Trirreme griego. Detalle de un relieve del siglo IV a.C. Museo de la Acrópolis, Atenas. |
El día se iba venciendo con la prevista derrota, la vela desplegada, cada uno en su puesto, las ánforas del óleum nostrum perfectamente ordenadas en las antlías y todos los ojos absortos en aquella figura patriarcal que, entre nubes eólicas, guiaba con su mirada nuestra singladura hacia puerto seguro. «Gracias, padre», comenzó el aedo la oración, «tu infinita bondad es nuestra guía, y tu amor nuestro impulso». «Gracias, padre», repetimos todos. Y nos sentíamos felices de estar en su manos.
(LUN, 439 ~ «Micródromos», 2ª edición).
No hay comentarios:
Publicar un comentario