domingo, 12 de marzo de 2023

De los días del Johnny


 Rosa Montero, Juan Margallo, Petra Martínez y Jorge Pardo,
habituales de los actos del colegio mayor, posan en las ruinas del Johnny.
Foto: Ximena y Sergio /El País Semaal.   

(En voz alta). Por Juan Cuesta, colega y viejo compañero colegial, llega a mi móvil (aún no había abierto el papel) el amplio reportaje que El País Semanal dedica al Johnny, el Colegio Mayor San Juan Evangelista, convertido desde hace años en un referente mítico de la vida universitaria madrileña y hoy sumido en un penoso estado de abandono, pese a los esfuerzos que la asociación de antiguos alumnos viene haciendo por sacarlo de la desidia institucional en medio de la cual se van arruinando sus instalaciones. El reportaje recoge, muy resumidos, algunos hitos de una historia llena de ocasiones memorables y de una estela de activismo cultural, artístico, político y lúdico digno en verdad de un relato pormenorizado (algo que en parte ya se ha hecho) y que ha dejado una huella inolvidable en quienes tuvimos la suerte de vivir entre sus muros.
Como ya he recordado aquí mismo otras veces, entre octubre de 1974 y julio de 1976 residí en el Johnny durante los dos primeros cursos de mis estudios de periodismo en la Complutense y conocí “en vivo y en directo” algunos de los episodios que se narran en el artículo, incluida la brutal intervención policial del 4 de junio de 1975, tramada y ejecutada como un escarmiento contra las crecientes protestas universitarias y las diversas “jornadas de lucha” organizadas en el campus durante la larga agonía de Franco. De aquel día no se me va de la cabeza la escena de dos grises aporreando con saña a un colegial parapléjico que trataba de zafarse de los zurriagazos sobre un sofá de la planta baja, mientras los cientos de colegiales y visitantes éramos desalojados a golpe de porra a través de un cordón policial que iba desde la última planta del edificio hasta la salida. La desbandada duró días.
Añadiría a los hitos culturales y eventos recordados la presencia de grupos internacionales de teatro como el Living Theater, Roy Hart , Bread and Puppet..., que eran entonces referentes mundiales del teatro contracultural y que elegían el Johnny como escenario para sus estrenos en España.
También, en la letra pequeña de la historia del colegio, me atreveré a mencionar la circunstancia insólita de que dos de los premiados, en 1975, con el entonces muy prestigioso premio Adonáis de poesía fueran colegiales del Johnny: Ángel Sánchez Pascual, que obtuvo el premio con Ceremonia de la inocencia, un libro muy en la honda de Claudio Rodríguez, mientras que el primer accésit fue para Esquinas del destierro, mi primer libro de poemas. A raíz de la feliz coincidencia, creo que insólita en la historia del certamen, Ángel y yo organizamos en el colegio un Aula de Poesía que tuvo muy buena acogida. Se inició con una multitudinaria lectura de Gloria Fuertes coincidente con la presentación de su libro recopilatorio Obras incompletas, con el que la editorial Cátedra inició su prestigiosa colección Letras Hispánicas. Batallitas.
Del Johnny debe de haber todavía muchas historias que podrían pormenorizarse, aunque ya es muy extenso el rastro que ha dejado en películas, libros, documentales... Su espíritu innovador y universalista, en especial en lo que concierne a todo tipo de músicas, y con el almeriense Alejandro Reyes como verdadero alma mater, aún se mantiene vivo y su estela inspira e impregna no pocas iniciativas vigentes. Ese es un patrimonio que nunca se va a perder. Lo que urge ahora es salvar de la total ruina el espacio físico y darle la función que merece. Algo, por cierto, que podría extenderse a la cercana Casa de Vicente Aleixandre, en la antigua calle Velintonia, naufragada en un vergonzoso y ruinoso abandono ante la total indiferencia de los poderes públicos.

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