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Ilustración ©️Javier Serrano: «No somos ángeles», 2020. |
Recuento y fin del cuento
«Me he enterado, oh astuto lector, de que pasas tus noches, además de entregado a esos juegos que tú sabes, rebuscando entre luces, pantallas y papeles muestras buenas de aquel viejo placer que desde niño encuentras en seguirles el rastro a mil y una palabras enfiladas en cuentos y ejemplares relatos o facecias, con trasuntos más o menos felices y obstinados de las innumerables aventuras que le es dado vivir a la criatura humana, en general, a poco que, incluso sin moverse de su propio rincón bajo la luna, se deje tentar y fascinar por el vuelo de la imaginación y ponga en el seguimiento de las maravillosas historias que por todas partes tienden sus hilos de seda una atención de intensidad comparable al menos a su desconfianza...»
Cuando el manuscrito llegó a mis manos, en los últimos día del mes de agosto de 2017, no era consciente de lo que me iba a encontrar en él. Y eso que ya desde sus primeras páginas —de las que acabo de reproducir el primer párrafo— el asunto parecía transparente. Pero entre que la escritura no era siempre asequible y el vasto códice tenía páginas muy dañadas, no parecía sensato augurar un uso provechoso. De modo que, antes de hacerme cargo del conjunto, opté por lo que en aquel confuso momento me pareció lo mejor: echarme a andar por estas pantallas cada noche e ir espigando, de aquí o allá, los fragmentos del manuscrito que me parecieran mas idóneos a fin de cumplir lo que desde el inicio, y por mención expresa del título inscrito en la primera hoja, se me impuso como máxima deseable: la continuidad diaria de la escritura (NULla dies sine linea) y el amueblado de cada noche con su “Novela de Una Línea” (NUL), fuera ésta una expresión de literal exigencia de la brevedad e incluso del más depurado y literal laconismo, o se tratara de un “tipo de relato breve de una determinada condición, naturaleza o línea”.
Como en lo recolectado se acabó imponiendo más bien la segunda acepción, me pareció razonable organizar los materiales diversos en series temáticas y en grupos más o menos homogéneos. Y así fueron surgiendo breverías protagonizadas tanto por personajes (el Invisible, el Fantasma, los Olvidados, los Desertores, los Testigos, el Farero, los Merluzos de habla absurda... ) como por espacios (laberintos, playas, caminos, paisajes) o por agrupaciones más bien tópicas como el Zodiaco, las letras del Alfabeto, los Pecados capitales (Saligia) o el Ciclo del año, sin olvidar la atención monográfica dedicada a asuntos como el Apocalipsis, Babel, la Peste o, por último ejemplo, la dramatización de algún cuadro famoso (Hopper).
Desde el punto de vista formal, y dado que la brevedad exigía poner en juego (y literalmente) recursos especialmente expresivos, sin prescindir nunca de la perspectiva narrativa (siempre alguna retazo de historia al fondo), procuré orientar mis elecciones a la consecución de textos en los que pudiera percibirse cierta tensión lapidaria del aforismo, algún vuelo poético a través del subrayado de atrevidas metáforas presentes ya en el original y, en la parte técnicamente más elaborada, la presencia siempre impactante de la palindromía (en los micródromos y nanódromos), el poder visual y giratorio de los dados y cuadrados mágicos, o el recurso, muy tasado pero no irrelevante, a procedimientos más convencionales —aunque rara vez empleados con fines expresamente narrativos— como adivinanzas, jeroglíficos, chistes, etc. Sin menoscabar ese desorden en el interior de las frases que el autor del manuscrito se empeña en llamar “intropías”, y sin olvidar tampoco el culto que a menudo rinde a los orígenes de las palabras, en una actitud que, a falta de otro nombre mejor, una noche decidí bautizar como “etimolatrías”. Es bien sabido que, con la combinatoria adecuada y en su justa medida, el relato —como su gruesa hermana mayor, la novela— lo asimila todo.
Elemento esencial de estas NULs, elegido siempre con total intención y muy a menudo tras laboriosa búsqueda, han sido las imágenes que ilustran —o mejor dialogan con— cada texto. La mayoría de ellas son pinturas de autores muy destacados, aunque también hay dibujos, esculturas y fotografías e incluso algún grafiti o pintada no carente de valor artístico. Todas están ahí, además de por su propio peso estético, por razones tal vez no siempre palmarias ni acaso a primera vista entendibles, pero sí explicables y, en el fondo, diría que acordes con la lógica del juego. En las últimas semanas, para la serie «Las Caminatas», he tenido la gran suerte de poder contar con ilustraciones ad hoc de Javier Serrano, una colaboración que le agradezco al gran artista y generoso amigo, y a la que espero darle continuidad, fuera ya del formato de este invento, aunque prolongando el camino iniciado.
En relación con la selección de ilustraciones, haré una precisión: aunque es evidente la búsqueda de sintonía entre imagen y texto, y a veces el hallazgo de la primera ha influido en la concreción de algún detalle del segundo, he procurado mantener la autonomía entre ambos, de modo que los relatos espigados no deban su completo sentido y sus posibilidades de interpretación a la sola presencia de la imagen. No sé si eso se logra siempre.
Por lo demás, en el continuo trasiego nocturno a lo largo de estos casi tres años (han sido Mil y Una noches, en circunstancias no siempre fáciles), junto con el material objetivo de partida, he tenido muy presentes a autores a los que, además, aquí o allá, y más de una vez, he rendido explícito homenaje, a poco que el manuscrito insinuara algo en esa dirección. Son muchos, pero quiero citar como imprescindibles, además de a los dioses tutelares —Cervantes, Shakespeare, Poe, Mallarmé, Ducasse, Valle, Joyce, Pessoa, Borges, Cunqueiro, Paz, Rulfo...—, a los maestros Filloy, Cortázar, Ferlosio, Monterroso, Delibes, Goytisolo (Juan), Ríos, Vila-Matas, Bayal, Millás y Rivas, entre otros muchos, a los que agradezco y muy de veras sus ejemplos y el acicate de sus lecturas.
Pero mi completa gratitud va para todos y cada uno de los no muy numerosos pero muy selectos, sensibles e inteligentes lectoras y lectores cuya fiel generosidad a menudo ha sido el principal estímulo para culminar este proyecto que aquí llega a su NUL MIL Y UNA y por tanto a su fin. VALE.