Oigo en la radio que alguien califica la canción de Triana que figura sobre estas líneas (os aconsejo pulsar sobre el vídeo mientras tenéis, ojalá, la paciencia de leer ) de «oro puro». No sé si la metáfora es del todo ajustada, o acusa en demasía el peso dorador con que la nostalgia cubre ciertas cosas del pasado..., precisamente porque son del pasado.
En todo caso, el calificativo recorre con el dedo en mi conciencia un territorio preciso del mapa de la realidad y, quizás más que nada de lo que hasta la fecha haya ocurrido en las últimas semanas (incluida la atrocidad de Noruega), me instala en medio del verano, en el hueco justo por donde la luz cae a plomo y hace que el largo camino hacia la noche tenga como banda sonora un estridular de insectos multiplicado hasta el infinito, o al menos hasta ese agujero donde las horas van abandonando su condición de densas manchas de aceite y la brisa con que por fin se anuncia el triunfo de la sombra refresca la mirada y deja en suspenso el puro peso del sentir y, más aún, del sentir que se siente, como en el juego aquel o acaso en el desasosiego de Bernardo Soares... (¡Vaya deriva!)
Volviendo al caso, no está de más subrayar que por la puerta que Triana abrió con esta puerta han ido pasando desde entonces nuevas corrientes, incluido este homenaje de Medina Azahara, que da pie a comparaciones y preferencias. A mi me parece que entre sus diferencias (evidentes) hay un punto de continuidad (necesaria).
Entre las dos abren la puerta por la que se cuela en ráfagas amarillas el oro (tal vez falso: los tiempos son así de cicateros) del verano.
Por esa veleidad de la memoria que fija lo que quiere y hace de lo insignificante significado, tengo asociada la fecha de hoy, 26 de julio, al descubrimiento de la música de Carlos Santana. En concreto, a su doble álbum Lotus, que en formato de casete conseguí tal día como hoy de hace exactamente 35 años, los mismos, por cierto, que acaba de cumplir el diario El País. Creo recordar que era un lunes pero no consigo precisar si había luna llena. Fue en el primitivo Corte Inglés de Callao, en el que más mano me pillaba entonces y cuya sección de libros y discos era lugar idóneo para distraer tardes y objetos. Aún conservo la doble casete, aunque hace mucho que no he vuelto a escucharlas.
Corpus delicti/Corpus delecti.
No descubro nada diciendo que la guitarra de Carlos Santana figura entre las más destacadas de la historia de la música. En su trayectoria hay conciertos memorables, solo o en compañía de otros grandes virtuosos. Este vídeo pescado en Youtube no corresponde a Lotus, sino a otro disco que descubrí después y que se convirtió en uno de mis favoritos, Abraxas. Además de una potente versión de «Mujer de magia negra» (minuto 4:50), el vídeo incluye espectaculares imágenes de la selva amazónica y del altiplano andino. Toda una invitación al viaje desde el mirador de la Posada. Que lo disfruten.
75 años después del día infausto en que se puso en marcha (el
estallido de) aquel suceso del que no he tenido ni he dejado de tener memoria,
esa guerra civil o, más exactamente, Guerra Civil, así, por excelencia y por Su
Excelencia..., en este 18 de julio de 2011, año irreal por excesivamente real, en
la cálida mañana de la calle Nieremberg me cruzo con una joven mujer que sostiene
junto a sus pechos dos cachorrillos tiernos y lanudillos de una especie canina familiar
(tal vez irish setter) y que parecen
dormir plácidamente ajenos a todo cuanto ocurra a su alrededor que no sean las
caricias lentas y minuciosas que su maternal dueña, o cuidadora solo, les
propicia. «Y si esa fuera –pienso y sonrío– una imagen posible de las dos Españas…,
las dos capaces de llevarle la contraria al poeta, y capaces por igual de calentar, cada una a su modo, el humano corazón...» Pero casi no puedo acabar de pensar la
que ya me está empezando a parecer no sé si imposible o solo estúpida simetría
(¿dónde se ha visto que lo tronchado en dos pueda ser uno, o más aún, que el
que troncha puede ser igualado al que es tronchado?), cuando caigo en la cuenta
de que no son dos sino cuatro los cachorros, tal vez cinco, una camada entera
la que duerme en tan plácida y palpitante cuna. «Esta sí es –ya solo sonrío ante la indiferencia de los encantadores hijos de perra– la
imagen real de esta bendita España de todos los demonios...»
... cada vez que leo en la prensa u oigo en la radio o no veo en la tele que una de esas agencias de nombres tan graciosos si no fueran atrocesha rebajado a la categoría de bono basura la deuda de tal o cual país que siempre es uno de los llamados PIGSno sé qué pasa con el golpe que el pequeño martillo da en el yunque diminuto de mi oído que en todo el laberinto cloquear solo resuena la palabra usura usura usuray es el filo cortante de ese sonido de navaja barbera el que llega al cerebro convertido en un feo pensamiento amasado por imágenes de largas barbas y tintineos insomnes...
Por un venturoso azar, buscando documentar unas greguerías de Ramón Gómez de la Serna, doy con este valioso cortometraje de 1928 que nos acerca, como si fuera hoy mismo, una imagen impagable del escritor (de hecho es gratis) y de su genio humorístico. La peliculilla también revela habilidades ramonianas que acaso podían sospecharse en una personalidad tan polifacética como la suya, pero que no dejan de resultar sorprendentes.
Fue rodada por Feliciano Vítores, uno de los pioneros del cine sonoro en España, frente al gran estanque del parque del Retiro madrileño. Es una cortesía de El águila ediciones, web que merece una detenida visita por su especial empeño en explorar los cauces de la expresión literaria más allá del soporte impreso.
Posdata o Pisuerga. Ayer, 13 de julio, se cumplieron diez años de la muerte de Miguel Gila. Me parece que esta pieza ramoniana puede ser un buen homenaje al gran maestro que supo hacer del monólogo un concierto sinfónico de rara y desternillante perfección. De hecho (y van 2), entre el humor de Ramón y el de Gila hay un hilo común de indudable filiación surrealista.