Edificio Intempo, Benidorm; obra de Pérez &Guerras. Foto: AJR/2016. |
Surgió de las entrañas de la noche. Como todo. Volverá a ellas.
Goya: Ensayos, lámina núm. 50 de la serie «Los Caprichos», 1799. Museo del Prado, Madrid. |
Davide Rivalta: Pastando en el campo de San Apolinar in Classe (detalle), Rávena (Italia). Foto: AJR/2018. |
Líder hablando frente a la multitud en 3D, de autor no identificado. Me parece que está en la línea de la estética dominante en la Feria Arco. |
(En voz alta). Sintonía plena con este artículo de la Guerriero y su fascinación ante la endiablada claridad expositiva de Carlo Rovelli sobre la realidad cuántica (el cifrado del mundo bajo esa visión que la ciencia más dura y la más pura tienen como verdaderas puntas de lanza de nuestra comprensión del universo). El día en que física, biología y filosofía-poesía(arte) alcancen el punto de confluencia posible tal vez la humanidad haya dado un paso irreversible en la conquista de su más utópica naturaleza. De hecho, estaremos (estarán) ya del otro lado. En contrapartida, qué curiosa —más que terrible— esa deriva de ChatGTP hacia la maldad y el descontrol. ¿No se acuerdan del inicio de Blade Runner y la respuesta del Replicante bruto ante la pregunta “por la madre” en el test de Touring? Tiempos cruciales. De encrucijadas.
Rembrandt: Paisaje bajo la tormenta, 1637-1638. Herzog Anton Ulrich Museum, Brunswick (Alemania). |
Ilustración de Javier Serrano. |
Muchas veces, al recogerme por las noches, tiendo a repasar los sucesos del día, valoro los destellos, si es que alguno, logrados en las horas cruciales y pongo a buen recaudo los esbozos exangües, como el que extiende sobre la lasca de pizarra los pescados conseguidos al bajar la marea. Cuando ya todo está reducido a su orden, comienzo mi danza. Y si hay suerte no dejo de girar hasta que la primera luz me hace señas al otro lado del cristal.
Dándole vueltas a la arcilla en el torno, como el que espera la llegada de la gracia, se me vino a los ojos un poema que era justamente, no lo que estaba buscando, que eso es incognoscible por su propia naturaleza, pero sí lo que necesitaba en ese preciso instante: lo consideré un regalo o dádiva o mensaje oportuno y cabal, y me pareció, con ese parecer que a menudo parece secuestrarnos la voluntad cuando en realidad la potencia, que era mi obligación compartirlo. Es lo que hago. Saber leer es también ser leído, desleídos en el río de los significantes de la corriente que importa. Dice así:
Gunter Böhmer: ilustración para Der Steppenwolf (El lobo estepario), de Herman Hesse. Hacia 1961. |
En los años algo giróvagos pero en el fondo inmóviles del final tardío de la adolescencia se recordaba así: perdido en el tedio de Eburia (si eso fuera posible) y pasando de las lecturas de Poirot a las de Harry Haller, mientras el horizonte se iba llenando de fuegos de artificio y el Carnaval, aún vetado, empezaba a mostrar su verdadero rostro incomprensible.
Montaje con la figura de «El médico de la peste», una de las máscaras clave del Carnaval veneciano. |
Pensaba que se acababa la tinta, el amanuense.
(En voz alta). Por la precisa y sentida necrológica que en El paí’ le dedica Carmen Ruiz Bravo-Villasante, me entero de la muerte del profesor Pedro Martínez Montávez, reconocido arabista, catedrático y rector universitario, gran estudioso y divulgador del mundo árabe, así como uno de los más eficaces valedores de una perspectiva ecuánime y bien informada hacia el fenómeno del Islam, en sus distintas implicaciones políticas, culturales, sociales. El profesor Martínez Montávez fue también, a principios de los años 80, uno de los miembros más activos del Consejo Editorial de Aula Abierta Salvat y autor él mismo del número 49 de la Colección Temas Clave, dedicado al Islam. El trabajo de edición de este libro lo realizó, y con gran solvencia, Manuela Díez de Grado. La implicación del profesor con todo el proyecto fue tanta que no tardó en convertirse en un asesor imprescindible y generoso para cuanto tuviera que ver con el mundo islámico, comenzando por la a menudo dificultosa y polémica cuestión de las transcripciones de los nombres y términos árabes, un verdadero quebradero de cabeza en una época en que se estaban poniendo a punto, no sin grandes discusiones, los libros de estilo de los grandes medios de comunicación. Recuerdo bien el pragmatismo con que el profesor encaraba el asunto: «No te quiebres mucho la cabeza, Alfredo: cualquier alternativa que emplees tendrá pros y contras; elige una opción de las posibles y, eso sí, aplícala con uniformidad en todo el texto». Algo parecido recuerdo que nos volvió a decir, años después (hacia 1996), cuando coincidí de nuevo con él trabajando para la Gran Referencia Anaya, una obra en 23 volúmenes que fue una de las últimas grandes enciclopedias en español todavía concebidas para ser impresas en papel, antes de que Wikipedia ‘matara’ a estas queridas hijas de Gutenberg. Para esta obra escribió el profesor algunos de los extensos artículos de fondo sobre temas de su especialidad. Gran observador también de los asuntos relacionados con el impacto de las nuevas tecnologías, recuerdo haber tenido con él algunas amenas conversaciones al respecto, y muy especialmente el interés compartido por las culturas del Magreb, bien contextualizado por su gran conocimiento de las literaturas árabes modernas, y su especial sensibilidad hacia la poesía. Buen amigo de mi paisano el poeta Joaquín Benito de Lucas (qepd), más de una vez compartí con ellos encuentros y tertulias, incluida alguna visita a su casa de la calle Cañizares, ocasión también para visitar el patio de la cercana Casa Patas donde por entonces se escuchaba (y veía) el mejor flamenco de Madrid, otro de los intereses sobre los que también le oí pronunciarse al profesor. (Aunque de esto me consta que tiene información más precisa y sabrosa el amigo Nostra. A ver si algún día se decide a contarla). Descanse en paz el hombre culto y sensible, lúcido y generoso, al que le debemos la apertura de nuevos horizontes.El profesor Martinez Montávez.
(En voz alta). Los Fabelman, la película autobiográfica sobre la infancia y adolescencia de Steven Spielberg, es una delicia que ningún amante o sólo aficionado (esa palabra) del/al séptimo arte debería perderse. En el cine. Son dos horas y media que vuelan, en ocasiones muy alto, y a lo largo de las cuales, e inevitablemente, además de encarar algunos secretos de un gran director y un canto de amor al arte de mover imágenes en una pantalla, asistimos a nuestra propia biografía como espectadores y soñadores, hechizados por esa gracia que el cine tiene de hacernos creer a menudo que lo que ocurre en la pantalla de algún modo (de ese modo preciso) es nuestra propia vida. Al fin y al cabo, todos somos seres de fábula. Volveremos.
Ilustración de Javier Serrano. |
Como todo empezaba a tener un cariz vagamente bíblico, deduje que aquella mujer junto a la playa sería alguna de las heroínas que en las primeras horas del amanecer recogían los frutos del mar y bregaban con los restos de los naufragios nocturnos, las mismas que después pondrían en orden las restantes horas y nos traerían, al atardecer, el matacandelas, para que ya por nosotros mismos pudiéramos apagar las últimas luces y tener así la sensación de que también era una vida digna la vida en medio de las tierras raras y en el interior de la ballena.
(En voz alta). No es la primera vez que, leyendo declaraciones de Borges, me asalta la impresión de que pudiera ser uno, otro, de los heterónimos de Pessoa. Ocurrencia que no tarda en corregirse con otra fulguración: ¿Y si todo Pessoa con su “drama en gente” no fuera sino un invento de Borges? Es, en todo caso, una experiencia abisal sumergirse de nuevo en las palabras del maestro, en su pasmosa naturalidad para tocar fondo, en su lucidez sin fronteras. Curiosamente, si no leo
mal, el texto contiene una errata “gentilicia” (por así decir) muy sugerente y un desliz geográfico de cierto calado, eso suponiendo que, como tan a menudo ocurre con el escritor de nombre de origen portugués (!), no sea todo una confabulación de los entendimientos. Afile los suyos el lector atento y, si el juego le seduce, trate de encontrar ambas dos muescas. Y luego, si tiene tiempo y ganas, coméntelas. Al fin y al cabo todo es cuestión de turnos, de intercambio de voces y apariencias, de durar de algún modo resonante mientras duremos.Picasso: La habitación azul o La tina, 1901. The Phillips Collection, Washington D.C. |
(En voz alta). Tras una larga enfermedad, ha fallecido Rafael Martínez Alés, uno de los profesionales de la edición de más extensa y reconocida trayectoria, ligada a nombres como la histórica revista y editorial «Cuadernos para el Diálogo» o Alianza Editorial, donde entre otras iniciativas puso es marcha la colección Alianza 100, con notable éxito. Lo recuerda bien Sergio C. Fanjul en esta amplia necrologica. En esa época, fue muy gratificante trabajar con él, y con Carmen Criado, en algunas reediciones de libros de Alianza Universidad. Era un hombre afable y de fácil trato, además de todo un referente de los “tiempos heroicos” de la edición española, antes de la imparable llegada de las multinacionales del sector. Recuerdo las divertidas charlas que mantuvimos a veces, mientras trabajé en la preparación de la Enciclopedia Gran Referencia Anaya (hacia mediados de los 90), a cuya redacción Rafael acudía a menudo en busca de algún dato o alguna curiosidad, entre otros motivos porque allí disponíamos de un extenso fondo de obras de consulta y de los mejores medios de búsqueda online en los todavía primeros balbuceos de la Red. Podría contar muchas anécdotas de esas reuniones, de las que además guardo el buen recuerdo de un editor que, en cierto modo, ya era entonces una vieja gloria de la era Gutenberg, en sus últimos suspiros. Fue un honor conocerle. Descanse en pazRafael Martínez Alés, en una foto publicada en `El País´,
cedida por la familia.
Carlos Saura en 2017. Foto Alba Vigaray, EFE |
Anna Castilllo en Girasoles silvestres |
☻ Mejor dirección novel: Alauda Ruiz de Azúa por Cinco lobitos, en disputa con Juan Diego Botto, que suscióo grandes expectativas con la interesante pero irregular En los márgenes.
Luis Zahera en As Bestas. |