lunes, 8 de abril de 2019

Un golpe de conciencia

La imagen puede contener: nubes, cielo y exterior
«El cielo sobre una casa amiga». El Provencio. Foto: © AJR, agosto 2018.
(Sobre una “recapitulación” de Octavio Paz)
Poesía es un golpe de conciencia,
el ojo que se ve: el aleteo
de un pájaro que cruza mientras leo
en el aire las huellas de su ausencia.
Voz que se sabe canto, intermitencia
de la luz convertida en balbuceo
ante el cuerpo que enciende mi deseo
y aviva mi memoria: sed, presencia.
Poesía es la leve transparencia
que le da brillo al polvo, silabeo
que en la boca comienza a desdecirse.
De su rastro, tan sólo la inminencia
del instante nombrado es el trofeo
que al perderlo se gana: oírse o irse.

La congregación

Adolf Menzel: La habitación del balcón, 1845. Alte Nationalgalerie, Berlín.
Aquellas criaturas aún no inventadas comenzaban a manifestarse. Se percibía una extraña fuerza en su lucha por librarse de la invisibilidad. Por eso no me extrañó que me salieran al paso cuando buscaba un lugar donde pasar la noche. «¿Podrás evitar —me preguntaba con un punto de angustia— mirarles a los ojos?». Era la única forma de conjurarlas. Pero no pude. De modo que no he tenido más remedio que unirme a ellas.
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domingo, 7 de abril de 2019

Ecos

Paseo en los jardines del Prado, en Talavera. En su momento fue el «paseo de las silllas». Foto El Pachinko.
Pienso en que algunas de las mejores y más gratificantes conversaciones que he tenido en los últimos años se han quedado aquí, en las Redes (foros, blogs, muros, messenger, tuits...) y de vez en cuando vuelven, como ecos desde el fondo de un pozo. Echo de menos las cada vez más raras pláticas cara a cara, las tertulias infinitas en la madrugada (en el paseo de las sillas, en los sillones bajos de los cuartos o pisos de estudiantes, en los bares de cierre tardío), incluso el intercambio de voces al teléfono. Pero a cambio estos nuevos intercambios (valga de nuevo el eco) tienen un poder de resonancia y reduplicación de la realidad tan poderoso que por fuerza incitan a pensar que estas herramientas van a cambiar la cultura humana..., ya lo están haciendo, aunque no seamos (o no nos atrevamos a ser) conscientes del alcance de tal transmutación.

Recuerdo de Martín Ferrand



(Visto y oído en voz alta). Manuel Martín Ferrand era, sin ninguna duda, el periodista español que yo más admiraba cuando me matriculé en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, en septiembre de 1974. Seguidor desde su programa inaugural de Hora 25, el vespertino radiofónico que él creó en la cadena Ser, mantuve desde entonces una gran atención a su peripecia profesional y su trabajo, sin excluir las discrepancias. Esta entrevista de 2012 está llena de datos y relatos del máximo interés, incluida alguna sabrosa confidencia sobre el 23F, y contiene muchos nombres que yacían olvidados en el túnel de la memoria, pero que al ser evocados cobran vida e imagen. Poco acorde con los actuales usos velocísimos (y líquidos) del “consumo de información”, estoy seguro de que estos casi 40 minutos de distendida y bien planteada entrevista serán apreciados, y puede que también matizados y contrastados, por los interesados en la historia del periodismo español. Un documento valioso.

Aquel verano

La imagen puede contener: cielo, cancha de baloncesto y exterior
«Evocación idealizada de Eburia desde el futuro». Foto: cortesía de © Luis Sanchez Molina
Salí de la imprenta-librería de Ramiro Gómez con los dos primeros ejemplares de la colección RTV, La Tía Tula y Cien obras maestras de la pintura. 25 pesetas, ambos: cinco duros. No eran los primeros libros que compraba, pero sí la confirmación de que una dedicación importante en mi vida iba a ser la compra de libros. Enfilé hacia la plaza y la calle del Sol, de regreso a casa, más contento que unas pascuas. No veía en aquel momento ni una sola sombra en el horizonte. Ya entonces era muy ingenuo. Y no faltaba mucho para que comenzara a ser un descreído. Eran, claro, otros tiempos. Y otra la ciudad. E incluso a veces tengo la impresión de que otra vida.
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sábado, 6 de abril de 2019

Vecinos

La imagen puede contener: árbol, nieve, cielo, planta, exterior y naturaleza
Claude Monet: La Pie (“La urraca”), 1868-1869. Musée d’Orsay, París.
—Lo veo un sí es no es ensimismado, querido amigo —me dice.
Viene con el carrito de la compra en una mano, y en la otra uno de esos paraguas con lágrimas de colores que se iluminan con la lluvia.
—No, nada —le contesto—, sólo ando algo tocado por la nieve de abril.
—Ah, es eso. No es la primera vez.
—No, claro. Y confío en que no sea la última.
Me despedí haciendo un leve gesto de quitarme el sombrero. Sé que él, buen cinéfilo, sabrá apreciarlo en lo que vale.
Ví entonces cómo una urraca valiente se posaba en la valla de Santa Matilde. «¿Dónde te he visto antes?», pensé. No tardé en encontrar respuesta.
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viernes, 5 de abril de 2019

Almodovariana ("Amor y gloria")


Almodovar Dolor y gloria

1. Aunque no acaba de convencerme su título, Dolor y gloria, la última película de Almodóvar, que vi el pasado viernes, es una obra memorable. Y con mucha tela que cortar. Cierra, sin duda, un ciclo creativo del cineasta manchego. Y es un buen recuento y subrayado de los aspectos esenciales de su cine, una línea central en la cinematografía española. Lo iremos viendo. A veces hay que rastrear detalles de interés en los lugares más inverosímiles (o no tanto: pero es que son muchos). Aquí una prueba.


La imagen puede contener: 3 personas, personas sonriendo, personas sentadas2. Parece indiscutible que Pedro Almodóvar es un gran director de actrices, hasta el punto de que lo de ser una «chica Almodóvar» puede considerarse uno de los anhelos más extendidos entre las cómicas, comediantas y trágicas españolas. Entre las más destacadas, quizás sólo Maribel Verdú no ha trabajado nunca con él. En Dolor y gloria también se pone de manifiesto esta característica, y ahí están, entre otras, Penélope Cruz, con su habitual solvencia, y especialmente Julieta Serrano, que da vida a algunos de los momentos más emotivos y creíbles de la cinta. 
Pero más notable aún en ella es la dirección de actores. El alto voltaje del trío interpretativo compuesto por Antonio Banderas, Leonardo Sbaraglia y un revelador Asier Etxeandía, en el que probablemente sea su trabajo más completo en la gran pantalla, es una de las mejores bazas de la película y la clave de la verosimilitud de la historia de pasión y memoria, heridas y supervivencia, que nos cuenta. Si se exceptúan, en lo verosímil, los tratos con la heroína (caballo), cuyos manejos y trapicheos, a decir de los entendidos, resultan más bien risibles.

El trabajo de Banderas, pese a que el actor no parece encontrarse en su mejor momento, se mueve en el difícil equilibrio de recordar claramente la gestualidad e incluso el carácter de su referente (el propio Almodóvar) sin caer en mimetismos vacuos o patéticos. Su “duelo” con el infinitamente sensible Sbaraglia (cuánta emoción es capaz de transmitir sólo con su forma de mirar) es un momento muy poderoso del filme, y en parte evoca el inolvidable dúo de Ricardo Darín y Javier Cámara en Truman.


No hay que olvidar tampoco el notable trabajo del niño Asier Flores, que tiene un peso específico fundamental en todo el armazón narrativo de la poderosa y valiente autoficción que es Dolor y gloria.




3. Una de las escenas más luminosas de la película Dolor y gloria, cargada de referencias biográficas para varias generaciones aún supervivientes y con un indudable valor mitológico, es el de las lavanderas. Suena en ella (aunque muy brevemente, para mi gusto) una versión de A tu vera, cantada a dúo por Penélope Cruz y Rosalía, quien también tiene una fugaz aparición en la escena. Estas imágenes del rodaje tienen valor por sí mismas y ponen de relieve una envidiable complicidad.

4. La crítica de J.A. Montano sobre Dolor y gloria me ha sabido a poco. Pero suscribo todo lo que dice. Y añado (aprovechando la respuesta improvisada a un comentario de Alfonso González Calero) que este film entronca con el mundo familiar e iniciático de Volver, recupera con sobriedad las cuestiones de fondo de La buena educación e indaga en el sentido íntimo de La ley del deseo y Todo sobre mi madre, sin patetismo exhibicionista ni autocompasión. Al final, nos ofrece un autorretrato valiente y bien hilado, con momentos de mucha intensidad: en la recreación de la luz de la infancia, en el regreso del amante, en el monólogo del amigo actor, en la relación final con la madre..., y con un desenlace de gran inteligencia y belleza. ¿La mejor película del director manchego? Una de ellas, sin duda. Quiero, no obstante, ser optimista: Almodóvar aún tiene dentro una obra mayor... Confiemos.



pedro almodovar pedro almodovar penelope cruz antonio banderas dolor y gloria y gloria

5. M llamó mucho la atención el que Almodóvar vinculara la intención de fondo de Dolor y gloria con Arrebato, la inimitable película de Iván Zulueta. Creo que sus palabras al respecto son dignas de meditación. En esta entrevista, tan interesante, alude a ello. Y habla de otras muchas cosas. Pocas veces un director ha sido tan explícito y “abundoso” respecto a su trabajo.

6. Jabois sobre «Dolor y gloria». Con su probada habilidad para identificar metáforas esenciales, esa valiosa herencia, tal vez, del “mestre” Cunqueiro.