Al volver sobre sus pasos, desde el estrado, el Gran Simio pensó que no le gustaría tener que volver a dirimir una cuestión de principios tan viscosa como la de los orígenes. «¡Y qué más dará —dijo— haber nacido en un sitio o en otro, sobre todo cuando estás dispuesto a sentirte orgulloso de cualquier lugar que te hubiera correspondido, e incluso de haber sido originario de un hipotético No Lugar ubicado en un punto remoto inaprensible por cualquier tipo de geolocalizador por muy avanzado que fuese. El día que tal sentido de la ubicación pueda tener carta de naturaleza entre nosotros, no les quepa a ustedes la menor duda de que se habrá producido un giro decisivo en la historia de esta especie esencialmente predadora y prensil». Concluida su exposición, el Gran Simio miró a los miembros de la Academia y, sin más, procedió a un minucioso rascado de sus partes bajas, un gesto ancestral convertido por la tribu en máxima muestra de respeto y reconocimiento y fidelidad a las viejas y ya universales normas de la cortesía.
(LUN, 759 ~ Micródromos)
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