(Visiones de Museo, 1). «Todas las variaciones son válidas, incluida esta» es el título de la exposición antológica de Esther Ferrer que se muestra en el Palacio de Velázquez, en el parque del Retiro de Madrid, hasta el 25 de febrero. Por la espaciosa sala se distribuyen un buen número de obras conceptuales, algunas de grandes dimensiones —no sólo espaciales— y que, además de servir como una palanca o muelle para que se dispare (o no) la conciencia del espectador, tienen la virtud de sumergirnos en un atmósfera de cierto encantamiento muy a propósito para estas mañanas dudosas del otoño en los que cada día parece que va a superar al anterior en incertidumbre y villanía.
Pasamos un rato muy agradable el pasado día 25 de octubre, en la inauguración, rodeados de artistas que parecían estar al cabo de la calle de lo que allí se mostraba, aunque es verdad que nadie miraba a nadie con esos gestos de suficiencia, tan lábiles como rácanos y odiosos, entre los que discurren a menudo actos semejantes.
Había allí muchas cosas que ver y con las que jugar, pues este, el factor lúdico, me parece que es fundamental en la propuesta. Y por allí, yendo de un corro a otro, se movía la artista, menuda, ágil, vigorosa y claramente vasca, tan cercana y natural que más bien parecía una compañera de juegos enseñando sus tesoros al grupo de amigos. Que la miraban, eso sí, con mucha admiración. Devoción incluso. Me quedé con ganas de acercarme para plantearle una pregunta bumerán. Pero no me atreví a romper lo que en todo momento me pareció una sucesión de complicidades. Tal vez otro día sea el propicio.
El vídeo naturalmente juega a hacer arte, o así, y se acoge por completo al título de la exposición. Una variación más, pues, y en consecuencia, válida. Ojalá lo disfruten. Luces y sombras.
Hasta el 25 de febrero de 2018. |
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