lunes, 4 de abril de 2011

Árbol caído

Los predadores que acudieron presurosos y voraces al pie del árbol caído para hocicar en sus ramas muertas no supieron advertir que sus babas y excrementos estaban fecundando el humus sobre el que no tardaría en brotar, como retoño insospechado de la última dinastía del bosque, el ejemplar que una vez más habría de condenarlos a largos años de impaciencia y sombra.


Fotografía: «Niebla en el hayedo». © by Urunzu.


16 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Ojalá fuera así, Alfredo. Aunque me temo que hay predadores que son como el caballo de Atila. No obstante, confiemos en que el "bosque" siga en su afán de regeneración con la mejor de las suertes.

Un texto hermoso, bien apoyado en la imagen y canción que lo acompañan.

Un abrazo.

fjramos dijo...

Tremendamente ácido.
"Mogolón de mensaje" como diría Josemari en "El día de la Bestia".
Me ha gutado mucho, creo que a los lobos no les gustará tanto.

Por un momento llegué a pensar que la foto era de los soutos.

Un beso.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Antonio. Esperemos que la naturaleza, auxiliada por la conciencia ecológica, que en el fondo es una mirada moral e incluso la más moral de las miradas (toma ya!), sepa enderezar los desmanes gratuitos y, especialmente, los que salen por un pico la pieza. Confiermos en que eso que a veces se llama «justicia poética» (y que muchas veces no es más que una forma de benevolencia del destino) se acabe imponiendo, o al menos equilibrando en la balanza del futuro inmediato el peso de ciertas torpezas humanas. Otro abrazo.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Javier. Sí, es verdad que hay cierta similitud ambiental con Os soutos, aunque aquí, si el ojo botánico (y el rótulo del fotógrafo) no engañan, son hayas, mientras que los de aquellos, como bien sabes, son castaños. Con los lobos viene a pasar un poco lo mismo: pese a las apariencias, no todos son del mismo pelaje ;-). Un beso.

Navajo dijo...

Lo malo es que a veces las babas y excrementos de los predadores no producen humus vivificante, sino plutonio y uranio enriquecido. Además, tengo que reconocer que a mí, quizá acostumbrado al árido desierto, el bosque me causa un vago temor. Que también podría estar motivado por la traumática visión de la disneyana Blancanieves a muy temprana edad.
Muy bella la prosa, o el poema que en ella se oculta.
Abrazos.

E. Martí dijo...

A pesar del dramatismo en el comienzo, esa regeneración apunta un atisbo de esperanza.
Bien escrito, sí señor. Impecable.
Saludos

cristal dijo...

Reconozco que no me resulta agradable la visión de un árbol caído.

Me gustan demasiado los árboles, me parecen unos seres vivos excepcionales y cualquier agresión a estos prodigios de la naturaleza, me produce tristeza.

Afortunadamente muchos de ellos se regeneran solos, incluso aquellos que han sido derribados por un rayo, o por la mano del hombre, da alegría ver cómo van renaciendo gracias a esa fuerza vital que representa el poder imparable de la naturaleza.

Un abrazo, Alfredo.

Alfredo J Ramos dijo...
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Alfredo J Ramos dijo...

Amigo Navajo, así pasa cuando esos mismos predadores, que también son aplicados aprendices de brujo, lo fían todo a la busca del remedio inmediato y desprecian hechos palmariamente objetivos, como por ejemplo los peligros inherentes a las zonas altamante sísmicas. Lo de Japón, por muchas esquinas polémicas que pueda tener el asunto (y sin duda las tiene), es todo un ejemplo de irracionalidad programada. O al menos, así lo veo. En cuanto a lo de tus prevenciones frente al bosque (más que de Blancanieves, ¿no nacería tu aprensión de la alegre pero un punto inquietante compañía menuda que trajinaba a su alrededor?), no olvides que, a la larga y entropía mediante, en el fondo de los más exhuberantes ecosistemas está latiendo un páramo, una llanura esteparia y, finalmente, un desierto (uno de mis paisajes favoritos, por cierto, y no solo desde un punto de vista mental, que también). Que se lo pregunten si no (lo de las mutaciones paisajísticas) a aquella proverbial ardilla ibérica capaz de viajar enramada por el aire (dicen) desde el hondo Gibraltar hasta el último Finisterre. Gracias por la visita.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, E. Martí, por tu visita y tus palabras. Ya veo que llegas siguiendo un camino amigo (y valga la redundancia) y además desde una ciudad que siento muy cercana. Un saludo muy cordial.

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Cristal, comparto tu pasion arbórea y, junto a ella, la alegría ante ese «milagro de la primavera» que a veces se produce (y que Machado cantó con palabras de exacta sencillez; incluso me parece que las has citado alguna vez en tu blog). Este "árbol caído" tiene una solapada intención de metáfora política, aunque quizás demasiado pegada al envite de una actualidad que, a medida que resulta menos acuciante y pierde su novedad, se va desdibujando. Un beso.

Fernando dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fernando dijo...

Alfredo me gustado mucho tu texto, no sé por qué me ha remetido en seguida al final de "Cien años de soledad", quizá por aquello de devorar, las dinastías y lo impactante de la escena.

Carlos Medrano dijo...

Además de todo lo dicho, cuando se toca este lenguaje, se abren las puertas de lo mágico. Lo importante no es el sentido ideológico de las palabras sino -se pretendiera o no- su anclaje genésico, más potente y capaz de proyectarnos a otras posibilidades por fortuna a salvo, lo que es posible por su conexión con lo creativo.

A varios días de la publicación de esta bella entrada, saludos!

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Fernando, no había caído en la cuenta pero es verdad que el final puede que evoque la frase final de Cien años de soledad. Reflejos que brillan en la memoria.

Alfredo J Ramos dijo...

Exacto, Carlos, es en esa precisa intersección entre mundos que pueden ser y no ser al mismo tiempo, y por medio de esa tensión (arco tenso) del lenguaje capaz de suspender el principio de no contradicción, donde las palabras operan con la libertad suficiente para crear realidad, siempre según la mente lectora que les da vida (no digo, claro, que este texto consiga eso; solo que el intento de conseguirlo está presente). Gracias por la atención, amigo.