(En voz alta). A su maestría verbal de siempre Leila Guerriero ( a la que algunos, metatésicos, llaman a veces Lelia Guerrero ) suma aquí una fina y estricta generosidad, nada gomosa ni impostada, y esculpe una pieza de suma delicadeza y cercanía. Leída en el papel (sin foto) y donde solo lleva por título La teoría del todo, no tardó en dibujárseme en la mente el nombre de Martín Caparrós, bien es verdad que tras algún titubeo y al ritmo del feliz trenzado de las imágenes que, como quien descorre lentamente un velo, iba mostrando el rostro y la figura. Creo que es mejor título el del papel, porque añade algo de suspense e intensidad a la lectura. Y su alternativa, escueta, central, reveladora, bien podría ser un rotundo Caparrós. En todo caso, y aunque uno tenga preferencias marcadas, dos maestros. Ambos un lujo de la vieja lectura del periódico, esa tan querida costumbre —acaso una manía— en claro peligro de extinción.
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