martes, 20 de abril de 2021

La milonga de Florentino

(Al filo de los días). Cuando le oí a Florentino Pérez decir que su idea de la liga de los poderosos tiene como principal intención la de salvar el fútbol, me entró tal carcajada que aún estoy temblando de los efectos. Claro que los espasmos fueron después reforzados, y a conciencia, cuando juró y perjuró que él está en el Madrid sólo por afición y que quien quiera su cargo ahí lo tiene. En fin, Serafín, cuente usted las milongas de las sopas con hondas. Por lo demás, una duda: ¿y no estará tras este intento de recuperar a los más jóvenes para el deporte más famoso el negocio venenoso de las apuestas? Fue curioso observar que la entrevista que ayer concedió el dirigente madridista sólo fue interrumpida (¿ilustrada?), unas tres o cuatro veces, por anuncios de casas de apuestas ligadas al fútbol, esas que suelen terminar sus machaconas y descerebradas propuestas con un veloz: «Y ya sabes, apuesta con responsabilidad». La hipocresía dominante.

lunes, 19 de abril de 2021

Tajos y atajos

 


No hay forma de salir indemne de
una frase cortante salvo si
afilas la palabra hasta que ni
ella de sí se escape, ni lo que
balbucea, tampoco el eco que en
lo roto cruje; pero su luz sí:
la llama interna que vacila en mi
taller de alquimia del nacer sin qué.
El hielo de la voz a la deriva
naufraga mansamente y abre, al
ponerse del sol lento, un cauce con
la sangre, que nos deja en carne viva.
Fulge el astro del fin con brillo tal
que todo se resuelve ya en canción.

viernes, 16 de abril de 2021

El aroma agridulce de los bulos

(En voz alta). ¿Alguien cree que las fakenews’, ya sean bulos o noticas falsas, son un invento reciente? Esta peli de Alexander Mckendrick, de 1959, es una mezcla acertada de drama y cine negro, y destaca por sus ágiles, ácidos y punzantes diálogos. Una curiosidad: si se ve la versión española con subtítulos en español se percibe una marcada disonancia entre lo que dicen los actores (muy dulcificado) y lo que indican los subtítulos (más cercanos, creo, al crudo lenguaje original). En todo caso, una gran película. Y una gran banda sonora jazzística.

lunes, 12 de abril de 2021

"Las comillas de Marías", de Sanz Irles

(En voz alta). Lleva uno tantos años defendiendo algo parecido a lo que aquí, con meridiana claridad y elocuencia práctica, defiende Luis Sanz Irles, que ganas me dan de enmarcar el artículo y ponerlo bien entrecomillado en la pared. De momento, me conformaré con repicarlo. Y añado: no me extrañaría nada que tras ese uso tan nítido de estos signos de puntuación que Sanz Irles tanto elogia, además de la mano de Javier Marías, esté la de un corrector ortotipográfico a la vieja usanza capaz de desentrañar y solventar las más enrevesadas cuestiones expresivas —a menudo de carácter más metafísico que puramente sintáctico— en pro de la mayor comprensibilidad y eficacia significativa (¡dele!) del texto. Hace mucho que se habla de la edición sin editores, cuyos desastres pueblan desde hace tiempo los estantes de las librerías. Si la catástrofe no ha sido mayor es porque aún resisten, en las más activas editoriales, una legión de correctores y, sobre todo, correctoras con las que siempre ha sido un delicioso y a veces tortuoso placer tratar y que, a estas alturas, son las depositarias de un saber cualitativo, en lo tocante a la selva de signos, tan claro y eficaz que es la verdadera brújula que nos permite no perdernos del todo en ella. Ni en las arenas movedizas de los textos pantanosos.

El lugar del crimen

(Ilustracón sonora: Carlos Núñez)

Le pregunto al poema si sabe que yo existo.
Y él, como acostumbra, tuerce el gesto
e ignora —o finge hacerlo— que he venido a buscarlo
donde siempre:
al lugar del crimen.
Al poema, monarca caprichoso,
no le gusta nada
—pero nada de nada—
que yo diga de él
que es el lugar del crimen.
Pero lo es. Lo es.
Y bien lo sabe.
Lo que el poema ignora
—o finge hacerlo—, sin embargo,
mientras se alza la solapa adversativa,
es quién será aquí la víctima,
quién el testigo
(el verdugo se da por descontado).
Yo sí lo sé. Lo sé. Aunque lo calle.
(Hojas sueltas del Lunes, 63; “La noche sin excusa”)

domingo, 11 de abril de 2021

Qué es la música (entre lágrimas negras)

(En voz alta). ¿Qué es la música? Uf, don Luis C., qué pregunta. Pero si tuviera que contestar, y dejando a un lado de momento, como puestos en otro orden de cosas, a Mozart, Bach y los demás, podría decirle que música es una mezcla de eso que nos llega de Cuba, de Brasil y de Irlanda, con una gotas hondas de flamenco y una ficha en blanco, a modo de comodín, para completar el bosquejo aproximado —casi nada— de lo que, por otro lado, no tiene posible definición pues forma parte del mundo de las sensaciones puras, intraducibles. Ante escenas como la que este vídeo nos muestra noto que me nace un absoluto asentimiento, una devoción cuyo objeto no es otro que el dejarse invadir. Es lo mismo que siento al calor sensual de la música brasileira, sin olvidar sus muy sensibles vibraciones lusas, y la misma clara alegría que me invade ante los ritmos y las modulaciones de la música popular irlandesa, con esa impronta celta en la que tan hondo siento resonar no sé qué extraña vena/veta que une el giro inesperado de una muiñeira con el cimbreo de una rumba o la emoción desnuda de una soleá. Ah, la música. Y qué tristeza las noticias que llegan de Belfast, ese retorno de los viejos demonios que tal vez la música ya debería haber podido conjurar. De ese pozo de la insensatez humana que no cesa de manar fango y muerte brotan las lágrimas negras de un domingo de abril.

viernes, 9 de abril de 2021

Idas y venidas (con Paz al fondo)

Los recuerdos en bandada, he ahí una de las bazas hipnóticas que FaceBook juega con hábil automatismo. En el jueves santo del primer confinamiento surgía este inquietante asunto que, además, en una anterior aparición del cuadro mencionado, había sido causa probable de un desencuentro con un amigo y paisano gallego, del que desde entonces —y pese a intentarlo varias veces— no he vuelto a tener noticias. Entre las vicisitudes de las nuevas formas de relación/comunicación, una de las más exasperantes es la escasa posibilidad de aclarar las cosas una vez que se ha producido el “malentendido”. Porque de lo que no tengo dudas es de que ese, una ‘mala’ interpretación de las palabras, es el origen de muchos conflictos. Y luego el tiempo, la deriva propia o el olvido hacen lo demás. Tampoco es que sea nada nuevo en las siempre complicadas relaciones humanas, pero tengo la pegajosa impresión de que ahora ocurre con mayor frecuencia y, más aún, el intento comprensible de evitarlo nos lleva a cierta desecación y ‘afantasmamiento’ de nuestros tratos interpersonales, la mayoría ya cristal (dark crystal) de por medio. Cosas.


(En son de Paz, 13). »Prisionero en la fortaleza que inventan los reflejos lunares de la uña del dedo meñique de una niña, un rey agoniza desde hace un millón de segundos. El microscopio de la fantasía descubre criaturas distintas a las de la ciencia pero no menos reales; aunque esas visiones son nuestras, también son de un tercero: alguien las mira (¿se mira?) a través de nuestra mirada», escribe Octavio Paz en el fragmento 20 de «El mono gramático», en el que describe, o más bien glosa, un misterioso cuadro de Richard Dadd, «The fairy-feller’s masterstroke», obra que alguna vez ya ha comparecido en este muro. En el confinamiento, estas minuciosidades cobran un valor inusitado: nos muestran que hay una realidad dentro de la realidad de la que apenas somos conscientes más que cuando miramos como si nos miraran. Y, una vez advertido, salimos pronto de ahí («¡escapa, escapa!», nos grita alguien, ¿quién?) para evitar el despeñadero de la locura y otros vértigos de pura destrucción. No está nada mal para una tarde de jueves santo.