jueves, 19 de marzo de 2020

En son de Paz (2)

La imagen puede contener: una persona, de pie, árbol y exterior
Octavio Paz en 1992. Foto de Paulina Lavista.



(En son de Paz, 6). »El amor es escándalo, desorden, transgresión: el de dos astros que rompen la fatalidad de sus órbitas y se encuentran en la mitad del espacio», escribió Paz. Y nada más leerlo, mientras pienso en algunas —demasiadas— parejas conocidas, oigo a mi espalda una voz que susurra: «Aunque a menudo viene el tiempo... y sopla».


La imagen puede contener: una persona
 La ensoñación consciente de Paz.
(En son de Paz, 7). »En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación», escribió Octavio Paz en ese hermoso tratado sobre el amor y el erotismo que es «La llama doble». Tras asentir, cabe imaginar al menos tres preguntas o matices (im)pertinentes: ¿sólo un personaje?, ¿realmente invisible?, ¿siempre activo? Las respuestas requieren valentía, memoria y lealtad al cuerpo.


La imagen puede contener: una persona, sentada y exterior
Paz, siempre esperando la compañía... del lector. Foto: Conaculta (?)
(En son de Paz, 8). »La vía aérea es hoy la más usada, tanto por los viajeros como por el correo. Sin embargo, también ha sido y es la vía tradicional de la poesía [...] Desde su origen la poesía ha sido el arte de enlazar los ecos de las palabras: cadenas de aire, impalpables pero irrompibles. Añadiré que la poesía es también, y sobre todo, un arte respiratorio: inspiración y espiración», escribió Octavio Paz en la presentación, para sus Obras completas-Edición del autor, de «Hijos del aire», poema-correspondencia escrito en sonetos con Charles Tomlinson y publicado en 1985. Una experiencia fascinante.


La imagen puede contener: una persona, de pie
Paz o la serena contemplación. Imagen del documental
El laberinto de Octavio Paz (2016), de José María Martínez.
(En son de Paz, 9)
» voy entre galerías de sonidos,

fluyo entre las presencias resonantes,

voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro...»,

escribe Paz al iniciar la cuarta estrofa de su fundacional Piedra de sol. Y hoy, al volver a leer estas líneas por causalidad, siento que han sido escritas expresamente para momentos como estos; aun más: para este instante. Y que describen, con precisión científica y justa exactitud, lo que ahora mismo está pasando. ¿No lo notan?


La imagen puede contener: una persona, sentada
Octavio Paz hablando sobre la Parca, entre otros temas,
en una foto de su archivo personal.
(En son de Paz, 10). «El arte de morir es el arte de jugar a las escondidillas», declaró en noviembre de 1997 un Octavio Paz ya muy enfermo cuando se publicó la falsa noticia de su muerte. En esa misma circunstancia —que no tiene nada que ver con esta nuestra, ¡qué bah!—, el poeta mexicano dejó otras muestras de su talante y de su fino humor (más que ironía). «Me da mucha pena —dijo— que los que se empeñan en matarme lo hagan con tanta prisa. Yo creo que no hay que morirse, pero si uno se muere hay que hacerlo a tiempo y sonriendo». Y, como si estuviera hablando para días del futuro e interlocutores recluidos (todo, claro es, de forma puramente hipotética), añadió: «La sonrisa es indispensable. Los portadores de augurios fúnebres jamás saben sonreír. Yo les diría que aprendan, no el arte de morir, sino el arte de sonreír». Nada que ver con nuestro caso, por supuesto, por supuesto, pero las palabras de un sabio, y más si además es poeta, siempre son dignas de atención. ¡Pinche Pelona!





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