaba lecturas. Y siempre sometía los apasionamientos teóricos al banco de pruebas de los hechos. Creo recordar que por entonces, al tiempo que cursaba periodismo (estudios en los que se doctoró), trabajaba como educador en un colegio de internos y estaba atento a los nuevos usos pedagógicos y muy concernido por la importancia de la enseñanza como elemento para modernizar un país que a duras penas iba saliendo de las prácticas autoritarias y la falta de libertad. No recuerdo haber hablado mucho con él de temas políticos, si bien me parece que compartíamos ciertas premisas libertarias, la valoración de la conciencia (y consciencia) individual como principio de transformación de la sociedad y una visión utópica que propugnaba la creación poética como instrumento para la construcción de una nueva realidad. Más o menos.
Nos vimos poco en los últimos años, creo que la última vez fue en el 99, con ocasión de ocuparse él, con mucho cariño y toda su gran profesionalidad, de la impresión de un libro de poemas de Sagrario Pinto, mi mujer, que había sido premiado en Puertollano. Hace poco más de un año o así vi su perfil en FB y le envié un mensaje, pero no obtuve respuesta. Tal vez sólo uno de esos dedos aprobatorios («el gesto de Nerón» los llama alguien) que apenas dicen ni significan nada. O quizá ni eso. Las redes son sitios raros. Comprendo ahora que muy probablemente ya estuviera enfermo. Pese a andar por acá varios “amigos” comunes y muchos conocidos, nada supe.
La forma de despedirse, con un poema muy suyo y una suerte de “mensajes póstumos” completamente lúcidos, como dijo Paco Caro, sorprende por su serenidad. Pero también es, de nuevo, muy suya. Tiene que ver con un temple poético y una honradez moral sin coartadas. Y, después de tantos años, es para mí una prueba de que el ser lúcido, pasional, atormentado y noble que conocí siguió manteniendo ese impulso vital hasta el último momento.
Que la tierra le sea leve. Fue un privilegio ser su amigo.

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Aquì puede leerse su poema de despedida, publicado en Oretania.

En compañía

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Codex Manesse, f. 361r. Hacia 1305-1313.
Página de Heinrich von Tettingen. Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
A menudo los trabajos de los días traían compañeros —y compañeras: sobre todo compañeras— de faena y bancada, seres no siempre cordiales pero por lo común inteligentes, sin excluir los devastados por la obstinada mentecatez o el parcial anublamiento mental (pero quién está libre), aunque sobre su recuerdo perdura el de los luminosos, entre los que tuve la enorme suerte de poder encontrar dos o tres almas gemelas con las que fue o sigue siendo una alegría y una consolación poder compartir risas y palabras, secretos y silencios, mientras las horas ruedan camino del abismo.
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sábado, 11 de enero de 2020

Alcance o señuelo

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Codex Manesse, f. 7r. Hacia 1305-1313.
Página de König Konrad der Junge. Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
El sueño del viejo maestro cruzó raudo por mi vida. Me dejó un rastro de palabras intermitentes. Un poso de melancolía. Y un lugar al que volver. Lástima que todo eso ya se esté desvaneciendo y sea casi por completo inexplicable.
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viernes, 10 de enero de 2020

Homo ludens

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Codex Manesse, f. 262v. Hacia 1305-1313.
Página de Herr Goeli. Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Con mi viejo maestro Agustín aprendí que cualquier cosa en la vida puede ser materia de juego. Que en el juego no importa tanto ganar como no perder las ganas de seguir jugando. Que hay juegos prohibidos y otros perniciosos. Y que el jugar solo también tiene su gracia.
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jueves, 9 de enero de 2020

Hablarle a Borges (Colofón)

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Borges fotografiado con la Enciclopedia Universal Ilustrada, conocida como “el Espasa”, a su espalda. 

Él, lector confeso y admirado de la Británica, al imaginar el paraíso en forma de biblioteca, seguro que a alguna estancia celestial la supuso con orden y espesor enciclopédico. En cierto modo, toda su obra está pergeñada (signifique lo que signifique esta palabra) en clave enciclopédica, no ciclópea pero sí hermosamente cíclica. Y con un sonido de lluvia, clic, clic, al fondo.

Préambulo

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Tapa-Cubierta del Códice Manesse* (o Grosse Heidelberger Liederhandschrift),
que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Heildeberg.
 
Nada más abrir el libro comprendí que allí estaba escrita, no mi vida —al fin y al cabo poca cosa—, sino la travesía casi completa de mis deseos, su médula dulce y las trayectorias, nocturnas y diurnas, que había ido dibujando en el mundo conocido, junto al paisaje borroso que siempre parece estar a punto de despejarse en la próxima hora, cuando pase la página y aparezca ante mí el verdadero rostro de lo inesperado.
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*Contiene una antología de canciones de amor de trovadores medievales (minnesänger) y, según anota la Wikipedia, fue copiado e iluminado entre 1305 y 1340 en Zúrich.

miércoles, 8 de enero de 2020

Extrañeza

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Columbano Bordalo Pinheiro: Retrato de Manuel Gustavo Bordalo Pinheiro, 1884.
Museu Nacional de Arte Contemporânea do Chiado, Lisboa.
Nunca antes había estado en aquel lugar de su mente. Pero le resultaba vagamente familiar. E incluso le parecía reconocer el brillo de alguna idea que una vez fue suya. Y aquella palabra que hacía siglos que no le salía al paso. Tal vez desde los días de Babel. O incluso en un tiempo más remoto. Etemenanki.
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martes, 7 de enero de 2020

ContraDicciones, ExpeCtativas

Alfredo Pérez Rubalcaba
Alfredo Pérez Rubalcaba. Foto EFE

(Lecturas en voz alta). Suscribo en su totalidad este artículo de Esther Palomera, tanto en lo que tiene de subrayado de obscenas incongruencias por parte de políticos del PP como respecto a las criticas que incluye de Pedro Sánchez por su tibieza frente a asuntos sobre los que ya no debería caber la ambigüedad, ni siquiera para justificar una salida política. Una de las ventajas de tener cierta edad y conservar la memoria es que nada hay nuevo bajo el sol, aunque ello a veces no sea suficiente para librarnos de la impresión de que algunas tormentas y estruendos amenazan seriamente con ocultarlo.

Por otra parte, aquí puede leerse un interesante balance de pros y contras futuristas de la etapa política que se inicia ahora. Entre el blanco y el negro se extiende la cotidiana, tal vez aburrida pero también más tranquila y al final más transitable, gama de los grises. Atentos.

Bronca

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Michael Azgour: Playground, 2014-2015. Col. Particular.
«No sé si en los patios escolares —comenzaba el relato— los niños aún juegan a repetir de forma rápida palabras que, al girar, cambian su significado y sirven para caer en la cuenta, tal vez por primera vez y de forma nebulosa, de que una cosa es lo que uno dice y otra a menudo bien distinta lo que el otro entiende».
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lunes, 6 de enero de 2020

Juguetes

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María Blanchard: Juguetes, 1920. Galería Juana Mordó.
Debo confesar que algunos de los mejores momentos de mi vida han transcurrido en los duros paisajes de colinas peladas y grandes praderas por los que, en las tardes de los jueves y algunos sábados, cabalgábamos sin descanso Rayo de Plata y yo, él con su melena de escoba espeluchada, yo con la inefable pistola de pinzas de la ropa y una buen provisión de balines recaudados entre las vainas de las acacias. Lo cierto es que nunca sentí la necesidad de pedirle a los Reyes un revólver de aquellos, con cachas tan blancas y cartuchera negra, que a menudo veía en los escaparates de Casa Tomás y puede que también en Mi Tienda, colgados entre las panderetas, las zambombas, los tamboriles y justo al lado de las figurillas del belén que, envueltas en papel de periódico o arropadas con virutas y serrines, ya estaban esperando el regreso a sus grandes cajas de cartón para dormir de nuevo durante un año entero. Un tiempo que entonces pensaba —y quizás así era— que habría de tardar casi un siglo en volver. De todas aquellas ingenuidades, tal vez sea esta, la del tiempo infinito, la mayor de todas y de la que más difícil resulta aceptar la pérdida. Tanto que nos resistimos a dejar la esperanza de que algún día, tras el sueño, podamos comprender su misterio y darle cuerda como si de un juguete de Reyes se tratase. Estamos vivos de milagro.
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