jueves, 9 de noviembre de 2017

La radio de nuevo, siempre

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Cuadro de actores de Radio Madrid.
(Lecturas en voz alta, ). Suscribo una por una las razones para amar la radio que Elvira Lindo desgrana en este artículo. No es ya sólo que haya sido, sea y presumiblemente seguirá siendo el medio de comunicacion que prefiero y, como ella subraya, el «más íntimo» de todos. También es el que con mayor asiduidad me ha acompañado, hasta el punto de que ha estado presente en todos los momentos informativamente «importantes» de los que tengo memoria, desde la muerte de Juan XXIII y el asesinato de Kennedy hasta esta misma «crisis catalana» interminable, pasando por sucesos como las inundaciones y algunas otras desgracias de los años sesenta, la llegada del hombre a la Luna (primera vez en que la televisión le disputó la primacía), el atentado de Carrero, la muerte de Franco, la legalización del PCE, el 23-F, el primer triunfo electoral del PSOE, tantos secuestros y atentados de ETA (y muy en especial la cobarde ejecución de Miguel Ángel Blanco), la tragedia del 11-M, en torno al que se produjo uno de los mayores servicios que las ondas han prestado a la democracia, y, en fin, todos y cada uno de los momentos significativos de lo que antes se llamaba la «rabiosa actualidad» (hasta que descubrimos que la actualidad es siempre rabiosa). Sin insistir demasiado, porque ocuparía capítulo aparte, en la crónica deportiva: los partidos de tenis de Santana en Australia o Wimbledon, los combates de boxeo entre Carrasco y Velázquez o los de José Legrá y de Urtain, los avances de las etapas del Tour cuyo desarollo leería al día siguiente en el periódico (As más veces que Marca), o las crónicas de Antonio de Rojo desde San Mamés en el Carrusel Deportivo de los domingos (ya hablé aquí de ellas). 

Y todo eso dejando para un apartado de mayor intimidad y minucioso recuento tantos programas, series, voces, músicas, humor y tertulias como he seguido, con mayor o menor atención, a menudo como compañía de fondo en mis actividades laborales. Y, por último pero en absoluto lo menos importante, como el principal antídoto frente a la soledad.
El artículo de Lindo, además, cita por extenso un poema de Carver que desconocía (o he olvidado: a estas alturas ya es difícil estar completamente seguro de nada que tenga que ver con la memoria), y que desde hoy se convierte en una razón más para agradecerle a la radio tanta cercanía.
Ondas de la radio: son las de un mar que se mueve por el aire y siempre alcanza nuestra orilla.

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