Jardines del Príncipe de Anglona, en el barrio madrileño de Palacio. Foto de Madrid Film Office. |
Madrid es una ciudad para ser leída con lo pies. Y, si es posible, en buena compañía. Pasé ayer unas horas estupendas paseando por el cogollo urbano, desde Fomento a Las Vistillas pasando por Palacio, y del jardín del Príncipe de Anglona a Puerta Cerrada, con desvío por la calle de la Bolsa y el Café Central, descenso luego por Prado, con vista inesperada de caballerías, hasta concluir en el Círculo de Bellas Artes. Un paseo demorado en conversación amena y apasionada, también con sus puntos discrepantes, con César Nicolás, un gran conversador y un hombre ilustrado e ilustrador. Y ello tras una buena comida —caldo, pulpo, rape y filloas conxuradas— en O Curruncho. No está mal para un día laborable. Qué pena que aún no se haya inventado por estos adictivos pagos cibernáuticos la posibilidad de hacer de la virtualidad presencia y figura. Pero todo a su tiempo. De momento, no es poca cosa que las redes nos sirvan para armar estos encuentros tan gratificantes. Gracias a ellos, uno llega a tener la impresión de ser aún humano.
(LUN, 434 ~ «De la vida misma»)
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