sábado, 1 de enero de 2022

HACIA PARÍS

 

CERCANÍA DE LOS MUSLOS ARDIENTES
O LA LUJURIA A LAS PUERTAS DE 'CITÈ LUMIÈRE'
Pierre-Augusta Renoir: Nu couché, h. 1892. Col. Particular.


Aquel fue su primer viaje a la ciudad que más amaba y tal vez la que mejor creía conocer, aunque no tardaría en darse cuenta de su error. El caso es que el largo desplazamiento en coche, con amigos —y, entre ellos, ella—, fue también ocasión para intercambiar largas confidencias y hasta algún secreto, como suele decirse, “celosamente guardado”, aunque siempre con una contención corporal algo envarada en su parte manifiesta pero desmentida por el calor exuberante y la tensión prensora de aquel muslo de ella que, a veces a causa de los ajustes del pasaje tras las pausas para el suministro de combustible o el cambio de conductor, pero también, e incluso más a menudo, como quien simplemente busca una mejor postura en la estrechez de los asientos traseros, aquel muslo (decía) se venía a fijar de un modo tan prieto y evidente sobre el suyo y era tal el ardor y la tensión sexual irresuelta transmitida que la súbita y poderosa erección no parecía ni de fácil disimulo ni de posible desahogo, no sólo en la inmediata circunstancia, tampoco en diferido, habida cuenta de que la camaradería entre ellos, por encina de los deseos no explicitados, era más bien de signo laboral y santas pascuas. Sin embargo, y curiosamente, aquella cercanía corporal de calor desbordante sería la puerta de entrada a la urbe que, por caminos entonces insospechados, iba a revelarse también para él la ciudad del amor. En cuanto a ella, la muy despierta y eficaz Zaulifa Jins, afectuosa aunque algo ingrata, pudo al poco encontrar curso apropiado para encauzar sus pulsiones y tal vez también para solventar, en los caminos del sueño o la comedia de alcoba, la discordia no infrecuente entre los afectos y las ganas.
(LUN, 879 ~ Las musas de Macías)

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