sábado, 9 de junio de 2012

Hopper a la vista

E. H., Autorretrato (1925-1930; WMAA, NewYork)

Llega la obra de Edward Hopper a Madrid, al Thyssen, a partir del próximo día 12. Será una gran oportunidad para contemplar en directo tantos cuadros que forman una parte decisiva de la memoria visual de nuestro tiempo y que en ocasiones son mapas precisos de nuestros estados de ánimo, de las atmósferas que ciertas películas nos han inoculado, también de la mezcla de melancolía y heroico asentimiento necesaria para afrontar la vida cotidiana. Al parecer, faltarán algunas de las obras maestras, especialmente la que retrata a «los halcones de la noche», pero seguro que descubriremos en la cercanía otras en las que aún no nos hemos detenido lo suficiente.

Obras de Hopper ya han ennoblecido en varias ocasiones las paredes de esta Posada, siempre acompañando poemas que, en mayor o menor grado, participaban del clima emocional transmitido por el ojo cómplice del artista nacido a orillas del Hudson. Las entradas tituladas Postdata, Mudanza y Eternidad, etc., dan fe de ello.

Por lo general, la obra del pintor neoyorkino se ha asociado a cierta música de jazz suave y profunda, capaz de llegar tan dentro como llega la inquietud que transmiten los tonos amarillos y ocres de sus cuadros, los gestos derrotados o solo pacientes de sus personajes, las actitudes de espera casi al borde de la disolución, o ese don especial para pintarle a los espacios el alma que los habita.

Pero, como creo que demuestra el vídeo que cuelgo abajo, las escenas y los colores de Hopper admiten otras posibles lecturas rítmicas, en este caso el descriptivismo envolvente de Debussy. Al compás de esta música tal vez se nos muestre un Hopper suavizado y sin aristas, aunque a estas alturas quizás sea ese, el de una humanidad aún noble y visible, el signo dominante en el que la crudeza de los tiempos va situando la obra del pintor de la soledad y sus alrededores.

viernes, 8 de junio de 2012

Arte fugitivo

Claustro de Mas del Vent: una novela en marcha.
Foto de  Vincent Leroux.

Estoy siguiendo con gran interés el asunto del claustro presuntamente románico que, como por arte de magia, acaba de brotar en una finca de Palamós, en Gerona, un lugar cuyo nombre por sí solo merece una novela: Mas del Vent. El miércoles, en la Feria del Libro (o más bien en su esbozo: nunca vi tan mustio este magnífico evento), pude intercambiar unas palabras sobre el tema con José María Pérez, el genial Peridis, arquitecto de profesión y vocación, y uno de los grandes entendidos y divulgadores del románico entre nosotros. La deuda que la cultura de este país tiene contraída con el Centro de Estudios del Románico, que él ha impulsado desde Aguilar de Campoo,  es enorme y algún día tendrá que ser pagada.

Le comenté a Peridis que el asunto recordaba otros casos de compraventa, expolios y tráficos bien conocidos, y en especial los de FuentidueñaSacramenia, pueblecitos del norte de Segovia donde tanto el ábside de la iglesia de San Martín de Fuentidueña como el claustro del monasterio cisterciense de Santa María la Real, de Sacramenia, fueron desmontados, embalados y embarcados, y acabaron formando parte del Museo de los Claustros (The Cloisters) de Nueva York, el primero, mientras que el segundo sirvió para decorar una finca privada en Miami utilizada para bodas y otras celebraciones. El comprador de este último fue al parecer nada menos que William Randolph Hearst, el magnate de la prensa estadounidense, prototipo del Ciudadano Kane orsonwellesiano.

Es probable, me comentaba Peridis, que el traslado y montaje del claustro de Palamós arranquen también de los años cincuenta. Al preguntarle su opinión sobre cómo era posible que una obra así pudiera haber permanecido oculta tanto tiempo, mi interlocutor se encogió de hombros y, con una incisiva sonrisa parecida a la que a veces les pinta a sus «animalillos», formuló una razonable hipótesis: después de las desamortizaciones del siglo XIX, muchos monasterios y otros bienes de la Iglesia y de las órdenes religiosas no solo pasaron a manos privadas sino que también dejaron de tener toda función pública, de ahí que de algunos de ellos pudiera llegar a perderse casi todo rastro. Podría ser el caso del claustro fugitivo de Palamós.

Los detalles que se van conociendo en la fascinante pesquisa que cada día nos va contando José Ángel Montañés en El País permiten suponer que, en efecto, puede que estemos ante una peripecia semejante a las mencionadas. Solo que en este caso el destino de las piedras venerables no fue un lejano escenario, sino una finca en la entonces periferia madrileña, al pie de Arturo Soria, donde el claustro fue el marco cotidiano de la vida de una familia (por cierto, con algún significativo vínculo talabricense), y desde donde pasaría a respirar aires marinos y a componer ese apacible marco de sensualidad mediterránea que las fotos muestran.

Parece que hoy, viernes 8 de junio, la prensa podrá acceder libremente por primera vez a Mas del Vent y cabe esperar que en los próximos días las imágenes y las informaciones se multipliquen. Es seguro que el asunto aún dará más de sí. Por momentos, me recuerda aquellos días febriles, y a la postre frustrantes, de finales del pasado siglo (o quizás, «a caballo entre milenios»)  en los que se buscaban los restos de Velázquez en el centro de Madrid, en el subsuelo de la plaza de Ramales.

Y también me trae a la memoria el poema de Cuaderno de Nueva York que José Hierro dedicó en apariencia a «Los claustros» de la sección medieval del  MOMA, aunque en realidad estaba hablando de la «solución» que nuestra sociedad ha encontrado para los ancianos. Una aguda reflexión de actualidad permanente cuyos primeros versos dicen así:

No, si yo no digo 
que no estén bien donde están:
más aseados y atendidos
que en el lugar donde nacieron,
donde vivieron tantos siglos.
Allí el tiempo los devoraba.
El sol, la lluvia, el viento, el hielo,
los hombres iban desgarrándoles
la piel, los músculos de piedra
y ofrendaban el esqueleto
fustes dovelas, capiteles
al aire azul de la mañana...

Por otra parte, los interesados en los "expolios" de Fuentidueña y Sacramenia pueden echar un vistazo a El secreto de Fuentidueña, una loable, curiosa y también por momentos disparatada película escolar producida por el IES Francisco Giner de los Ríos de Segovia.

lunes, 4 de junio de 2012

Bazar de azares

Sombreros, bolsos, reloj: Sopa, calle Nieremberg. Foto ©  AJR, 2012

Estas iniciativas son jugadas de azar.
Iniciativas son de azar estas jugadas.
Son estas jugadas azar de iniciativas.
Jugadas son de azar estas iniciativas.
De azar iniciativas son estas jugadas.
Azar de iniciativas jugadas estas son.

J. W. Goethe, Las afinidades electivas (trad. de J. M. Valverde). 
Círculo de Lectores, 1999: p. 39.

sábado, 2 de junio de 2012

¡Adiós a la Eurocopa?

Gafe, gafe. Entre los retratados está el que puede hacer imposible que España gane la próxima Eurocopa, que a estas alturas parece el único baluarte donde el euro resiste sin grandes quebrantos (aparentes). ¿Una pista?: no viste de azul.

Foto: Luis Sevillano. Tomada de elpais

viernes, 1 de junio de 2012

Perspectivas


Por si alguna duda nos quedaba, que más bien no, la ciencia acaba de ponerle fecha de caducidad a todo esto, al menos tal como lo conocemos. Nuestra querida Vía Láctea acabará chocando con la galaxia de Andrómeda, o M31, dentro de unos... 4 000 millones de años.  Ya lo saben, procuren no dejar nada para ese día.
Como, por ejemplo, el placentero recorrido que les propongo por caminos del fin del mundo de la mano de Luar na Lubre (vídeo bajo estas líneas: mejor si ya lo van pulsando).
El grupo gallego está a punto de desembarcar en Madrid con su nuevo tesoro celta, Mar Maior, una muy inspirada exploración de los rastros que unen el Finisterre con las costas de Irlanda. Actuarán en el Círculo de Bellas Artes del 6 al 9 de junio. 
Con revelaciones así, cómo no carcajearse de la prima de riesgo y de sus zopilotes.
Como siempre, todo suele ser cuestión de perspectivas.

Imagen: Composición fotográfica del choque de la Vía Láctea y Andrómeda. 
NASA-El País.



sábado, 26 de mayo de 2012

Vuelos


Una tarde prodigiosa de mayo. La caída del sol sobre la laguna salobre llamada Mar Menor. El sonido de un punto de luz en el cielo que no tarda en revelarse como un avión dispuesto a tomar tierra en el cercano aeropuerto de San Javier. La impericia del cámara sorprendido en un oficio inesperado. Y el milagro del segundo 35:00. Imágenes así anidan en la mente y desembocan en recuerdos brillantes. A veces incluso son el germen de un poema. Los nuevos artilugios y su sencillo manejo vuelven fácil apresar emociones visuales y expresarlas. Y, aunque solo sea por un instante de tiempo compartido, alimentan la ilusión de volar juntos. Es el primer vídeo propio que cuelgo en la Posada. Disculpen el temblor.


jueves, 24 de mayo de 2012

Tendil

Panorámica del Mar Menor. © AJR, 2012

Este poema carece de intenciones.
No busca ni desea lectores gratuitos.
No implora en el mercado su ración de tristeza.
No admite condolencias ni aguanta carantoñas.
Este poema tiene voluntad propia.
(Y una extraña tendencia a la asonancia.)
Desafía el recuerdo que quiere reducirlo.
Lucha sobre la raya misma del sinsentido.
Retrocede si alguno de sus huesos suena a hueco.
Y después de ponerse derecha la corbata,
este poema escupe limpiamente
lo que sobra.
Y se calla.
Definitivamente, no sé qué hacer con él.
Tal vez lo mejor sea
dejarlo.
A ver si aprende quién...
¿quién manda aquí?


(«I wonder what an 'intention' means», T. S. Eliot, cit. por M. Oakeshott, cit. por J. A. Valente, Diario anónimo, 44.)