María Moreno: Jardín de los frutales, 1972. Col. Particular. |
La noche, aún joven, se había metido en realidades como de otro tiempo, y parecía que por fin nos iba a mostrar secretos verdaderos, quizás la cueva adonde se retira la luz, o los acantilados donde las gaviotas reidoras aprenden a volar. Parecía... Al final, el verdadero milagro fue sentir cómo la sombra, de puntillas, casi imperceptible, se posaba una vez más entre nosotros. Y era algo parecido a la felicidad.
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