ALEGRÍAS DEL REENCUENTRO INESPERADO
EN LA AURORA DE UN DÍA LLUVIA
ALEGRÍAS DEL REENCUENTRO INESPERADO
EN LA AURORA DE UN DÍA LLUVIA
Salvador Dalí: Two pieces of bread expressing the sentiment of love
(Dos trozos de pan expresando el sentimiento del amor), 1940.
Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres. Legado Dalí.
En estas estaba, esperando el estruendo, el efecto efervescente, el eco enfervorizado, el edredón eléctrico, el enchufe, el eje extravagante. Emitía energías exteriores. Enlazaba extractos evanescentes. Escurría el estropajo. Estaba exhausto. Expiraba.
(Al filo de los días). La teníamos desde nuestra más tierna juventud como una de las escenas míticas del cine, ejemplo de la eficacia del séptimo arte para crear emociones verdaderas a partir de una “manipulación” creativa de las imágenes mediante el arte del montaje, el empleo de la elipsis, las concatenaciones. Cuántas veces no habremos mencionado —en textos, en charlas, en conversaciones…— la genialidad de estas imágenes y su valor casi fundacional para considerar al cine como un medio de denuncia imbatible, el gran aliado de la educación de la sensibilidad en el mundo moderno. Y otras virtudes. Lo que quizás no nos esperábamos es que la casi literal actualidad de esta secuencia de las escaleras de Odesa —sí, Odesa— volviera a poder herirnos con toda su crudeza y realismo. Qué terrible, también, la capacidad profética del arte. Y qué inmensa desgracia que no sirva de nada para evitar la obtusa, cruel, maldita reiteración de la madre de todos los errores.
Encrucijada (también conocido como
Transposición del paisaje emocional del del día de autos).
Obra de autor no identificado.
En las bifurcaciones _se decía para sí el viajero_, tan importante como seguir el camino adecuado al rumbo previsto es saber dejar el que ya no conduce a ningún lado. Ay _suspiraba_, quién tuviera el ojo del halcón para captar de una sola mirada los desenvolvimientos y pormenores de las rutas. Porque el futuro _proseguía entre las circunvoluciones de su mente_, siempre incierto pero no opaco, a menudo no es más que la venganza que el pasado se cobra en las fugitivas espaldas del presente. Y hay que saber desechar ese temor y seguir el camino del corazón. Siempre el camino del corazón... _Y continuaba.
Francesco Primaticcio: Ulises y Penélope, hacia 1563.
—A Penélope, polen: ¡epa!
(En voz alta). Lo leí en su momento este memorable ensayo-reportaje-apunte de diario… en el papel y lo volví a recordar, vagamente, el otro día conversando con mi amigo Emilio Merino Merchán, al que le prometí localizarlo y enviárselo. Acabo de hacerlo, bendita tecnología. Lo comparto aquí, también con la nada transitiva idea de tenerlo a mano fácilmente, si bien acompañada de la seguridad de que quienes se entretengan en su lectura saldrán reconfortados y puede que también agradecidos. Si es así, de nada. Lo mismo nos vemos en el eterno retorno de lo idéntico.
Conocí a Alfredo J Ramos hace más de 40 años, durante el servicio militar en tierras albacetenses. En aquellas fechas leí su primera obra publicada, Esquinas del destierro, accésit del Premio Adonais en 1975. Para este humilde aprendiz, cuyo bagaje poético se reducía a un puñado de entusiastas lecturas, aquella obra mostraba una insólita madurez para alguien con apenas 20 años, capaz, a su vez, de crear un lenguaje personal tan reconocible. Vino después El sol de medianoche, Premio de Poesía de Castilla-La Mancha. Alfredo, hombre modesto donde la haya, ha seguido desarrollando su labor editorial a lo largo de toda su vida, atento a las novedades, ciertas y fingidas, del mundo literario. Para sus admiradores, conocedores de su inmensa cultura y su buen hacer editorial (formó parte del Consejo de Redacción de la mítica colección Aula Abierta, de Salvat, que tanto ayudó a la divulgación de temas clave en las décadas de los 80 y 90, y ha trabajado con las editoriales más prestigiosas del país) esta obra, Piedad-Adagia andante, publicada por la editorial Amargord, constituye una estupenda noticia. A quienes seguimos en las redes sociales y en su blog (letraclara.blogspot.com) sus incursiones diarias en la poesía, sus reflexiones y pinceladas sobre los tiempos actuales, no nos sorprende la hondura de los textos que le dan vida.
Piedad.. presenta dos partes, aparentemente diferenciadas: la primera se articula a partir de la memoria como eje vertebrador de sus reflexiones ("Me encamino a través de la memoria/hacia el instante/en que son convocadas/las fuerzas de la tierra, el aire, el mar, el fuego/ y el soplo del espíritu"). En esa memoria caben la nostalgia y la fascinación infantil ante la presencia de una imaginería religiosa inquietante ("El cuarto del terror/era el confesionario/aunque a veces también pudiera ser/el desván de los juegos"). Atento al conocimiento de la metáfora, que crea con elegancia y profundidad maravillosas ("Por las tardes/la luz se desprende de sus hojas menores/y se queda con el tronco desnudo...") Alfredo participa también de la búsqueda de la síntesis del lenguaje poético y consigue destilar perlas como ésta: "Una gota de agua/en cuyo centro/anida/la tormenta". Queda, por supuesto, realizar un análisis que dé cuenta de tantos buenos poemas, ejemplarmente construidos a partir de un conocimiento del ritmo poético fuera de toda duda. Baste señalar que si hay algo que la poesía deba asumir como labor inexcusable podemos encontrarlo entre estas páginas luminosas. Un ejercicio que merece la pena realizar. Versos como estos lo exigen: "A veces sobreviene/un ligero descenso de la nube/y todo lo que era claro e/incluso lo que ardía/queda envuelto en un aire/de irrealidad tan fuerte/que se vuelve dudosa hasta/la vida".La segunda parte, Adagia andante, homenaje particular a los Aforismos de Wallace Stevens, es un conjunto de sentencias sobre la poesía que constituye una gozosa catarata que me gustaría comentar en otro momento, consciente de la necesidad de transitar esa aventura maravillosa. No se lo pierdan. Poesía necesaria. Disfrute sin fin y sin medida.