(Oído en voz alta). Por puro azar azaroso viene a mis manos una vieja cinta de casete de Camarón de la Isla, «con la colaboración especial de Paco de Lucía"». Castilo de arena es su título. Y en ella se encuentran estas bulerías de «Samara» en las que, como a menudo suele ocurrir en este palo, la letra es la que conduce a la voz hasta ciertos registros expresivos y honduras que sorprenden por su perfecto ensamblaje. La fecha de edición es la de 1977, aunque creo que llegó a mis manos algo más tarde. En todo caso, mi afición al flamenco, que sin duda prendió, además de en las coplas de la radio, en los fascinantes corrillos que los gitanos de Talavera formaban durante las ferias en el paseo de la Alameda y que yo veía asombrado, se fue fraguando por esos años, en especial durante las sesiones a las que pude asistir en el Club de Música del Colegio Mayor San Juan Evangelista, el añorado «Johnny». De esos conciertos y recitales, y también obras dramáticas (con La Cuadra, por ejemplo), recuerdo casi como si se tratara de un hecho fundacional una sesión urdida por mi amigo de entonces, Virgilo Pérez-Clotet, que tuvo como protagonistas a Bernarda y Fernanda de Utrera, legendarias cantaoras que por esas fechas apenas actuaban fuera de sus predios. Aquel recital se saldó con un verdadero fracaso de audiencia (no creo que fuéramos más de veinte personas en el amplio salón de actos del colegio, por lo común repleto de espectadores) y aún me parece estar oyendo los lamentos de Virgilio quejándose de que «me han boicoteao, tío, vaya marrón y qué mala leshe». Lo curioso es que, en la pequeña historia de mi afición al flamenco, ese fue un verdadero día D, al que no tardaría en sumarse, junto a los experimentos tan brillantes de Triana, Lole y Manuel, etc, el milagro de la voz de Camarón, ese punto cero del flamenco contemporáneo.
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