Rembrandt: Filósofo meditando (detalle), 1633. Louvre, París. |
A veces tenía que ir a buscar las palabras a la carbonera y no era raro que se encontrara allí con el niño muerto que, al verlo, fingía que se alegraba y hasta ensaya una sonrisa, aunque él sabía que era sólo un truco para que no le dijera a nadie que lo había visto, y a cambio le daba la palabra “cúpula” o la palabra “mohíno”, que extraía relucientes, como nuevas, del saco de la harina o de entre el montón de leña recién cortada.
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