Perec en trance de dirigir la orquesta nada imaginaria
que tenía asiento en su cabeza.
Foto de autor no identificado. Se agradece información.
CONFLUENCIA DE CRIATURAS DIVERSAS EN LAS ENSOÑACIONES QUE PROPICIA LA MÚSICA
Perec en trance de dirigir la orquesta nada imaginaria
que tenía asiento en su cabeza.
Foto de autor no identificado. Se agradece información.
CONFLUENCIA DE CRIATURAS DIVERSAS EN LAS ENSOÑACIONES QUE PROPICIA LA MÚSICA
Quentin Hubert: Jean-Luc Godard, 2018. |
En el cine de Godard arde Dios, ladra un perro y, a menudo, un dardo va derecho al blanco. En el cine de Godard la imagen está desnudada de sus púrpuras, la risa se ata a la silla, el libro restaura el ojo. En el cine de Godard «el cine es una cámara en la cabeza de un poeta» (Cocteau). Con el cine de Godard la luz de los Lumière ilumina una galaxia. En el cine de Godard hay respuestas para preguntas que aún no existen. En el cine de Godard siempre hay un principio, un desarrollo y un final, pero no necesariamente en ese orden. En el cine de Godard el silencio es una canción revolucionaria... ¿Y no demuestra Godard con sus películas que, como él mismo dijo, «el cine es el fraude más hermoso del mundo». Y, al final de la escapada, la ola alcanzó la playa.
Lesser Ury: El lector de periódicos, 1882. Colección particular. |
Goya: «El sueño de la razón produce monstruos» (detalle), 1799. Grabado núm. 43 de la serie Los Caprichos. |
El fantasma y la señora Muir era una de las películas preferidas de ese gran cinéfilo que ha sido Javier Marías. El análisis y comentario que le dedicó, incluidos en su libro Donde todo ha sucedido, son un ejemplo de pasión bien contada y contagiosa. Una prueba más de la inteligencia y buen gusto del escritor que tan prematuramente ha cruzado al otro lado de la raya. Hace más de una década (pero lo recuerdo como si acabara de suceder) dediqué una entrada de este blog a glosar ese artículo y, en especial, la referencia concreta a una secuencia del filme (abajo) cuyo protagonista “ambiental” es el sol de medianoche. Sirva su recuperación como homenaje.
Recreación de una ilustración inglesa no identificada a partir del la cual Orestis Magic Box ideó la cubierta de la edición original de Negra espalda del tiempo (Madrid, Alfaguara, 1998). |
En uno de los libros suyos que prefiero, el narrador, al que bien e incluso legítimamente se podría considerar como un sosias del autor, dice que cree «no haber confundido nunca la ficción con la realidad», para concluir, 395 páginas más adelante, que «aun así la luz no se ha apagado». Este cap&cua de la novela sería por si solo acaso perfecto para contener el soplo de una vida y podría bastar para frenar las sombras ominosas que el tiempo parece empeñado en desplegar sobre nosotros, si no fuera porque en ese mismo libro, y a poco que trato de hacer memoria de su ya remota lectura, resplandece un párrafo al que, cuando aún no había expirado el pasado siglo, me parece recordar que presté, yo mismo, el narrador, cumpliendo el papel de sosias del autor, una atención tal vez desmesurada, incluso enfermiza. Es éste (y no diré más): «… Cuando aprendí a escribir los primeros nombres y entre ellos el mío, ponía las letras de derecha a izquierda como los árabes, y aunque yo leía ‘XAVIER’ —así me llamaron, con X, y así lo escribía de niño y así lo escribió siempre mi madre—, lo que en verdad se leía o leían todos menos yo era ‘REIVAX’, y cuando ella no me daba el visto bueno entre risas yo no entendía el porqué y protestaba, ya que para mí yo había escrito en su orden todas las letras sin dejarme una ni equivocarme, y además seguía leyendo ‘XAVIER’ donde al parecer ponía ‘REIVAX’ según la convención de los otros, y en cambio leía ‘REIVAX’ donde decía mi madre que si ponía por fin ‘XAVIER’».
(LUN, 628 ~ Homenaje a Javier Marías)